domingo, 12 de septiembre de 2010

LA NOVICIA REBELDE - CAPITULO 18 - DEBORAH JOHNS

CAPITULO 18



— Probablemente debería decir que acabo de llegar, que no te vi flotando. , Habría estado muy mal observarte a escondidas. Una conducta muy poco caballeresca. — Aimery hizo una pausa. — pero, si te lo dijese, te estaría mintiendo. Llegué aquí hace un tiempo. Te estaba observando. De hecho, "deleitándome " sería la palabra más adecuada para definir el placer que experimenté al espiarte . Al principio, pensé en hacer lo correcto y retirarme . Pero como no pude , pensé en dar a conocer mi presencia . Pero permanecí en silencio. Sólo observándote .
Los dos estaban frente a frente, en la orilla del lago. Claire sacudió la cabeza intentando ganar unos segundos, intentando razonar. Sin embargo , parecía haber perdido la capacidad de pensar con claridad. Los ojos de Aimery, tan azules y profundos, la consumían, impidiéndole emitir cualquier sonido .
— Quería verte como realmente eres — el conde continuó . — Quería descubrir a la verdadera mujer por detrás de la fachada que has adoptado para vivir .
— Y cuál es esa fachada? — Claire estaba curiosa. Como Aimery no respondió de inmediato, ella insistió: — Crees que obtuviste lo que deseabas? Conseguiste verme tal como soy ?
— Lo suficiente. — Breve pausa. — Perdoname si te ofendí.
— No, no estoy ofendida. A veces yo también querría poder verme como realmente soy .
— Sos un misterio, mi Claire. — La voz baja y ronca sonó a los oídos femeninos como una caricia.
El instinto le advirtió que se apartase, que rompiese el encantamiento en el cual estaba cayendo . Pero Claire no fue capaz de mover un solo músculo.
Temblorosa, con la respiración entrecortada, cerró los ojos. Estar cerca de Aimery era como vislumbrar la paz. El miedo constante la abandonaba, así como toda a inseguridad y confusión interior. No se preocupaba por lo que debía o no debía hacer cuando lo tenía cerca . No pensaba en su misión, ni en el futuro que le había sido reservado como Perfecta. La vida se hacía mucho mas simple cuando estaba con Aimery. Sólo respiraba y se sentía viva. Se sentía feliz.
Determinada a conservar aquella felicidad, aunque fuese por un corto período de tiempo, ella preguntó:
— Puedo comer el durazno ahora?
— Claro que si .
Aimery extendió la capa debajo de la sombra de un árbol y la ayudó a sentarse. Entonces desenvainó el cuchillo que traía sujeto a la cintura y cortó una pedazo de la fruta madura. En el mismo instante la novicia extendió la mano.
— No. Cierra los ojos primero.
Alarmada, ella se negó .
— Confía en mí.
Relajándose, Claire cerró los ojos, entreabrió los labios y permaneció inmóvil. De repente, un silencio pesado la envolvió. Era como si todo el bosque hubiese enmudecido, como si todo hubiese desaparecido, quedando sólo ella y Aimery en el mundo.
Cuando, finalmente , sintió el gusto de la fruta, abrió los ojos y contempló la cara del conde.
— Más? — indagó Aimery.
— No. ? Es mi turno ahora. Cierra los ojos.
El conde vaciló por un segundo, pero obedeció.
Después de cortar un pedazo de durazno, Claire lo llevó a la boca del conde, aprovechando el momento para deslizar los dedos a lo largo de los labios sensuales. Cuando iba alejarse, él la sujetó por la muñera.
— Sos un misterio, mi lady .
Pero Claire estaba cansada de misterios, cansada de esconderse. Quería dejarse develar, a pesar de todos los riesgos.
El olor a Aimery la intoxicaba. Podía embriagarse con sólo aspirar ese olor masculino. Sin embargo , él emanaba algo más. Algo casi indefinible.
Amor. Aimery la amaba.
Pero , al aproximarse para besarlo, el conde se retrajo , dando la impresión de vacilar.
No lo quería vacilando, ni apartándose. Esa era, finalmente una elección suya y sólo suya . Deseaba a Aimery y , por primera vez, tendría algo que realmente quería , algo que no le había sido impuesto por terceros, algo que no le había sido inculcado como una verdad absoluta.
Sujetándolo por los hombros, Claire se inclinó y lo besó en la boca como si no fuese a saciarse jamás. Nunca, antes de Aimery, había pensado en besar un hombre, en amarlo.
Y ahora se descubría amando.
— Te amo — ella confesó en voz baja .
Nuevamente notó una vacilación . Ignorando esa señal de resistencia, ella habló con firmeza:
— Te dije que te amo, no que tienes que amarme.
— No es eso.
Pero Claire sabía que el problema era justamente ese . Pero no tenía importancia. Estar con Aimery la hacía se sentir segura, protegida; la hacía se sentir especial, no perfecta. Y ser una Perfecta pertenecía a un futuro absolutamente incierto.
Esa era su elección en ese momento. Eso era lo que quería en ese instante .
El instinto, viejo como el tiempo, la indujo a deslizar las manos por la espalda ancha , en una caricia lenta y seductora. Mirándola con un ardor que parecía quemarla, Aimery la desvistió lentamente, librándola de la túnica mojada y de su ropa interior . Después, sin dejar de mirarla, cubrió sus pechos firmes con sus manos y masajeó los pezones rosados. Cuando ambos estuvieron rígidos, tomó uno de ellos en su boca y lo chupó.
