miércoles, 8 de septiembre de 2010

LA NOVICIA REBELDE - CAPITULO 12 - DEBORAH JOHNS

CAPITULO 12



— Ella murió rápidamente. Por lo menos no sufrió . — Aimery pronto se dio cuenta de cuan idiota sonaba. El poco consuelo esas palabras podían ofrecer en un momento de dolor extrema, ante una pérdida tan dura. Sentada en una piedra a su lado, Claire se había encerrado en si misma. El vestido nuevo estaba rasgado en varios lugares, pues había bajado la colina corriendo en dirección al cuerpo inerte de la madre Helene. Pero la novicia no notaba el estado lamentable de sus ropas. O no le importaba.
Una litera improvisada había transportado a la abadesa al convento, al cementerio en el que reposaría en paz. La mayoría de los campesinos ya había vuelto a su casa y Huguet, instruido por el conde, se había encargado de calmar a las personas en el castillo y en la aldea.
La noticia sobre la muerte de madre Helene sin duda influenciaría negativamente el juicio de William Belibaste. El pueblo de Montsegur, conocido por su religiosidad, no vacilaría en recriminar al Perfecto y a los que querían liberarlo, responsabilizándolos de aquella atrocidad. Consciente de eso, Aimery había tomado medidas inmediatas para sofocar cualquier indicio de revuelta.
Era su deber proteger a William Belibaste hasta el final del juicio. Pero también quería proteger Claire. Pero, de qué? Ella había gritado el nombre de la madre Helene en el primer instante, cuando habían visto las antorchas desde la torre. Como si supiese que la abadesa se encontraba allá.
Claire no había querido ser reconfortada y , mucho menos, cuestionada. Entonces, había abandonado sus esfuerzos después de las primeras tentativas. Pero debía existir una manera de quebrar la barrera que la joven novicia había levantado alrededor de si misma . Ella parecía tan triste, tan solitaria, tan vulnerable y ... tan culpable . Si, la culpa estaba escrita en su rostro delicado , porque él conocía las señales de ese sentimiento muy bien . Después de todo , él mismo traía la culpa tatuada en su cuerpo y en su alma. En su caso, como guerrero líder, cargaba la culpa de haber ordenado decenas de batallas y , consecuentemente, provocado millares de muertes. No tenía idea de los secretos que Claire ocultaba. Desde que habían salido del castillo y habían volado al escenario de la muerte de la madre Helene, no la había oído emitir ni un solo sonido . Tal vez algún día ella le confiase sus sentimientos ; o no. Impulsivamente, Aimery la tomó y la abrazó con fuerza, ofreciéndole consuelo y protección. Para su sorpresa, no fue rechazado.
La joven novicia todavía no había derramado una sola lágrima, y eso lo preocupaba. Ante el dolor y el sufrimiento, las lágrimas conceden alivio e inician el proceso de cura. Claire daba la impresión de no querer curarse.

