domingo, 12 de septiembre de 2010

LA NOVICIA REBELDE - CAPITULO 17 - DEBORAH JOHNS

CAPITULO 17



— Administrar un castillo es el trabajo más aburrido que existe — protestó Aimery de Segni. Emerico de Foix concordó su vacilar. Ambos guerreros, habían conquistado sus respectivos castillos debido a grandes victorias en batallas. Ahora, en tiempos de paz, se veían contrariados con la contabilidad de Foix.
— Es una tortura lidiar con todas esas cuentas — se lamentó sir Emerico. — Yo preferiría estar enfrentando hordas de turcos a tener que leer todos estos papeles.
— Pero es una tortura a la cual tendremos que acostumbrarnos — Aimery ponderó, sin disimular su tedio. — No fue para esto que luchamos tanto ? Para conquistar nuestros castillos?
No pasaban de las once de la mañana y sir Emerico ya estaba por la segunda botella de vino.
— Conquistar es una buena cosa — argumentó el Lord de Foix. — Administrar es otra muy diferente.
Sin duda. El placer de la lucha y de la conquista es mucho mayor que cualquier otro. Por lo menos en mi caso. Decidí conquistar Montsegur desde que era niño , porque para mi familia ese castillo siempre fue un símbolo muy importante.
— Y ahora Montsegur es tuyo , así como Foix me pertenece.
— Si .— o conde de Segni concordó en voz baja . — Sin duda.
Sentada a su lado, Claire transcribía la información que sir Emerico le pasaba.
— Vivimos en una época de paz. No creo que Languedoc esté amenazada. — sir Emerico se rió. — Nada de turcos, nada de asedios al castillo . Esas especulaciones sobre una posible rebelión catara no me parecen muy serias. El problema de William Belibaste pronto será solucionado.
— El obispo Fournier cree que hay algo más que simples amenazas. Después de la muerte de la abadesa, consideró el asunto muy seriamente y fue a buscar respuestas a París.
— Y pronto estará de vuelta, trayendo consigo las piezas que faltan en este rompecabezas. — El conde de Foix sorbió un largo trago de vino antes de volver su atención a las cuentas. — Por lo menos tienes a la linda doncella de Foix para ayudarte con la contabilidad, estimado amigo. En cuanto a mí, sólo cuento con empleados toscos . Competentes si, pero sin una mano delicada para ejecutar la tarea.
Claire sonrió ante el elogio, porque era eso o esperado. Sin embargo , a pesar de parecer concentrada en el trabajo, sus pensamientos estaban fijos en sus padres, en el modo en que habían muerto y en como la verdad había sido distorsionada por el padre Pedro y , tal vez, por la madre Helene también.
Pero lo que más la afectaba en ese momento era la presencia de Aimery.
Lo deseaba .
Quería besarlo. Ansiaba besarlo. Abrazarlo. Pero era demasiado tarde ahora. Lo sabía muy bien . Había sido prometida a la fe catara. Esperaban que profesase ciertas creencias.
Creencias que no había elegido .

Después del almuerzo, lady Joanna sugirió un paseo por el huerto, donde proliferaban los naranjeros . Aimery no tenía ganas de dar otro paseo en compañía de la condesa de Foix, sin embargo , la presencia de Claire lo hizo cambiar de idea. Ella usaba un vestido verde , con certeza una prenda descartada por la rolliza lady. El verde no favorecía a lady Joanna, pero funcionaba a la inversa para Claire, acentuando el color de sus cabellos y el brillo de sus ojos enormes.
Sonriendo, el conde de Segni se dio vuelta hacia la anfitriona.
— Me encantaría ver los naranjos, mi lady . Sería un paseo perfecto.
En verdad, la idea acabó pareciéndole perfecta. No era difícil librarse de sir Emerico y su esposa. Cuando la pareja lo hiciese saber que las semillas de los árboles habían sido traídas de Sicilia, argumentarían cansancio y lo dejarían . Y él y Claire estarían libres para vagar por donde quisiesen.
— Permitimos que los niños de la aldea vengan a tomar frutas una vez por semana — comentó lady Joanna, abanicándose . — Claro que sólo las frutas caídas en el suelo . Pero naturalmente vos, sir Aimery, puedes recoger las que desees.
— Gracias, mi lady . Eres muy gentil.
