sábado, 4 de septiembre de 2010

LA NOVICIA REBELDE - CAPITULO 7 - DEBORAH JOHNS

CAPITULO 7



El grupo de cátaros terminó de trazar los planes poco antes que el gallo cantase . Ansiosa por volver al castillo, Claire recorrió los pasillos silenciosos rápidamente, el padre Pedro siguiéndola de cerca. A veces el viejo templario se detenía, jadeante, la edad comenzando a pesarle. Aunque parase para esperarlo recuperar el aliento, la novicia no veía la hora de estar afuera de esas paredes. El convento siempre había sido su hogar, pero ahora el peligro a rondaba allí dentro. Deseaba la soledad de sus aposentos en Montsegur.
— Sé que todo esto te está preocupando — dijo el padre Pedro — pero se trata de un hecho consumado. Tu celda en Santa Magdalena será ocupada por la esposa de Belibaste. Fuiste apartada de nuestro convivencia , pero sabremos sacar provecho de eso. Nada nos sucede que no podamos transformar en un punto a nuestro favor. Siempre te dije eso porque es verdad.
Claire estaba tan cansada. El cielo comenzaba a clarear. Necesitaba regresar antes que su ausencia fuese notada. Además tendría largas horas de trabajo por delante . Pero el padre Pedro parecía deseoso de conversar.
— Sé que todo te está preocupando — él repitió. — no te olvides que somos capaces de transformar las situaciones y usarlas en nuestro beneficio. Nada sucede que no sea para el bien de los Perfectos. Somos capaces de usar cualquier cosa.
Usar? — La elección de esa palabra la perturbó. Nunca había pensado en la hermandad “usando” algo. Nunca había pensado en los cátaros de
ese modo. Sin embargo quien le hablaba era el padre Pedro, a quien debía escuchar y obedecer. — Qué debemos usar? — preguntó, cautelosamente.
— Debemos usarte a vos — el templario susurró — Porque Aimery de Segni te desea.
— El conde me desea ? — a pesar de la sincera incredulidad, muy en el fondo había sabido lo que el monje diría antes que las palabras saliesen de su boca.
— Aimery de Segni te desea como un pasatiempo, como un juguete — el padre Pedro prosiguió serenamente . — Como enemigo, no puede verte como a mujer que sos , perteneciente a la Hermandad de los Buenos y Justos. Vos estás consagrada a algo que él jamás será capaz de comprender. Pues hombres como Aimery de Segni, que siguen los planes salvajes del rey de Francia, son bárbaros. Muy diferentes a nosotros dos y al pueblo de Languedoc. Gente como Aimery de Segni está acostumbrada a robar, saquear, a tener lo que desea a cualquier costo. Pero el conde jamás te tendrá. El no podría. Estás consagrada a Dios y serás una Perfecta. Aunque eso no significa que no podamos usar a ese arrogante.
— Y en cuanto al plano de la madre Helene para liberar a Belibaste por medios pacíficos? Sin duda va a funcionar. Si trabajásemos a través de la esposa de él. ..
— El plan de Helene fracasará. Ella no conoce la perfidia del enemigo con el cual está lidiando y yo si . Créeme , niña, reconozco el mal cuando lo veo. Y tienes que creer en eso, más que en cualquier otra cosa que hayas creído en el pasado — continuó el viejo templario, un brillo frío en la mirada . — Debes usar tu poder contra Aimery de Segni para salvar a William Belibaste, para salvar todos nosotros.
El Padre Pedro suspiró profundamente y retiró un atado de hierbas del bolsillo del hábito.
— Qué es? — Claire preguntó.
— Algo que te ayudará como me ha ayudado en un momento de gran necesidad. Sólo debes concentrarte en el conde de Segni, de la manera que siempre te enseñé . No será difícil. Obviamente él quiere tus atenciones y tu deber es satisfacerlo. Por los cátaros y por vos misma. Sólo intenta recordar lo que los francos del norte le hicieron a tus padres. Como, por obra de esos infames, vos quedaste huérfana . Ahora es tu oportunidad de controlarlos.
"Primero 'usar' y ahora 'controlar'. ? Eso es lo que realmente elijo para mí ? ? Es lo que quiero?"
— Tus padres murieron trabajando para restaurar la gloria de los cátaros. Ellos murieron para que vos pudieses ser una Perfecta, miembro de la hermandad de los Buenos y Justos.