El conde de Segni masajeó sus sienes, cansado. Las primeras luces de la mañana se filtraban por las ventanas del salón, rompiendo la pesada penumbra.
— Oí rumores de que el diablo está detrás de la muerte de la abadesa — habló Huguet de Montfort, mirando a su cuñado. — Dicen que las almas de los cátaros martirizados en el precipicio por la Inquisición se levantaron contra la monja para vengarse. Ningún aldeano se atreve a poner un pie en ese lugar de noche , porque creen que ese lugar está maldito.
— A lo largo de los años descubrí que el hombre es capaz de las mas grandes atrocidades. No necesita de lo sobrenatural para ayudarlo a cometer sus crímenes — Las pocas supersticiones que Aimery había alimentado habían sido abandonadas en su infancia. Un hombre, o una mujer, había matado a la abadesa del convento Santa Magdalena, tirándola por el precipicio, y luego había hecho sonar la alarma para despertar a la aldea. El conde se preguntaba por qué , y como Claire podría haber adivinado que la madre Helene corría peligro. La novicia sabía de algo , de eso estaba seguro. Desde el principio no había confiado totalmente en la aparente inocencia de Claire. Incluso cuando la había tocado en el lago, o cuando le había enseñado a bailar . Incluso deseándola, había sentido la necesidad de mantener cautela.
Un misterio la envolvía. Un misterio que había resuelto develar.
Levantándose de repente, se acercó a la ventana. Un miembro de la guardia de honor estaba escoltando a Claire de vuelta al convento, para el velorio de la madre Helene. La luz de la antorcha envolvía el cuerpo delgado, haciéndola parecer atrapada por las llamas. Aimery se dio vuelta de espaldas; esa imagen lo perturbaba .
— Cuéntame qué más escuchaste . Otros rumores.
Huguet se encogió de hombros .
— El resto no son chismes . La pequeña capilla del convento fue profanada anoche . No ofensivamente, pero de forma que los agravios no pasasen desapercibidos. Lanzaron el cálice al piso y se llevaron la lampara de aceite que ilumina el sagrario. Dejaron la puerta de la capilla abierta, para que el viento barriese el interior. Quien quiera que haya hecho eso, quiso dejar marcada su presencia. Oh, y también fue encontrada una pequeña muñeca de cera sobre el altar. Una muñeca quemada.
— Sospechosos? — Aimery preguntó, ya trazando planes mentalmente.
—Ninguno. La Madre Helene cayó, o fue empujada, cuando la campana sonó para anunciar las plegarias nocturnas. Las otras monjas dormían hacia horas y pensaban que la abadesa también estaba durmiendo. Fueron a la capilla esperando verla.
— La abadesa no se cayó. Estoy seguro que fue empujada.
"Así como estoy seguro que Claire de Foix sabe algo al respecto ", Aimery continuó en su pensamiento.
— Algunos comentan que la abadesa de Santa Magdalena era una simpatizante secreta de los cátaros — afirmó Huguet de Montfort muy seriamente . — Pero últimamente estaba desilusionada con la causa de los Perfectos. Quien me contó eso fue un antiguo simpatizante, ahora arrepentido.
— A qué precio?
Huguet tuvo la decencia de ruborizarse. - Habría querido poder decirte que sólo la consciencia de mi espía motivó la confidencia . Pero tu oro, mi amigo, fue fundamental para estimularlo a abrir la boca. Nuestro informante nos contó todo, por lo menos todo lo que sabía.
— Quién es el espía ?
— Nadie importante. Sólo un campesino que se deslumbró con las creencias cátaras y rápidamente se decepcionó. Las reglas que los rigen son extremamente duras para un hombre de sangre caliente en las venas, sujeto a las necesidades de la carne. Languedoc es legendaria por ser un baluarte cátaro, con muchos seguidores. Tal vez la madre Helene haya sido una de ellos. Es lo que se dedujo de las pruebas encontradas.
— Pruebas?
— Descubrimos manuscritos cátaros debajo del colchón de la abadesa — continuó el conde de Montfort. — Y en un gran número. Parece que nuestra inocente madre Helene pertenecía a un grupo clandestino de sobrevivientes del culto. En una situación como la actual, con el juicio de William Belibaste y tu ascensión como lord es posible que muchos cátaros quieran fomentar una rebelión. O , como mínimo, deseen mostrar su fuerza en sus primeras semanas como lord de Montsegur. El pueblo de esta tierra es supersticioso. Escuchaste lo que dijeron sobre la captura de Belibaste.
Claro que Aimery había escuchado :
— Que la captura de Belibaste estaba predestinada a suceder y que él había sido ampliamente advertido. Su esposa le imploró para que no viniese a Montsegur después de un sueño terrible. Un gato negro se cruzó en su camino al salir de viaje. Señales de mal augurio que fueron ignoradas.
— La mujer de Belibaste llegará en breve, lo sabes. El obispo Fournier le dio permiso para compartir la celda con su marido — dijo Huguet.
Aimery sonrió .
— Un asceta r, un Perfecto, que no logra abandonar los placeres que puede dar una mujer.
— El tiene un hijo — completó Huguet —, aunque no reconocido. La esposa de Belibaste era su criada. Al embarazarla , fue obligado a casarse con una de sus seguidores. Pero ella retornó a la casa de su amado para dar a luz.
— Aún así, debe haber algo en esa secta que atrae a las personas. Hombres y mujeres murieron en nombre de sus creencias. Tal vez hayan más cosas de las que somos capaces de entender.
— O tal vez esas creencias hayan cambiado, hayan sufrido distorsiones a lo largo dos años.
— Creo que acusar a los cátaros de la muerte de madre Helene sólo es la explicación más fácil, demasiado obvia — dijo Jacques Fournier, entrando en el salón. Nadie lo había oído llegar. — Es como si alguien nos quisiese encausar por ese camino y no mirar en otra dirección. Profanar una Iglesia es señal de hechicería y los cátaros, a pesar de todas sus herejías, no acuerdan con eso. En un momento crítico como este, los verdaderos seguidores de Belibaste deben estar más interesados en mantener la discreción que alimentar historias peligrosas. No tiene sentido atacar la capilla del convento cuando el líder de la secta está siendo acusado por el Tribunal del Santo Oficio. Sus problemas sólo aumentarían.
El castillo comenzaba a despertar. Desde patio, venían los típicos ruidos matutinos. A lo lejos, la campana del convento sonó, lúgubremente. Aimery pensó en Claire.
"Qué papel tendría ella en esa historia? Qué papel había tenido que desempeñar?", se preguntaba Aimery.
— Estás frunciendo el ceño, mi hijo — dijo el obispo. Nada escapaba a su mirada aguda . — Créeme, ni Belibaste, ni sus seguidores están involucrados en lo que sucedió anoche . Ellos no profanaron la capilla. Creo que la madre Helene fue asesinada, pero ellos no la mataron. Tampoco tomo en serio los manuscritos debajo del colchón de la abadesa. Nuestra abadesa puede, o no, haber sido simpatizante de los cátaros, y esta no es la primera vez que escucho esos rumores, pero era demasiado inteligente como para dejar pruebas de sus creencias donde espías podrían hallarla con mucha facilidad. No, caballeros , estamos lidiando con un hombre extremamente sagaz y astuto. E importante no nos olvidemos de eso, aunque él haya cometido algunos errores.
— Vuestra Eminencia sabe quien es ese hombre? — preguntó Huguet.
— Tengo algunas sospechas. — Jacques Fournier se sentó en la mesa. — Sólo un grupo fue acusado de hechicería últimamente y sólo un hombre consiguió escapar a una eventual condena . Lo conocí muchos años atrás. El juró venganza. Creo que mi sospechoso está muy ocupado ahora, ocupado vengándose. Pero antes es necesario ir a París y obtener pruebas.
Los tres trazaron un plan de urgencia.