Tal como esperaba, sir Emerico y su esposa, quejándose del calor, habían resuelto volver al castillo, permitiendo que los invitados se quedasen solos.
En silencio, los dos caminaron hasta el borde de un precipicio, desde donde podían verse el horizonte.
— Si miras atentamente, notarás ñas montañas de Italia. — Aimery las señaló , ese pequeño gesto reflejaba su orgullo.
— Tu rostro se ilumina cuando mencionas a Italia. Debe extrañar tu país.
— Así como vos extrañarías Languedoc si partieses?
Claire permaneció un silencio durante unos segundos, la mirada en las montañas azuladas. Al responder, sorprendió a Aimery.
— No sé si extrañaría Languedoc, porque nunca me imaginé saliendo de Montsegur. De hecho, ni siquiera pensé que un día vendría a Fox. Montsegur siempre formó parte de mi vida, parte de mi deber. El convento de Santa Magdalena es el único hogar que conocí y la madre Helene la única figura de madre. Creo que lo más difícil para mí habría sido dejarla a ella . Ahora que ella está muerta... Aunque todavía tengo al padre Pedro.
— El Padre Pedro?
— Uno de los sacerdotes que administran sacramentos a las monjas del convento.
Aimery se preguntó por qué la cara de Claire se habían puesto sombría ante la mera mención del nombre del padre. Sin embargo , no se puedo detener mucho en ese pensamiento. Perplejo, la oyó decir muy seriamente:
— Quiero besarte .
El conde dio un paso atrás. Recuperándose de su asombro, sonrió .
— Por qué ?
— Porque quiero besarte . Porque elijo besarte .
Aimery no respondió , ni argumentó. Simplemente la tomó en sus brazos y la apretó contra su pecho.
Entonces, la besó en los labios, gentilmente al principio.
Besar se reveló como un acto natural para Claire. Era como si , por primera vez, su cuerpo sobrepasase a su mente. En un impulso, se pegó todavía más al cuerpo de él.
— Claire — el conde susurró, profundizando el beso y deslizando las manos por su espalda delicada .
Presionando los pechos contra el tórax masculino , Claire estaba, exultante por saber que ella, la catara, destinada a ser Perfecta, estaba haciendo lo que quería hacer. Lo que había elegido hacer.
El beso pareció durar una eternidad. Cuando el conde, finalmente , la soltó, ella precisó apoyarse en los brazos musculosos para no caerse, porque sus rodillas temblaban .
Y aunque todo a su alrededor permaneciese igual , Claire había cambiado. Profunda y fundamentalmente. Pero, sólo ella lo sabía.


El Padre Pedro se dio cuenta del cambio en Claire. Por muchos años, desde la dispersión y la muerte en la hoguera de sus hermanos templarios, cuando había sido único en ser dejado vivo, había desarrollado un profundo instinto de autoconservación.
Había llegado a la vejez porque había aprendido a confiar en este instinto, a notar los cambios más sutiles a su alrededor . Y sentía una alteración ahora. Desde su escondrijo, en lo alto de la muralla de Montsegur, escuchó la risa de Claire cuando los grandes portones del castillo fueron abiertos para darle paso al conde de Segni.
Súbitamente el monje se dio cuenta de que rara vez la había escuchado reírse y que ese sonido cristalino, tan inesperado después de la muerte de Helene, unido al viaje repentino a Foix, despertaba sus sospechas. Se preguntaba qué había causado esa transformación repentina. Aunque las risas poco significaban. El, entre todas las personas, debía saber que una expresión jovial frecuentemente escondía un corazón traicionero. Claire había cambiado , pero no sacaría conclusiones precipitadas sobre la naturaleza de esa cambio hasta interrogarla y estudiarla. Después de todo , era su Claire, a quien había educado y guiado desde su infancia. Ella le diría lo que necesitaba saber, incluso aunque ella no tuviese tal intención.
Y no había nada capaz de hacerla poner en contra él y la causa de los cátaros. De eso estaba muy seguro.
Observando el cortejo entrar en el patio del castillo, padre Pedro contó dieciséis caballeros, un número importante . Entonces , sobre una mula, vio una figura menuda. No tenía idea de quien se trataba, pero acabaría descubriéndolo . Nuevamente Claire se rió, el sonido de su felicidad hizo eco por lo que pareció una eternidad.
Qué había provocado ese cambio?