Claire sacudió la cabeza lentamente, como para aclarar su mente.
— No lastimaré nadie . No derramaré sangre.
— No habrá ningún derramamiento de sangre! — el Sacerdote exclamó, obligándola a aceptar el atado de hierbas.
— O tal vez sólo un poco, si somos capaces de liberar a Belibaste antes que el inquisidor lo condene a la hoguera. Esas hierbas van a ... Ayudarte. Ellas le permitirán dirigir, con mayor facilidad, los pensamientos de Aimery de Segni a un punto que nos conviene . Ese es el único efecto de las hierbas, direccionar los intereses del conde.
La mente de Claire vagaba. Se veía , todavía niña, corriendo por entre las llamas. Alguien la agarraba, alguien la arrastraba. ..
Mamá!
— Recuerda eso — padre Pedro insistió, a voz sonando nuevamente mansa y baja, como la del templario que, años atrás, la había salvado del frío y el fuego, llevándola a Montsegur. Otra vez él tenía la mirada tierna de ese a quien debía a vida. — Pero debes usar tus poderes también. Esas hierbas no son nada sin vos. Tienes que entrar en la mente de Aimery de Segni, del modo en que siempre practicamos. Concentrate. Tienes que descubrir lo que él trae escondido dentro de su alma.
Sin mucho entusiasmo, Claire concordó.


— Diga su nombre a este tribunal.
— Soy Arnold Sicre. — y luego más alto, como si la criatura baja y delgada sentada delante del inquisidor de repente se tornase segura de si mismo . — Soy Arnold Sicre.
Se trataba de un nombre común, un típico aldeano .
— Es el responsable de traer a William Belibaste de vuelta a Languedoc?
— Soy el responsable de traer a un hechicero y a un traidor al banco del os reos! — el campesino anunció en medio de los súbitos murmullos . Todavía era temprano, pero los caballeros y los soldados del conde de Segni ya se hallaban a un paso de la embriaguez, debido al tedio.
Irritado, Aimery levantó la mano y sus comandados se silenciaron.
— Prácticas de hechicería todavía no fueron probadas — dijo Jacques Fournier con firmeza —, y mucho menos traición. Le aconsejo tener cuidado con la elección de sus palabras.
El hombre asintió y se hundió en la silla.
Se existía un traidor allí, Aimery pensó, apuntaría a Arnold Sicre. El delator de mirada cruel daba la impresión de haber sido criado para desempeñar tal papel en la vida. Menudo , la cara llena de cicatrices, herencia de alguna enfermedad , él poseía la estructura física de quien había tenido una infancia pobre y ahora se aferraba a la oportunidad de conocer la fortuna. No dudaba de que ese traidor pasaría a vivir suntuosamente en un futuro próximo. De acuerdo con rumores insistentes, el obispo le había prometido una fortuna en monedas de oro a cambio de apoyo para llevar al último Perfecto cátaro a juicio. Durante años Jacques Fournier había perseguido a Belibaste y su captura representaba un éxito. Un éxito capaz de elevarlo del obispado al trono papal.
Todos lo sabían, sobretodo Arnold Sicre, quien le sonreía a su benefactor mientras continuaba:
— De hecho, siempre estuve del lado de Roma y de París. Y mi...
Tal vez debido al tono monocorde del testigo, o al calor sofocante del salón, Aimery se distrajo , relegando a un segundo plano, por lo menos por algunos minutos, el relato de Arnold Sicre. Su atención estaba volcada a la joven escriba. Aunque Claire diese la impresión de estar sumergida en el trabajo, y ni siquiera levantase la cabeza del pergamino, Aimery estaba seguro que ella lo estudiaba con a misma intensidad con la cual la observaba. Claire de Foix representaba un enigma, un desafío. Y hacia mucho que no se deparaba con un desafío intrigante . Ella parecía dócil, sosegada, obediente. Pero el instinto le decía que no era esa su verdadera naturaleza. Su verdadera naturaleza estaba escondida a los ojos del mundo. Ansiaba oír lo que Minerve le diría sobre la novicia. Intuitiva, su hermana siempre había sido buena conocedora del carácter de las personas.
— Encontré a William Belibaste exactamente donde vuestra Eminencia, obispo... Donde me dijeron que él estaría — prosiguió Arnold Sicre. — había un grupo secreto de cátaros escondidos en Sabartès, en las tierras de los reyes de España. Belibaste era el Perfecto del grupo, el encargado de administrar sacramentos.
