jueves, 23 de septiembre de 2010

CUESTE LO QUE CUESTE - CAPITULO 11 - DONNA MACQUIGG

CAPITULO 11





Los días que siguieron fueron lluviosos y mantuvieron a Elise encerrada en el castillo. Pero , desde la llegada de William, la agitación y el alboroto de las mujeres en la torre sur la mantenían ocupada, William por su parte se involucró en la terminación de la construcción de la empalizada, a pesar de la lluvia sin tregua. Al principio de la quinta semana la obsesión de su marido por la empalizada comenzó a preocupar Elise. Todas las noche él volvía exhausto, a pesar de que nunca se quejaba . Y para su sorpresa, él le pidió que le enseñase a leer bajo la luz de una docena de velas, el guerrero fue introducido al mundo de las letras de la mano de Elise. Cuando finalmente iban a la cama, William tomaba a su esposa en sus brazos y le contaba sobre el día, casi siempre quedándose dormido antes de terminar.
En la oscuridad de la noche , Elise se dejaba perder en sus pensamientos, imaginando como sería retribuir el amor que ese hombre le daba sin restricciones ni reglas. Pero acababa durmiéndose , pesando que tal vez un día, quizás , lograría entregar su corazón. Y cuando los primeros rayos de sol invadían los aposentos de la pareja , junto con eso venía un olor a peligro mezclado la humedad caliente del aire. Como si ejecutase un ritual, ella tanteaba el lado de la cama de William, sabiendo que sólo encontraría el frío, pues su marido salía temprano para unirse a los hombres en la lucha contra el clima .
Las semanas se transformaron en meses. Los días calientes del verano se fueron transformando en días frescos de otoño a medida que los campos de trigo eran pintados de un amarillo dorado. Los árboles frutales fueron rodeados por planchas de madera para mantener sus ramas protegidas de los vientos. Zapallos , zanahorias, batatas y nabos eran transportados a la despensa del castillo en cestos enormes para ser almacenados para el invierno. Azúcar y especias fueron comprados a mercaderes, así como otros elementos que serían indispensables para el largo y riguroso invierno. El trabajo en la empalizada proseguía, cercando la villa y los campos como si fuese una gran serpiente. Casas de barro eran construidas y cubiertas de paja , dos nuevos pozos fueron cavados, y corrales y jaulas fueron armadas para albergar a los animales.
Pero todas las veces que Elise intentaba hablar con su marido sobre cuáles eran sus planes, él la eludía, contándole solamente medias verdades, siempre escapándose antes que ella pudiese profundizar.
Después de días de espera, Elise vio su oportunidad de llegar a estar a solas con su cuñado, en la mesa durante el desayuno.
— Robert, sabes como fue el desenlace del episodio de la poción en el agua de Baynard?
— Si .— el muchacho respondió con una sonrisa amplia . — Fue un éxito. Supimos que fueron tomados por sorpresa y que los soldados pasaron días en la cama.
Elise no quería imaginar la cara de Baynard viendo a su ejército abatido por un mal desconocido.
— William esperaba ganar más tiempo, pero Baynard y sus hombres ya están recuperados, y de acuerdo con la información que recibimos, el viejo planea sitiar D'Auvergne durante la cosecha.
Asustada, Elise casi se atragantó.
— Pero Baynard también tiene una cosecha de que ocuparse . Como cuidará de sus campos si todos los hombres son convocados para la guerra?
— William cree que él traerá solamente mitad del ejército de D'Auvergne. La otra mitad se quedará trabajando en la cosecha.
— Tu hermano reveló cuáles son los planes para la guerra? —- Ante la ausencia de respuesta, ella prosiguió : — Seguramente él tiene un plan o no ?
Robert levantó una ceja.
— Pensé que él te había contado algo .
— No me contó nada — ella respondió, sintiéndose dejada de lado.