Pedro de Boloña, el gran defensor de los caballeros templarios, se obligó a sonreír. Cualquiera que fuesen las noticias de Foix, podrían esperar. Deberían esperar. Sería paciente. Por lo menos hasta hablar con Claire. Después de mucha persuasión,William Belibaste finalmente le había contado sobre la senda del tesoro que ligaba a Montsegur y a Foix. Y Claire acababa de llegar de Foix, llena de novedades. El podía ser paciente. Había aprendido bien esa lección mientras había estado en las mazmorras del rey francés, Oyendo los gritos y los gemidos de sus hermanos torturados, oyendo sus propios gritos. E intuía que algo iba a suceder.

Claire fue buscarlo esa noche , tal como se había imaginado . Escuchando los pasos leves en el corredor, padre Pedro descartó la inquietud que lo había dominado desde la mañana cuando la había visto entrar en el castillo, feliz, sonriéndole al joven conde de Segni, su enemigo. Enemigo de ambos. Claire y Aimery estaban destinados a seguir rumbos diferentes. El la había educado para ser Perfecta. Y, secretamente, la había preparado para ser la Magdalena de los templarios. Demasiado tarde para que alguien pudiese cambiar eso ahora. Imposible revertir esos planes.
Bastó con que Claire entrase en el cuartito estrecho, para que un perfume delicioso se esparciese en el aire. "Rosas", el padre pensó. Otra novedad. En silencio, buscó más señales de cambios.
Algunos, pero poco significativos: la ausencia de la toca, el bello vestido azul, los cabellos sujetos por una cinta. Las transformaciones exteriores no lo preocupaban. Sólo se sentía curioso.
Cuando Claire se sentó a su lado, el templario abrió la boca para interrogarla sobre el viaje a Foix, sobre los descubrimientos hechos. Si es que ella había descubierto algo. Todo había ocurrido hacia tanto tiempo. No tenía miedo. Quién podría quedar vivo para recordar la muerte de esos aldeanos?
Claire tomó la palabra.
— Volviste a ver Belibaste? La esposa de él llegó?
El Padre Pedro no esperaba la pregunta. En verdad , Cuando había conseguido información sobre el tesoro, poco había pensado en Belibaste mientras Claire había estado afuera. En cuanto a la esposa del prisionero, no le dedicaba ningún interés.
— No lo vi — el padre devolvió secamente , no acostumbrado a ser interpelado. — Es peligroso que aproxime mucho , o que muestre mucha curiosidad. La esposa ya llegó. El obispo Fournier el permitió visitar a su marido.
— Me gustaría de verlo también.
— Por qué , querida? — con dificultad, el templario controló su irritación. — Ya te dije que es peligroso aproximarse al acusado. Si el conde de Segni lo descubre, o el obispo...
— Necesito verlo. Hay cosas que quiero preguntarle.
— Por qué no preguntas a mí ? No te enseñé todo en el pasado ?
— Si, aprendí todo con vos. — Claire se quedó en silencio unos segundos, como si reflexionase. Luego repitió, determinadamente : — Necesito ver a Belibaste.
Por primera vez, el padre Pedro se sintió aprensivo.
— Arreglaré un encuentro. No será fácil, o barato, pero creo que será posible.
— También quiero hablar con la esposa de Belibaste.
— Ella está hospedada en la aldea. Es fácil localizarla.
Entonces iré a buscarla. — Claire se apartó del sacerdote y miró las paredes oscuras. — Es urgente que descubramos una manera de liberar al prisionero. Y para eso , necesitaremos de la ayuda de la esposa.

Liberar a Belibaste se había convertido en la cosa más importante en la vida de Claire. De hecho, sólo lograba pensar en eso, sólo se permitía pensar en eso, porque no se atrevía pensar en sus padres, ni en el motivo por el cual el padre Pedro podría haber mentido sobre la muerte de ellos. Tampoco tenía coraje para pensar en los besos intercambiados con Aimery. Desde que había partido de Foix, se había obligado a despertar pensando en Belibaste y a irse a dormir tramando su liberación . El debía ser liberado. Habían planeado y trabajado para alcanzar ese objetivo. Y , según había comenzado a sospechar, esa había sido la razón da muerte de la madre Helene. Además, era mucho más fácil pensar en Belibaste que dejar que su mente vagase porque, invariablemente, sus pensamientos se volvían hacia Aimery, a la seguridad encontrada entre sus brazos fuertes, al deseo profundo y primitivo que él despertaba en su cuerpo. O sino podría pensar en el padre Pedro y en la oscuridad que ahora parecía rodearlo.