— Un Perfecto es una especie de sacerdote?
— Se supone que si — replicó a testigo. — Yo no tenía ninguna conexión con las creencias de esos herejes, hasta que me uní al grupo temporariamente. Y ya me he olvidado de todas sus creencias malditas.
— Se encontró con los cátaros por casualidad?
— El grupo estaba donde vuestra Eminencia me dijo que estaría — otra vez el mismo desliz que Sicre se apresuró a corregir — donde me dijeron que estaría, en una pequeña aldea llamada Axles-Thermes.
Durante algunos segundos no se oyó nada en el salón, excepto el deslizar de la pluma de la escriba sobre el pergamino.
— Prosiga — ordenó el obispo al testigo.
— Cuando los encontré , ellos se convencieron fácilmente de mi sinceridad. Los cátaros estaban dispuestos a creer en cualquiera. Después de todo , pasaron un siglo siendo perseguidos y vivían escondidos como conejos asustados. Estaban ansiosos por creer en cualquiera que les diese esperanza. Y yo , por supuesto me aproveché de la situación, me mostré comprensivo. Mis antecedentes eran excelentes, no había razón para alguien dudase de mis buenos propósitos. La Inquisición condenó mi madre, Sybil Bayle, a la hoguera. Belibaste y sus seguidores sabían eso. Mi hermano, Pons, había formado parte del círculo íntimo de los Perfectos. Cuando aparecí en medio de los herejes de Axles-Thermes, me consideraron una bendición. Nadie cuestionó mi súbita aparición. Nadie me interrogó.
— Y no preguntaron nada sobre su padre ? El campesino se encogió de hombros .
— Eran muy crédulos. Le Digo con toda a certeza, ellos querían creer en mí . Además, no creo que supiesen que mi padre se había vuelto en contra de la fe catara. Los refugiados de Axles-Thermes no parecían saber que mi padre solemnemente había abjurado de sus creencias y que había ayudado a organizar la masacre de los cátaros en Montaillou. — Otra vez Arnold Sicre se encogió de hombros , como se hablase de algo aburrido y sin importancia. — Debe haber sido difícil para mi padre tener a una Perfecta como esposa. El debería haber preferido carne caliente para calentarlo de noche , en vez de la fría perfección.
Risotadas hicieron eco en el salón abarrotado.
Satisfecho con la atención obtenida, el testigo paseó la mirada por los presentes, pero sin detenerse en Willliam Belibaste, silencioso y encadenado al banco de los reos.
— Tenía conocimientos suficientes de las creencias cátaras como para hacerse pasar por un de ellos? — indagó Jacques Fournier. — Si, aunque no soy un hereje.
— Fue así que consiguió engañarlos, inclusive a William Belibaste?
Sicre sacudió la cabeza .
— Belibaste sabía menos sobre esas creencias que yo . Vuestra Eminencia se olvidó que él es un asesino condenado? A pesar de que las relaciones sexuales están prohibidas para un Perfecto, Belibaste engendró un hijo. Vuestra Eminencia no se acuerda de eso?
— Me acuerdo de todo — declaró Fournier.
— Claro que si, claro.
— Prosiga, por favor.
Sicre fijó la mirada en el obispo Fournier evitando, a todo costa, enfrentar a Belibaste, porque el prisionero no dejaba de mirarlo ni por un solo instante.
— Los cátaros me recibieron con los brazos abiertos. Pensaron que yo sería fácilmente convertido. Me aceptaron de inmediato.
— Belibaste lo aceptó ? — insistió el inquisidor. La vacilación del testigo era evidente.
— No, no al principio. Y después con escepticismo. Era como si él supiese...
"Que yo iba a traicionarlo", pensó Sicre.
— Que había algo mal en mí — continuó Sicre. — Y naturalmente lo había. Yo comprendía poco de las creencias y las prácticas de los cátaros. Sólo conocía aquello que vuestra Eminencia... , es decir , lo que me explicaron antes de mi misión. Cometí muchos errores. Pero los otros integrantes del grupo creyeron en mí y pronto me ofrecieron su amistad. Me consiguieron un trabajo de aprendiz de carpintería en los alrededores de la aldea de Saint Matieu, lo que me dejó tiempo libre para comparecer a las reuniones secretas en la pequeña casa de Belibaste.En pocos meses fui aceptado en el círculo de la comunidad catara. Permanecí allí durante años y trabajé duro. Me hice muy amigo del Perfecto. Muchos llegaron a considerarme su sucesor natural.
