viernes, 3 de septiembre de 2010

LA NOVICIA REBELDE - CAPITULO 6 - DEBORAH JOHNS

CAPITULO 6





Aimery de Segni no lograba dormir. Hacia horas daba vueltas en la cama, incapaz de conciliar el sueño. "Tal vez sea el calor', pensó, "o la luna".
"Si , probablemente es la luna", concluyó en silencio. Se dice que la luna llena enloquece a los hombres.
No, todavía no estaba loco. Tenía pleno control de sus facultades mentales. El día siguiente prometía ser tan ajetreado cuanto los anteriores. Lleno de decisiones para tomar , lleno de responsabilidades en relación a las personas que exigían su intervención para resolver algún asunto. Esa era su vida, esos eran sus deberes.
Levantándose, Aimery se acercó a la ventana para cerrar la cortina. Entonces vio a Claire.
Cautelosamente , ella avanzaba por el patio desierto, los cabellos rojos bañados por la luz de la luna . Fascinado por la visión, la observó escapar por el portón de hierro.
"Dónde estaría yendo?" La pregunta no lo preocupaba, pues sabía que no sería difícil descubrirlo.

Se trataba de un grupo extraño. Un grupo pequeño, que se había reducido desde la captura de William Belibaste. Las pocas personas que lo componían , de aspecto envejecido y cansado, se encontraban en un reducto húmedo y subterráneo del convento. Claire intentó no dejarse por los ruidos hechos por las ratas mientras atravesaba el corredor subterráneo. La madre superiora, la abadesa Helene, había encontrado ese espacio para las reuniones. A pesar de también ser una catara, en los últimos tiempos ella rara vez comparecía a los encuentros. Pero, esa noche , la madre Helene ya estaba allá, junto con un notario, dos campesinos y un monje, que había salido a escondidas de su propio monasterio en el silencio de la noche . Antiguamente el grupo había contado con tres integrantes más . Eran todos hombres, excepto Claire y Helene. Cada cual había jurado fidelidad a la causa. También habían jurado hacer todo lo que estuviese a su alcance para la victoria contra el enemigo, personificado por Aimery de Segni. Sin embargo los otros tres integrantes habían desaparecido el mismo día en que William Belibaste había sido capturado. Y quién podría culparlos? Los cátaros eran perseguidos, su mundo secreto era un eco distante de los días de gloria del siglo pasado, cuando reinaban en Languedoc y lideraban congresos y consejos. Ahora no eran mas que una sombra pálida. La amenaza de muerte en la hoguera había sido suficiente para dispersar el grupo.
Desde la deserción de los tres, el padre Pedro siempre los había tranquilizado y alentado, llamándolos sus "bravos sobrevivientes". Con la astucia acostumbrada, el viejo templario había alimentado su lealtad y había fomentado su sed de venganza.
— Los otros volverán y traerán muchos compañeros consigo. Cuando hayamos organizado la rebelión, se unirán a nosotros. Y vamos a borrar la influencia de Roma y de París sobre Languedoc. En Breve, en muy breve, tomaremos posesión de esta grande tierra otra vez.
Ese sería el glorioso futuro. Mientras tanto , el pequeño grupo escuchaba la exclamación incrédula de su líder.
— El hizo qué?!! — le preguntó el padre Pedro, indignado.
Claire ya les había contado todo de una vez, pero repitió la historia.
— El conde de Segni me llevó al castillo. Me ordenó quitarme el hábito y vestirme como una doncella común. El mismo se encargó de proveerme las túnicas y los zapatos . Cosas simples, nada muy extravagante. Era como si su intención fuese llevarme a negar lo que soy .
El Padre Pedro le acarició la mano, en un gesto paternal.
— él no pode negar tu identidad catara, querida. El conde de Segni no tiene poder para eso. Vos sos una de nosotros, como siempre lo fuiste .
Los otros concordaron, asintiendo con la cabeza.
— El obispo dice que debo usar mis cabellos sueltos — prosiguió Claire. — Me mandó a avisar que debo vestirme como una doncella respetable, no como una monja, hasta que el juicio de Belibaste llegue a su fin. Me explicó que atraería menos atención si me vistiese como las otras muchachas, si actuase como ellas.
Aunque pronunciase palabras alentadoras, el padre Pedro sabía que la idea de soltar los cabellos de Claire y hacerla vestir ropas comunes no había nacido de Jacques Fournier. Por un instante el monje estudió los largos rojos y brillantes cabellos , los ojos verdes y los bellos rasgos del rostro delicado de su discípula. Y, por primera vez, experimentó una puntada de miedo. Compartida por los demás .
— Ellos nunca exigieron nada así antes — dijo Roger Aude, el notario y el más instruido del grupo. — La Inquisición nunca exigió que las mujeres abandonasen sus hábitos. Al principio de la persecución, insistieron en que abjurásemos de nuestras creencias, pero no nos impusieron un nuevo modo de vestirnos. Los cátaros siempre tuvieron sus propios conventos. Jamás fuimos forzados a cambiar la manera como nos vestíamos.