Pero , por qué ?
Por qué el monje mentiría sobre el modo en que sus padres habían muerto? Si Jeanne había dicho la verdad, sus padres y su hermano no habían sido muertos en una hoguera, sino cuando la casa en que vivían se prendió fuego. Aunque trágica, la muerte de su familia había sido un accidente y no el fruto de una conspiración engendrada por la Inquisición con el objetivo de aplastar la revuelta catara. Tal vez sus padres ni siquiera hubiesen sido cátaros. No existían pruebas de que profesasen esa fe. Jeanne no los consideraba miembros del culto.
Pero el padre Pedro siempre había insistido en que su familia había acabado siendo asesinada por ser hereje.
El templario le había mentido . Era así de simple. Y si él había mentido sobre algo tan importante, qué otras mentiras podría haberle contado a lo largo de los años? Qué otras mentiras le estaría contando ahora mismo ?
Si al menos pudiese exponer sus dudas a Aimery. Si al menos pudiese discutir el asunto abiertamente con él.
No, imposible. El Padre Pedro podría estar convirtiéndose en su enemigo, pero eso no hacía de Aimery de Segni un amigo. Tampoco el hecho que se hubiesen se besado borraba la obvia diferencia entre los dos: ella era una campesina, él, un noble. Peor todavía: ella había sido entrenada para ser una Perfecta y él había sido designado por el Papa y por el rey de Francia para aplastar la revuelta catara en Languedoc. Si Aimery descubriese la verdad respecto a ella , si descubriese su secreto, sería obligado a entregarla a los inquisidores.
No, no podía contarle nada a Aimery. Los besos no bastarían para hacerlo ignorar su deber para con el rey, o para hacerlo olvidar sus votos de lealtad a la Iglesia. El era demasiado honesto como para abandonar sus principios.
Pero ella quería poder confiar en el conde de Segni. O al menos parar de pensar en sus besos. La verdad es que ansiaba más. Con la amenaza de muerte flotando sobre su cabeza, la idea de besar Aimery y ser correspondida la hacía sentirse viva y vibrante. Los labios de Aimery sobre los suyos la habían despertado a la realidad de que poseía un cuerpo capaz de experimentar sensaciones antes inimaginables. Nunca había supuesto que el calor de las manos fuertes podrían quemarla , que la boca sensual la hiciese desfallecer de puro placer.
Y el deseo que los había consumido era recíproco. En Foix, siempre que habían tenido la oportunidad de estar a solas, habían buscado refugios en abrazos muy íntimos .
Adoraba besarlo.
Y habría querido amarlo.
Eso no — Aimery había murmurado , evitando que ambos entrasen en un camino sin vuelta. — Todavía no.

Claire adaptó su vista a la penumbra del gran salón. Enormes estandartes habían sido colgados sobre las ventanas, barreras inútiles contra la penetración del calor de la tarde. La luz también acababa filtrándose , creando una atmósfera extrañamente melancólica. Como era habitual, el lugar estaba repleto. Caballeros y soldados se entretenían jugando a las cartas, conversando y bebiendo, tentativas vanas de escapar al calor opresivo. De pie , junto a la mesa principal, Aimery conversaba con unos de sus comandados. Al avistar a Claire, él sonrió y mostró intención de ir a su encuentro. Pero la novicia sacudió levemente la cabeza. Antes, debía hablar con Minerve y después buscar a William Belibaste.

La condesa de Montfort, rodeada por los hijos, la aguardaba en la pequeña terraza reservado para las damas . Lo imposible parecía haber sucedido en pocos días: la barriga de la linda condesa había crecido todavía mas.
— Ven a sentarte cerca mío — Minerve dijo , abandonando el bordado. — todavía no tuvimos un momento juntas desde tu regreso. Mis hijos estaban ansiosos por verte y yo deseando saber tu opinión sobre Foix, sobre sir Emerico y su simpática esposa. El continua gustando tanto del vino, o se curó de ese hábito ahora que pasó a vivir en Languedoc?
— Difícilmente eso suceda . — La novicia se acomodó en un banco de madera. — Sir Emerico es un hombre de suerte por tener tantos viñedos a su disposición.