— Y , mientras tanto, durante todo ese tiempo...
— Durante todo ese tiempo yo tenía mi misión, la cosa más importante para mí — dijo Sicre, moviéndose inquietamente en la silla. — Yo no alimentaba dudas sobre quien merecía mi verdadera lealtad. Después de algunos años, empecé a hacer comentarios sobre que extrañaba a mi familia, a quien había abandonado al partir de Languedoc. Les Conté sobre una tía viuda , muy rica, y mi bella hermana. Les conté cuanto las amaba. Enfaticé cuan ricas eran . Me Lamenté por haberlas dejado sin que tuviesen el socorro espiritual que yo había encontrado en Cataluña. Confieso que fue muy fácil convencer a los cátaros de la sinceridad de mis palabras.
Jacques Fournier carraspeó.
— Al final, el propio Belibaste sugirió su regreso a Languedoc a buscar a su familia?
— El me convenció de venir a buscarla. Me Explicó que una joven virgen sería bienvenida a la comunidad, especialmente siendo rica.
— En esta época el reo ya confiaba en usted? — el obispo preguntó secamente .
— Completamente. — Sicre sonrió y se sentó más cómodamente en la silla dura. — Parté de Axles-Thermes con destino a Languedoc y estuve fuera por muchos meses. Cuando volví , compartí las tristes noticias. Mi tía estaba demasiado enferma como para viajar y mi hermana había decidido permanecer en Languedoc para cuidarla . Oh, si , expliqué que la enfermedad de mi tía era fatal y que la pobre vieja estaba al borde de la muerte, y que necesitaba del consuelo espiritual de un Perfecto.
— Por lo tanto , ella necesitaba la presencia de Belibaste. — un silencio pesado le siguió a las palabras del inquisidor.
William Belibaste era el único Perfecto que quedaba , por lo menos el único del cual tengo conocimiento — afirmó Sicre. — Lo Incentivé a cruzar las montañas usando el argumento de que mi tía lo recompensaría generosamente por sus servicios de sacerdote. Le hablé decenas de veces sobre la herencia que mi hermana recibiría. Los cátaros quieren dinero, en verdad, necesitan dinero. Al volver de mi visita a Languedoc, llevé conmigo muchas monedas de oro e hice que la Navidad de ese pobre grupo fuese algo memorable. Una bella navidad, porque sería la último para muchos de ellos.
— Y luego , entusiasmado por sus palabras, el reo vino a Languedoc?
— Si . Aunque muchos, a esa altura, tuviesen dudas respecto a mí y se mostraron contrarios al viaje . La esposa de Belibaste, en particular, siempre me odió . Nunca pude conquistarla. Ella le recordó a su marido que, años atrás, él casi no escapara con vida de Languedoc. Le Suplicó que tuviese cuidado. Y Belibaste tuvo cuidado tal vez le instinto lo alertaba del peligro. Pero su propio carácter resultó ser su mayor enemigo. Una anciana necesitaba de consuelo espiritual y él era el último Perfecto. El hecho que esa mujer fuese rica traería un beneficio extra a los empobrecidos cátaros.
— El reo no fue forzado a dejar a Cataluña?
— Forzado? No. — dijo Arnold Sicre . — Yo lo engañé como el mejor .
En ese momento Claire levantó la cabeza y su mirada encontró la de Aimery. Por una fracción de segundo, los ojos de la novicia revelaron el odio que la consumía. Entonces , sofocando las emociones, la joven escriba retomó su semblante plácido que le era característico.
Arnold Sicre se mostró cansado después de la larga exposición y el tribunal entró en receso hasta el día siguiente. Mientras retiraban al prisionero del salón, Aimery buscó a Claire con la intención de acompañarla a sus aposentos. Sin embargo , la novicia parecía haber desaparecido en medio de la multitud, arrastrada por el caos reinante.
— Maldición ! — el conde insultó entre dientes .
— Ese insulto está dirigido a mí, mi lord ?
Al darse vuelta , Aimery se encontró con su hermana, quien le sonreía afectuosamente.