— Ustedes consideran que el conde de Segni, o el obispo, saben algo ? — los cuestionó Helene, superiora de Santa Magdalena. — Dudo que sea eso.
La abadesa se inclinó sobre la mesa de madera y miró a Claire. Las dos se conocían hacia años, desde a llegada de la pequeña huérfana al convento. En su ingenuidad y carencia afectiva , Claire frecuentemente había fantaseado con una familia perfecta, con el padre Pedro como padre, Helene como madre y ella como la hija amada. El tiempo se había encargado de destruir ese sueño. Había aprendido a aceptar el hecho que que un día sería una Perfecta y que, en su futuro, no habría lugar para criar su propia familia. En vez de marido e hijos, se dedicaría a sus deberes.
Helene, una mujer alta y delgada, rara vez había tocado a Claire. Pero, contrariando sus hábitos, tomó la mano pequeña entre las suyas.
— Son sólo ropas — dijo la abadesa. — Y las ropas no importan . No son las ropas lo que hacen a los cátaros. El exterior es irrelevante. La bondad viene del alma, del corazón. Sólo tienes que conservar el espíritu puro, mi querida. El resto no importa. Siempre recuerda eso.
El aire estaba húmedo y viciado dentro del reducto estrecho. Incómoda, Claire sentía la túnica nueva pegada al cuerpo.
— Hace calor aquí — comentó Guy, el pastor. — Es la manera de la naturaleza para prepararnos para arder en la hoguera.
Ante ese humor negro , los otros se rieron. Sin embargo Claire
estaba segura que, al día siguiente, sucederían más deserciones. Sería una cuestión de tiempo hasta que primer traidor apareciera.
— Es imposible saber realmente por qué esos extranjeros vinieron acá — los reprendió Helene. — Tal vez sólo quieran el castillo. La captura de Belibaste puede haber sido sólo incidental. Si, existe la posibilidad de que ellos quieran todo de nosotros. Pero tal vez no quieran nada.
— La Historia nos ha enseñado que ellos tomarán todo de nosotros — intervino Roger Aude — y cuando hayan tomado todo, todavía querrán más.
Extrañamente el padre Pedro se había mantenido silencioso durante el intercambio de palabras. Pero , como el líder, como el corazón valiente del pequeño grupo, era natural que buscasen su opinión. La voz del templario sonó baja, casi inaudible.
— El enemigo sospecha que estamos carca. Sospechan que Belibaste posee amigos secretos. Pronto esa sospecha se transformará en certeza. Pero seremos salvados por Claire. Ella usará el poder. — El viejo monje la miró fijamente sin sonreír. — Debes usar todos tus poderes contra ese hijo de Satanás, ese Aimery de Segni. El objetivo del infame es aplastar nuestra hermandad, y masacrar a los buenos y los justos. El es más peligroso que el propio Inquisidor y deseará vernos a todos muertos. Destruirá todo por lo cual luchamos y nos destruirá en el proceso, si no lo destruimos primero. El tiene que ser aniquilado. El conde de Segni tiene que ser muerto.
— Por qué ? — le preguntó la madre Helene. — Por que estás diciendo eso? Aimery de Segni no nos causó ningún mal. En verdad , tanto él como Jacques Fournier se han empeñado en asegurarle a Belibaste un juicio Justo. Si nuestro objetivo es liberar a Belibaste de forma pacífica, por qué usar violencia, matando a Aimery de Segni?
— Ya Expliqué que no había alternativa — replicó el templario secamente . — O el enemigo es destruido, o nosotros lo seremos. Ya se olvidó de las lecciones de nuestra Historia? Ya se olvidó de lo que sucedió aquí, en Montsegur? Centenas de los nuestros fueron quemados en las hogueras por causa de sus creencias. Mujeres y niños masacrados, sus cenizas esparcidas al viento sin al menos el consuelo de un entierro cristiano. No está claro lo que los ancestros del conde nos hicieron ? Se olvidó de nuestro pasado?
— Y usted se olvidó de nuestros objetivos? — rebatió la abadesa gentilmente. — Se olvidó de los motivos por los cuales somos buenos y Justos?
El Padre Pedro pareció perder la calma.
— Entonces prefiere ver a William Belibaste muerto? él es nuestro último Perfecto de sexo masculino. Qué nos sucederá sin Belibaste?
— Claro que no quiero ver a Belibaste muerto. Y haré todo lo que esté a mi alcance para liberarlo pacíficamente. Sin embargo él no es el último perfecto de sexo masculino. Usted lo es. Usted fue un sacerdote templario hasta unirse a nosotros, pero continuó siendo un padre. Y los sacerdotes son Perfectos, sabe eso tan bien como yo. Tiene el poder de administrar los sacramentos. En ciertos aspectos usted es más un verdadero Perfecto que lo que Belibaste jamás fue.
— Porque yo no me casé y Belibaste si .
Un silencio prolongado siguió a las palabras del Pedro.
— La esposa de él está viniendo para acá — dijo la madre Helene finalmente. — Belibaste pidió la presencia de la mujer y la Inquisición le concedió el consuelo de tenerla cerca. Probablemente ella ya atravesó las montañas de Haute Savoie y se encuentra cerca de Montsegur. El obispo Fournier nos pidió hospedarla en el convento. Y cuando ella llegue...
Ante esa noticia inesperada, todas las atenciones convergieron en la abadesa.
Juntos, comenzaron a trazar un plan.

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