— Mi hermano es un hombre inteligente — Robert dijo orgullosamente . — Pero Baynard no es un idiota . William cree que él va a contratar mercenarios irlandeses.
— Por el amor de Dios! Cómo podremos defendernos contra un ejército dos veces mas grande que el nuestro, enfrentando mercenarios sin honor? — Robert terminaba el desayuno como si nada malo estuviese por suceder. — Mercenarios irlandeses! — ella repitió, horrorizada.
— No debes preocuparte . La empalizada mantendrá a Baynard y a los mercenarios a distancia .
— William no puede permitir que ellos se acerquen a D'Auvergne. — Elise miró a Robert como si él se hubiese vuelto loco.
— Créeme , esa es la mejor salida. Todos estaremos sanos y salvos aquí adentro. Es Baynard quien tendrá que pasar el invierno en un campamento, durante el asedio. No tendrá comida suficiente para alimentar a todo ese ejército por mucho tiempo. — Robert tomó un trago de sidra y se limpió la boca con la manga de la camisa. — William me dijo que no debía preocuparte con esos temas por el bebé.
— Cómo quiere que no me preocupe? — Elise preguntó furiosa con la frialdad con que Robert trataba una situación extremamente delicada.
Mi hermano cuidará de nosotros, mi lady . El es un excelente estratega.

Angus miró por encima de su hombro a los dos hombres que estaban a su espalda , amenazándolo con una lanza. El había venido a intentar proponer un acuerdo a Baynard, pero todo lo que había logrado había sido pasar una semana encerrado en un celda húmeda y oscura. Rascándose los cabellos y la barba, llenos de piojos que se había agarrado de la pila de paja donde había dormido , él seguía ansioso por conocer al infame lord Baynard.
En el salón principal del castillo, el escocés miró de soslayo al hombre que estaba sentado en una enorme silla forrada en terciopelo. Los cabellos eran casi tan rojizos comos los suyos, pero más cortos. Y a pesar de tener más de cincuenta años, el hombre tenía una estructura física fuerte.
— Lord Baynard, presumo? — Angus esperó a que el lord finalmente respondiese con un asentimiento. — Vine para hagamos un trato.
— Y por qué yo querría hacer un trato con un sujeto como vos? — Baynard preguntó, retorciendo el extremo del bigote.
— Porque creo que usted codicia el castillo de la bruja, y yo puedo ayudarlo a conseguirlo . — Angus se rascó la cabeza, y luego examinó sus uñas antes de retomar la conversación. — Usted no tiene posibilidad de vencer a MacDarrin sin a mi ayuda.
— Por qué piensas eso, escocés de mierda ?
— Sé cómo funciona la cabeza de ese hombre. Ya lo ha derrotado una vez. — Angus miró directamente a los ojos de Baynard. — Sé que él lo derrotará nuevamente... A menos que escuche lo que tengo para decirle.
— Y qué garantía tengo de que no fue el propio MacDarrin quien te envió para espiarme?
— Le doy mi palabra de escocés. — La expresión de Angus se arrugó cuando Baynard inclinó la cabeza hacia atrás para reírse.
— Sería lo mismo que oír al diablo garantizarme que tendré un lugar en el cielo.
— Estoy seguro que no se va a reír así cuando William le corte la cabeza con una espada. — Angus ni siquiera parpadeó cuando uno de los soldados lo tocó con la lanza.
— Y cómo quieres que crea en tu palabra de que no me vas a traicionar ?
— Mi lealtad hacia MacDarrin terminó cuando él se casó con esa perra.
— Si — Baynard pensó . — Y ahora resolviste jurarme lealtad a mí ?
— Si . Por un precio, por supuesto. — Una vez más el lord se rió, pero la risa no tenía una gota de humor.
— Bien . Y cuál sería tu precio, escocés?
— Un precio justo. Oro, caballos y la garantía de un viaje de vuelta a Escocia con toda seguridad.