— De ningún modo . Verte es siempre un placer y me hace sentir más cerca del paraíso.
Minerve se rió con ganas.
— Creo que has pasado tiempo demasiado en esta tierra de trovadores, querido hermano, a pesar de eso no haya servido para ayudarte con el talento de crear de versos románticos.
— Creo que nunca seré un caballero típico de Languedoc. — Aimery tomó el brazo de su hermana y la condujo a la salida del salón. — No poseo una vena poética.
— Y no te hace falta. Es refrescante estar lejos de los versos vacuos y falsos, especialmente cuando acabo de pasar tantos meses en París.
Bastó la simple mención de la capital francesa para que Aimery sintiese un aprieto en el pecho. Sin embargo , no le quedaba otra alternativa mas que llevar la conversación adelante.


— Cómo estaba París? — preguntó después de alguna vacilación. — E Isabel de Valois?
— Tu prometida?
Los dos se hallaban en uno de los pasillos del castillo ahora. La multitud se había dispersado , pero el aire continuaba siendo opresivo, viciado. Todo lo que Aimery quería era refugiarse en un lugar fresco. Estaba preocupado por su hermana, ya en el final del embarazo. Minerve estaba inmensa y también exuberante. Cuántas mujeres, cercanas a la fecha de parto se habrían atrevido a atravesar la mitad de Francia?

Ella le había escrito :
Es necesario estar en Montesegur. Después de tantos hijos varones , Huguet tiene derecho de ver a su hija nacer. Como mi marido no puede venir a mi encuentro, yo iré al encuentro de él.
“Como si alguien tuviese la esperanza de que naciese una niña”, el conde pensó, acordándose de la conversación reciente con su cuñado. Huguet compartía la opinión general según la cual Minerve de Montfort produciría el más un bello y robusto niño.
— Cómo están los chicos? — él preguntó, siendo recompensado con un relato minucioso de las actividades de los sobrinos. Rupert, el mayor y su ahijado, a los seis años había comenzado el entrenamiento para ser paje , ya habiendo demostrado inmensa habilidad en el manejo de la espada de madera. Edoard y Guy adoraban el arco y la flecha y la primera palabra de pequeño Simon, Minerve juraba, había sido "torneo".
— Lo dijo tan claramente y apenas tenía dos meses! No te rías , Aimery! Un día Simon estará liderando las listas de vencedores de todos los torneos del país. Mi hijo será el mas grande caballero de entre sus pares y vos verás como es verdad lo que te estoy diciendo ahora. Lo siento en mis huesos.
— E Isabel? Te encontraste con mi futura prometida en París?
— Tu prometida — repitió Minerve, sin sonreír. Tomando la mano de su hermano, lo llevó a un rincón cerca de una ventana, donde gozarían de privacidad y de un poco de aire fresco. Los otros, aprovechando el receso del juicio de Belibaste, se habían retirado para una breve siesta , o estaban ocupados tomando un almuerzo rápido.
— La viste? . Cómo está ella? — insistió el conde.
Los dos eran tan parecidos! Y no sólo porque poseían los mismos cabellos rubios y los mismos ojos increíblemente azules. Había Bastado que Aimery viese a su hermana fruncir la frente para tener certeza que Minerve prefería no discutir el tema Isabel. Y él tampoco se interesaba en saber noticias de su futura prometida. La hereda de Valois había perdido la poca importancia que había tenido en su vida en los últimos meses. Las cosas habían cambiado mucho. No sólo no quería saber noticias de la mujer a quien debería desposar, sino que no toleraba pensar en esa unión . El hecho era que nunca había estado enamorado de Isabel. Se trataba de una unión de conveniencia. Afortunadamente , en su círculo, el amor en el matrimonio no era necesario, ni siquiera la aprobación mutua. Y ese había sido el punto sobre el cual él y Minerve siempre habían divergido.
— Vos y yo casi no tuvimos oportunidad de conversar a solas desde que llegué a Montsegur. Creo que Isabel es el motivo de nuestra reticencia. Yo , no quiero hablar. Vos, no quieres escuchar. Claro que la vi en el Palacio del Louvre. Después de todo , no es un lugar tan grande. E Isabel es tu prometida , me guste o no .
— Mi futura prometida — Aimery la corrigió. — Todavía no terminamos de finalizar los arreglos. Hay cuestiones económicas, cuestiones que resolver sobre las tierras que Isabel recibirá de los Valois como dote. Los abogados y los banqueros de Lombardia están trabajando en el asunto.