Minerve se rió con placer.
— Siempre encuentras una manera de expresar las cosas con delicadeza. Debe ser porque fuiste educada en un convento. Yo lo llamaría un borracho perdido y punto final.
— Entonces lo conoces bien.
— Lo conocí en París — corrigió la condesa. — Antes que se casase .
— Lady Joanna me pareció una gran dama. Juntos, los dos transformaron el castillo de Foix en un templo de maravillas.
— Sin duda es un lugar perfecto. — Minerve arrugó la nariz. — Y , probablemente, muy aburrido.
— Exactamente la palabra que tu hermano usó para describirlo.
— Imagino que si . — La condesa de Montfort se calló , pensativamente . — Sin embargo, esa es la vida que Aimery está preparando para si mismo . Isabel de Valois llenará Montsegur de objetos caros, de muebles ricos y vistosos, que exhiban la fortuna de su familia. Estoy segura que Foix es un bello castillo y que está muy bien administrado. Sin embargo no tengo la menor intención de visitarlo . Temería morir de envidia ante semejante organización y eficiencia. Imagina cuál sería la reacción de mi marido ante tanta perfección ! Huguet podría decidir abandonarme ! — Minerve se rió y continuó : — He tentado muy arduamente ayudar a mi hermano a administrar este castillo, pero puedes ver que un gran lío. Mi propia casa no es muy diferente. Es difícil conciliar las tareas domésticas y los hijos pequeños. Además del movimiento incesante de caballeros, soldados, invitados...
— Imagino que la mayoría de las personas diría que el castillo de Foix funciona a la perfección. La platería está siempre pulida, los criados impecablemente vestidos, las comidas servidas a la hora correcta. Sin embargo , había una frialdad en el ambiente. Foix es una magnífica construcción , pero no parece un hogar. Montsegur es mucho más acogedor. Me Sentí bienvenida aquí desde el primero instante.
Solamente cuando las palabras habían salido de su boca, Claire se dio cuenta de su veracidad. Desde el primer día, cuando había sido llamada a ejercer la función de escriba durante el juicio de William Belibaste, se había sentido bienvenida. Se había sentido como si aquella realmente fuese su casa, el lugar al cual pertenecía.
— Me alegra — Minerve dijo , riendo.
Entonces, uno de los niños se cayó e comenzó a llorar. Las dos corrieron para calmarlo. Cuando, finalmente , los niños se tranquilizaron y retomaron sus juegos, el asunto referente a Foix quedó completamente olvidado.
— El obispo ya volvió de viaje? — Claire indagó inocentemente, tomando el bordado.
— No — respondió la condesa de Montfort. — Y , para ser sincera, estoy contenta con el hecho que Jacques Fournier haya viajado. La ausencia de él significa un receso de este juicio absurdo. No sólo puedo disfrutar de tu compañía sin tener que compartirte con las sesiones de interrogatorio, lo que no me agrada nada. Me siento mas libre sin la tensión provocada por la presencia de los Inquisidores. En mi opinión, es un juicio injusto, que está sucediendo en un momento particularmente desgraciado.
— Desgraciado para quién ?
— Para todos nosotros y , en particular, para mi hermano. — Minerve hizo una pausa para enhebrar la aguja. — Es difícil para cualquiera tomar posesión de un castillo con una historia tan tumultuosa . Como si no bastase con el peso del pasado, Aimery todavía tiene que lidiar con el juicio de un hereje. Imposible negar lo obvio: todos se acordarán de los acontecimientos trágicos ocurridos en Montsegur hace cien años. Es imposible no hacer un paralelo.
Claire mantuvo su atención fija en el bordado. La condesa de Montfort continuaría hablando sobre el tema con , o sin su aliento. El problema era que no sabía si quería escuchar lo que Minerve tenía para decir. Y si eso iría, de alguna manera, a ayudar a William Belibaste.