Oyéndola gemir, la colocó sobre la capa que había extendido en el suelo .
La caricias de Aimery tenían el poder de hacer que su sangre hirviese en las venas, el poder de transformarla en una nueva persona más completa, más entera, más dueña de si misma . Su propia desnudez no la avergonzaba , así como tampoco se avergonzaba de contemplar la desnudez del cuerpo masculino . Por el contrario. Como una criatura hambrienta, no se hartaba de admirar los contornos das piernas musculosas , los brazos fuertes, el pecho y el vientre firme.
Y cuando Aimery acarició el centro de su sexo , Claire gimió y gritó, un placer que le era completamente nuevo.
— Sos tan linda — él susurró — Podría estar a tu lado para siempre.
Claire, la catara, la Perfecta, nada respondió . Jadeante, lo enlazó por el cuello, temiendo que el contacto mágico entre los dos se perdiese.— Bella Claire. — Aimery la besó en la boca, mientras continuando acariciándola. — Tan pura y fresca como el aire de la mañana. Nunca imaginé que algo así podía existir — ella dijo .
— Claire, estás segura de lo que quieres ? — El conde se habría detenido, habría respetado la decisión de la joven novicia , por más difícil que fuese contener su deseo.
— Nunca estuve tan segura en toda mi vida. — Y era verdad. Quería A Aimery. Lo quería desesperadamente, con todas las fibras de su ser. Si, sabía que tenía una misión. Sabía que necesitaba liberar a Belibaste. No se había olvidado del destino para el cual la habían preparado. Un destino que, tal vez, pudiese contarle a Aimery después de ese momento. Quizás él podría entender.
Pero eso sería después. Mientras tanto , solamente quería saciar la sed torturante, aplacar el hambre voraz. Formarían un solo cuerpo, una sola carne. Y no le importaría si el mundo se acabase poco después.
— Estoy segura — ella repitió decididamente.
— Podría lastimarte — él susurró — No quiero lastimarte , pero temo que eso pueda suceder.
— Vos jamás me lastimarías.
Y Aimery no la lastimó . La Penetró lentamente, gentilmente, despertando en ella sensaciones inconfesables. Claire, perdida en ese nuevo placer , levantó las caderas en una reacción instintiva, ofreciéndole amplio acceso al interior de su cuerpo y de su corazón. Enardecida de deseo, se sintió siendo arrastrada por una ola avasallante de éxtasis.
Y de repente, la Tierra pareció temblar y el Cielo estallar en millones de partículas brillantes. Por un instante, Claire tuvo la impresión de estar suspendida en el aire, sólo los brazos de Aimery la sostenían .
Tiernamente , el conde de Segni la besó levemente en los labios, trayéndola de vuelta a la realidad.
— Me siento completa — ella murmuró lánguidamente . — Estoy en mi casa.
Y todo era perfecto.
Claire se adormeció. Al despertar, en unos minutos, se encontró con Aimery observándola, con una expresión ansiosa en la cara . Antes que él dijese lo que lo preocupaba, ella se apresuró a tranquilizarlo, acariciándole los cabellos.
— Yo quería lo que pasó entre nosotros. Fue mi elección.
— No entiendes — él habló temerosamente , en un tono que tal vez usase cuando comandaba a sus soldados para explicarles algo complicado .
Enternecida, Claire le sonrió . No era uno de los caballeros del conde de Segni sino una mujer. El la había hecho mujer. Por elección suya.
— Eras virgen — él continuó hablando inquietamente . — Te desfloré. Te he deseado desde el primer instante en que te vi. Te amo, pero nunca debería haberte poseído aquí. Debería haber pensado en...
No, no podría permitirle arruinar ese momento perfecto. No lo dejaría consumirse por el remordimiento, por la culpa, cuando, deliberadamente, ella había buscado seducirlo.
— No, Aimery — su voz sonó firme y decidida. — No vamos a lamentar lo que sucedió. No soy una niña. Sé muy bien lo que estoy haciendo. Amarte fue lo que elegí hacer.
— Te amo — repitió el conde. — No estoy seguro sobre que actitud tomar en relación a esto. Pero sé que te amo. Lo Juro . Y la luz de este amor guiará mi vida.
Emocionada, Claire se acurrucó contra su pecho ancho , abrazándolo casi con desesperación.
Por primera vez en la vida se sentía absolutamente segura. Había sido recibida en el corazón de Aimery y allí ningún mal podría alcanzarla. El conde de Segni había sido honesto, sincero. No le había prometido la luna, no le había propuesto matrimonio, pero le había entregado su amor.
Por mientras, y tal vez para siempre, eso bastaría.
Cerrando los ojos, saboreó el placer de saberse amada, resguardada. Anidada entre sus brazos fuertes, Claire se permitió olvidar todo, aunque fuese por breves instantes. Dejaría para el día siguiente las preocupaciones relacionadas al futuro de William Belibaste y la amargura causada por las recientes desilusiones.

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