— Y todo lo que tendré que hacer es escuchar tu plan ? — Baynard sacudió la cabeza e hizo una señal para que los guardias se llevasen a Angus. — Dispenso tu oferta, yo ya tengo un plan .
Inesperadamente , Angus tomó la lanza de un soldado y la aproximó a la cara de Baynard.
— Apártense, o él será un hombre muerto — Angus amenazó entre dientes. Todos retrocedieron. Confiado de que no sería atacado, Angus encaró a Baynard.
— Creo que un hombre en su posición debería oír lo que tengo para decir.
Baynard asintió, haciendo una seña a los guardias para que bajasen las armas, y sólo entonces Angus bajó la lanza.
William es un guerrero dos veces mejor de lo que soy yo . Nunca subestime al enemigo, mi lord . Pensé que después de lo que le sucedió, ya había aprendido eso. Pero no importa. Con mi plan , D'Auvergne será suya .

En los días que siguieron , Elise hizo lo que pudo para contener la lengua y no hacer ningún otro comentario sobre la maldita empalizada. Cuando finalmente quedó terminada, la imponente estructura de madera rodeó toda la villa, una buena porción de las plantaciones y los corrales. Era como si del otro lado de ese muro existiese otro mundo, totalmente diferente de la pequeña ciudad encerrada. William persuadió a su esposa de hacer un paseo para que pudiese mostrarle como funcionaba el nuevo sistema de defensa.
— Alquitrán y estiércol ardientes serán lanzados sobre el enemigo , en caso que ellos se aproximen . La empalizada alta no permitirá que vean lo sucede de este lado . Los hombres de Baynard no podrán trepar tan alto. Si comenzasen un incendio estamos preparados para contener el fuego antes que se extienda.
— William — Elise comenzó a decir —, debemos conversar seriamente sobre tus planes. — Su marido sonrió y la abrazó por la cintura.
— Me doy cuenta que estás preocupada, pero no hay motivo. Mi plan funcionará, por más loco que te parezca.
Elise colocó las manos contra el pecho de William, apartándolo.
— No creo que asustaremos a Baynard si permanecemos escondidos detrás de esta empalizada. — Ella sabía solamente por la mirada de William que la elección de palabras había ofendido a su marido.
— No estaba planeando esconderme del hombre. Desde lo alto de estos baluartes, tendremos una ventaja...
— Baynard simplemente construirá escaleras para saltar la muralla y usará flechas incendiarias para quemar todo lo que hay aquí adentro.
William arqueó las cejas oscuras.
— Ya te dije que estamos preparados para controlar un incendio. Tenemos un río corriendo a nuestros pies. Nuestros pozos no se secarán . Pusimos barriles con agua esparcidos en puntos estratégicos. Ves algún arbusto o árbol lo suficientemente cerca como para ser quemado ? No. Todo el terreno fue limpiado. — William señaló unos pequeños agujeros a lo largo de la empalizada. — Ves esto? Son hendijas para disparar flechas. Mis soldados detendrán a cualquier hombre que intente prender fuego a la empalizada.
Elise tuvo un acceso de rabia.
— Parece que no quieres escuchar la voz de la razón. — ella le dio la espalda y partió pisando firmemente.
Cuando William logró alcanzarla, ella ya se había alejado de la empalizada y estaba yendo en dirección a los campos de trigo. En vez de usar la senda, escogió el camino más corto hasta la entrada de la antigua muralla que rodeaba el patio de D'Auvergne.
— Todavía no terminé de hablar con vos ! — William la seguía furiosamente . Pero su esposa terca se negaba a mirar atrás.
— No quiero escuchar nada más . Firmamos un acuerdo y vos me diste tu palabra. Juraste proteger a D'Auvergne. Y debes hacer eso!
William retuvo a Elise por el brazo, forzándola a mirarlo.
— Fue lo que prometí, y es lo que haré.
— Entonces lucha contra Baynard como ya lo hiciste — ella le pidió , frunciendo el ceño al ver la expresión de su marido oscureciéndose.