— Dicen que aquellos que fueron muertos impiadosamente asolan el lugar donde murieron — continuó la condesa, muy animada. — En este caso Montsegur, y todo el área a Languedoc, va a hervir con la idea de venganza. Es una cosa terrible que William Belibaste haya sido llevado a juicio. Sé que en la opinión de muchos él está recibiendo el castigo merecido , por el crimen de herejía. Pero por qué alguien tiene que ser masacrado sólo por que sus creencias son diferentes? Hay algo terrible sucediendo aquí. Huguet lo percibe y creo que Aimery también. Es casi como si los dos estuviesen siendo llamados a responder por los pecados de sus antepasados. Y como si mi marido y mi hermano estuviesen siendo sentenciados por algo que no cometieron . Solamente un loco querría este tipo de juicio, donde el reo es acusado de brujería. Odio todo esto. Después de un largo silencio, Minerve prosiguió .
— No creo que sea mera coincidencia que las tres familias estén nuevamente reunidas después de un siglo. Mi marido Huguet es descendiente directo de Simon de Montfort, quien lideró la Cruzada contra los cátaros de Languedoc. Mi hermano y yo somos Segni, así como Inocencio III, el papa que autorizó la guerra contra os herejes. Y vos, mi querida, sos pariente del conde Raymond de Foix y su hermana, Esclarmonde, la Perfecta catara.
— Imposible — reaccionó Claire, un escalofrío recorrió su cuerpo . — Mis padres eran campesinos. Vi sus sepulturas en Foix. Eran personas comunes, no aristócratas.
— Créeme , tu extraordinaria semejanza con Esclarmonde es clara evidencia de algún tipo de parentesco — Minerve afirmó, mirándola firmemente. — Debes tener alguna relación con el Defensor de Languedoc, o tu presencia aquí no tendría sentido. Estando los agresores reunidos, los Montfort y los Segni, es natural que el defensor también pueda contar con un descendiente representándolo. Créeme, tienes algún parentesco con Raymond Roger. Sólo que no sabemos todavía cual es el grado de parentesco.
Mis padres no eran herejes — insistió Claire, desviando la mirada . — Los dos están enterrados en el cementerio de la iglesia de Santa Ana, en Foix. Murieron en un accidente, durante un incendio en la villa. No eran cátaros. Tampoco yo lo soy .




En la primer oportunidad, Claire corrió al bosque. El calor abrasador ponía el aire pesado, casi irrespirable, la tierra, seca y áspera, dificultaba el avance. Sin embargo corría como se tuviese alas en los pies.
Corría por Aimery. Al lugar secreto de ambos.
"Tienes algún parentesco con Raymond Roger. Sólo que todvía no sabemos el grado de parentesco ".
Las palabras de Minerve continuaban acechándola, incluso después de haber hablado sobre otros temas, como las travesuras de los niños y del inminente nacimiento de la niña. La condesa de Montfort continuaba convencida de que tendría una hija esa vez . Pero, a pesar de la amena conversación, apenas había podido esperar la oportunidad de escabullirse. Necesitaba la paz y la quietud del lago en medio del bosque. Necesitaba pensar.
En el trayecto, avistó el tronco caído donde se había sentado junto al padre Pedro, en la víspera de su viaje a Foix. Tenía la sensación que aquel encuentro había sucedido hacia una eternidad, de tan diferente que se sentía ahora. Todo había cambiado , principalmente ella misma.
Al llegar al lago, Claire finalmente experimentó algo semejante a la paz. Había descubierto el lugar por accidente, cuando, cierto día, la madre Helene le había encargado recolectar moras en el bosque. Se había Perdido en el camino y , mientras caminaba en círculos, intentando hallar la salida, había acabado encontrándose con el paisaje mágico . El lago y la pequeña cascada rodeados de una vegetación densa y lujuriosa . Las reglas del convento siempre habían sido rígidas y su vida se había restringido al universo criado dentro de esas cuatro paredes. Sin embargo , durante años había buscara la soledad y el sosiego del lago siempre que había sido posible. Jamás había sido perturbada allí . Hasta que Aimery la había encontrado.
Y él volvería a encontrarla allí. Lo Sabía con certeza.
Dudaba que alguien más tuviese conocimiento de ese lugar. Nunca había notado señales de la presencia de terceros. Ni pisadas en el suelo , ni ramas partidas, ni suciedad en el agua. Por alguna razón, no le había contado a la madre Helene de la existencia de ese lugar. Tampoco le había contado al padre Pedro. Ese había sido el único secreto que había guardado para si, que no compartía partido con nadie . No lograba entender por qué había actuado así, pero ahora se sentía agradecida por no haber revelado nada. Ese era el único lugar donde estaba completamente sola. Nadie podía hallarla. Excepto Aimery.