— Tu futura prometida — Minerve repitió obedientemente . — En verdad, la vi con frecuencia. El Louvre no es un castillo enorme y las personas pierden un poco de privacidad. Especialmente cuando, como Isabel, no dan la menor importancia a la discreción.
— O sea, que no disimulan sus acciones?
La heredera de Valois me pareció bien.
- Te Pareció bien ? — no era típico de Minerve utilizar palabras vagas . Así como no era típico de presionarla. Pero fue lo que hizo. — Dijiste haberla visto con frecuencia.
— Si, nos vimos con frecuencia. Pero, no nos hablamos con frecuencia. Teníamos intereses diferentes. Amigos diferentes.
Aimery condujo a su hermana a una silla y la ayudó a sentarse. Cuando Minerve comenzó a abanicarse y abrió la boca para quejarse del calor, el conde la interrumpió, yendo directo al punto.
— No quiero escucharte discurrir sobre los incomodidades del verano. Quiero escuchar lo que no quieres contarme sobre Isabel.
Durante algunos segundos los dos se miraron en silencio.
— No tengo nada que agregar mas allá de lo que ya sabes — dijo Minerve, sin dejar de mirarlo. — Isabel es... lo que es. Vos no la elegiste por ser un modelo de virtud.
Aimery se sentó también, sin saber por qué insistía en discutir algo que siempre había sabido . Tal vez porque sus dudas sobre ese casamiento hubiesen aumentado, en vez de disiparse.
— Cuéntame eso que no quieres contarme, hermana. Sentada en el borde de la silla, Minerve siguió vacilando .
Nunca había aprobado los chismes típicos de la Corte y le desagradaba comentar sobre la intimidad ajena.
— Hablaré francamente — se decidió finalmente. — Los Valois, la familia de Isabel, subieron al poder inesperadamente. Nadie jamás había imaginado que el tío de ella, algún día, subiría al trono como Felipe VI. Sabes que él es llamado "el rey casual ", porque fue llevado al trono en una emergencia, por falta de otra opción. Antes, Isabel era sólo una prima distante del rey de Francia. Ahora, con la ascensión de Felipe, es la sobrina del rey. Y es una mujer demasiado tonta como para estar tan cerca del poder. El conde se encogió de hombros y dijo:_ Isabel no es una jovencita frívola. Ya estuvo casada y enviudó . El tío, el rey, es muy piadoso, dicen que llega a ser obsesivo. El único objetivo de Felipe es conseguir comprobar su visión beatífica. El quiere saber si los santos ven a Dios inmediatamente al llegar al Paraíso. Y amenazó con excomulgar al Papa, si este discordase con sus ideas! Esa es la familia de Isabel, el medio de donde ella viene .
— Crees que yo me prestaría a esparcir rumores ? — Minerve preguntó sin alterarse.
Aimery sacudió la cabeza , no teniendo dudas sobre la naturaleza de lo que estaba por escuchar.
— Me lo pediste y te voy contar lo que presencié . Diré sólo aquello que vi — prosiguió Minerve, una expresión grave en el rostro. — Los amigos de Isabel no son los mejores. Guy de Guinne, Raoul de Perceval, Eustache d' Alembert. Vos has pasado algún tiempo en la Corte. Has escuchado historias sobre todos. Sabe qué tipo de hombres son. Pues fueron esos amigos íntimos que Isabel eligió al llegar a la Corte y de los cuales nunca más se separó. Los rumores se esparcieron... Especialmente cuando el marido de ella murió. Hasta el día de hoy se comenta que Isabel envenenó a su marido porque el infeliz se oponía al estilo de vida que ella llevaba abiertamente en la Corte, con sus compañías masculinas.
Aimery había oído los rumores, pero había preferido ignorarlos. Isabel era joven y muy rica, un objeto fácil de convertirse en blanco de la envidia. Pero no podía ignorar lo que a hermana le estaba diciendo ahora.
— Isabel vive con Eustache d'Alembert, bajo las narices de la joven esposa de él y bajo las narices de su futuro prometido. Todos saben que Isabel es amante de Eustache hace años. En verdad fue el conde quien decidió dar la fiesta.
— Qué fiesta?
- La fiesta para celebrar tu compromiso.

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