— Sos un guerrero, un líder escocés. Derrotaste a Ranulf, y él era el lord más poderoso de toda a Northumbria. Puedes derrotar Baynard. Pero hazlo lejos de aquí.
William miró a su esposa durante un largo y tenso momento. Reconoció que Elise estaba dispuesta a sacrificarlo a él y a sus hombres con tal de retener D'Auvergne. Había sido un idiota por haber pensado lo contrario. La ira, entonces, cedió lugar a una determinación fría de cumplir lo que ella llamaba su obligación.
— Cuando me casé con vos — el tono del hombre era sereno —, prometí protegerte , en parte para salvar la vida de mis soldados, y también porque vi en vos a una joven asustada y desesperanzada, escondida bajo una falsa coraza de coraje. Pensé que podría ayudarte y para eso acabé traicionando a mis hombres, negándoles el derecho a compartir las ganancias de la conquista como siempre hemos hecho ; dejé de lado mis sueños para transformar los sus en una realidad. No contaba con que el hecho que iba a entregar mi corazón. — Sujetó a Elise por los hombros y la empujó más cerca . — Yo te amo, Elise. Pero ahora quiero algo a cambio. Quiero oír que vos también entregaste tu corazón, que me amas más que a este maldito castillo. Quiero oírte decir que serías capaz de dejar todo esto y seguirme a donde quiera que yo vaya.
Elise sintió un nudo en la garganta, pero no lograba decir las palabras que William tanto precisaba y quería oír; palabras que ella ansiaba decir, pero que no tenía el coraje de confesar, pues temía que con eso perdería su amada D'Auvergne. Cerró los ojos, con la esperanza de que cuando los abriese el dolor estampada en la cara de su marido ya habría desaparecido.
— Siento un inmenso cariño por vos, William — ella susurró, odiando la manera en que su voz vacilaba .
La confesión de Elise penetró el corazón de William como un filo fría, perforándolo profundamente. El la encaró por una fracción de segundos y todo lo que vio reflejado en los ojos de ella fue su propio dolor.
— Cariño! — él repitió con frialdad, sin saber de donde había podido sacar tanta fuerza para no traslucir en su voz lo que sentía por dentro. — Es muy generoso de tu parte , mi lady . — Luego soltó a su esposa. — Sólo puedo decirte que no tengo ninguna intención de cambiar mis planes. Confío en la seguridad que la empalizada ofrece y te aseguro que esta será nuestra mejor defensa.
Los ojos de Elise brillaban con una mezcla de dolor e ira.
— Firmaste un contrato aceptando mis términos. Ahora, que aprendiste a leer, sugiero que le des una mirada a lo que firmaste . — Las palabras habían sido muy duras. — Está muy bien especificado en una de las cláusulas que cualquier tipo de confrontación deben realizarse lejos de D'Auvergne. — La mirada fría del escocés le impidió proseguir. El la miraba con una expresión sombría e indescifrable.
— Nuestra paso por esta vida es muy corta. Por eso voy a darte un consejo, muchacha. No te escondas de vos misma , pues cuando te des cuenta de ese error será demasiado tarde ! — William partió con pasos firmes.
Una niña con lágrimas en los ojos fue corriendo en dirección a Robert.
— Mi lord — la niña suplicó entre sollozos. — Mi hermano arrojó mi muñeca del otro lado de la empalizada. — ella señaló con el dedo a un niño que jugaba entre dos baluartes de la empalizada. Y cuando Robert se arrodilló para intentar entender lo que ella decía, una verdadera catarata de lágrimas corrió por las mejillas de la niña.
Tu madre no te puede hacer otra muñeca? — Pero la niña sólo podía llorar. — Creo que eso fue un "no" — Robert susurró — Está bien. Voy a buscar tu muñeca. — Después de comunicarle al guardia lo que planeaba hacer, Robert cruzó el portón, dejando la protección de la empalizada sin saber que estaban siendo vigilados.

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