Inquieta, Claire se sacó los zapatos y mojó los pies en el agua, el frescor la hizo estremecerse. Rápidamente , se desvistió y caminó hacia el medio del lago, esforzándose por borrar de su mente todas las preocupaciones. Quería aprovechar el momento para simplemente olvidarse de todo, para no pensar en nada excepto en aprovechar ese día de verano.
Tal como Aimery le había enseñado , se acostó de espaldas y flotó, los ojos fijos en el cielo azul.
Entonces, un pez plateado rozó sus piernas y la hizo mirar hacia abajo. Claire contempló su propio cuerpo por un breve instante antes de desviar la mirada , tal como le habían enseñado: El cuerpo jamás debía ser blanco de atención, no cuando se estaba preparando para ser una Perfecta.
Pero ya no era catara, ni Perfecta. Tal vez nunca lo hubiese sido.
Con esfuerzo, desafiando años de formación , volvió a observar su cuerpo. Los contornos redondeados de los senos pequeños y firmes, el vello rojizo que cubría el vértice de su sexo. La impresionaba constatar que para analizarse necesitaba vencer una enorme resistencia interior. Más impresionante todavía era notar las transformaciones que ocurrían en su cuerpo al pensar en Aimery. Ciertas partes pulsaban, mientras otras se ponían rígidas.
Bastaba con pensar en él para tener la sensación de que iba a desfallecer.
Extrañaba su presencia viril, el gusto da boca sensual, la sensualidad de las manos fuertes. Mientras viviese, no se olvidaría nunca de la emoción experimentada cuando él la había enlazado por la cintura por primera vez.
Si al menos pudiese contárselo a Aimery.
No, se trataba de un pensamiento peligroso que necesitaba ser reprimido. Ignorado. Sofocado. El podía besarla, ella podía besarlo, pero, jamás, podría existir entre los dos, confianza o una comunicación completamente honesta . Si le contase una cosa, tendría que contarle todas as otras. Tendría que hablar sobre el grupo secreto de cátaros en Montsegur, del cual formaba parte. Tendría que explicar la verdad sobre la madre Helene, sobre la misión de ambas. Tendría que hablar sobre el padre Pedro y , así, exponerlo. Y no podía, jamás podría , exponer al padre Pedro. No hasta que sus sospechas se hiciesen certezas. Y , tal vez, ni siquiera así. Después de todo , él había sido la única familia que había conocido, el hombre que la había criado como a una hija. Principalmente, tendría que convencer Aimery de liberar a William Belibaste. Y no serían los besos de una campesina lo que llevarían al noble conde de Segni a ver a necesidad de liberar a un hereje. La fuerza de su apellido lo impulsaría a actuar como sus ancestros. Aimery mandaría a Belibaste a la hoguera y masacraría a los cátaros que, por ventura, se rebelasen. El Padre Pedro había afirmado que sería así y aunque estuviese comenzando a alimentar ciertas sospechas, sabía que el monje no mentiría sobre el destino de Belibaste, o sobre la reacción violenta del lord de Segni, porque... "el templario deseaba derramamiento de sangre".
La comprensión súbita de es verdad la alcanzó con la fuerza de un rayo. El Padre Pedro, quien siempre había enaltecido los valores cátaros como la mansedumbre y ek pacifismo, ansiaba una demostración de violencia.
De repente, Claire sintió miedo. Mucho miedo.
No tenía a donde ir.
No tenía en quien confiar.
Excepto en Aimery. Y Aimery, conde de Segni, era su enemigo. Sería deber de él ordenar quemarla al lado de William Belibaste, en caso que llegase a descubrir su verdadera identidad.

Atardecía cuando Claire, finalmente, salió del lago y comenzó a secarse. Al tomar el delantal, notó un movimiento a la izquierda. Pero no vio ningún bulto. Sin duda un truco causado por la luz.
Cerrando os ojos, arrojó los cabellos hacia atrás y lo desenredó con las puntas de los dedos. Mientras se vestía, sus pensamientos se volvieron hacia Aimery.
Súbitamente , la sensación de ya no estar sola.
Dándose vuelta , abrió los ojos. Delante suyo estaba Aimery.
sonriendo, él le mostró un durazno maduro.
Instintivamente, Claire retribuyó la sonrisa. Y extendió la mano para tomar la fruta.

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