Claire no podía dormir. Tampoco quería. Sería un largo día ayudando en los preparativos del funeral de la madre Helene. De pie junto a la pequeña ventana de la celda, los ojos fijos en el castillo, escuchó la puerta siendo abierta. Ni siquiera se dio vuelta . Sabía que el padre Pedro acabara de entrar.
— Una terrible tragedia — el viejo monje susurró, la voz revelando algunas de sus emociones. Inseguridad. Vacilación.
— Quién puede haber hecho esto? — ella indagó en un murmullo, todavía contemplando el castillo. — Quién podría haber deseado herir a la madre Helene?
— Entonces crees que no fue un accidente? Que alguien la empujó ?
— Si, creo que fue un acto deliberado. — Claire estuvo a punto de contarle al padre Pedro sobre el mensaje de la abadesa, convocándola a un encuentro urgente, pero cambió de idea. Conversarían sobre eso después, cuando tuviesen más tiempo, cuando no estuviesen sintiéndose tan perturbados y tristes.
— Nadie habría querido lastimarla — habló el templario, después de algunos segundos de silencio.
— Cree que fue accidente?
— Sé que es así . No existe ninguna otra explicación.
— Los otros creen que la Inquisición es culpable de la muerte de la madre Helene. Cuando estábamos cerca del precipicio, Roger me contó que el obispo descubrió pruebas de que la madre Helene pertenecía a la secta de los cátaros y que debajo del colchón escondía manuscritos heréticos. Roger cree que la abadesa fue asesinada porque Jacques Fournier prefirió evitar el escándalo de juzgarla por herejía.
El Padre Pedro se encogió de hombros , impacientemente .
— Todo eso son tonterías . Desde cuándo la Inquisición vacila ante un caso notorio de herejía ? Ellos siempre enviaron tanto pobres como ricos a la hoguera. Todo depende de lo que desean . Es sólo eso lo que importa. Basta con recordar lo que le sucedió a mi estimado maestro , Jacques de Molay, y a mis compañeros templarios. Todos eran hombres eminentes que habían servido al rey y a la Corona. Pero cuando Felipe quiso apoderarse del tesoro que les pertenecía, no vaciló en condenarlos.
— Podemos no estar involucrados en la muerte de la madre Helene, pero acabaremos siendo responsabilizados — Claire susurró desoladamente . — Si lo que Roger dijo es verdad, el obispo Fournier debe tener sus sospechas. El iniciará una caza de brujas.
— No existen brujas. — Padre Pedro sonó brusco . — Son hombres y mujeres de carne y hueso lo que Jacques Fournier debe enfrentar, no seres sobrenaturales. La pobre Helene estaba fuera del convento de noche por algún motivo. Tal vez no podía dormir. Nunca lo sabremos. Ella se resbaló y se cayó en el precipicio. Accidentes similares han sucedido antes. Helene se libró de su cuerpo terrena . Y ahora se encuentra en el Paraíso y debemos regocijarnos.
Claire quiso gritar que Helene tenía una razón para estar fuera del convento tarde de noche , pero se contuvo . No sería correcto angustiar al pobre padre en ese momento de dolor. El y la madre Helene habían sido amigos y colaboradores desde la infancia. Juntos habían organizado el resurgimiento de los cátaros. La muerte de ella había un golpe duro, del cual el templario demoraría a recuperarse. En un momento más adecuada lo informaría del mensaje y discutirían el asunto.
Ellos van a solicitar tu presencia — dijo el padre Pedro, señalando a Montsegur. — Si conozco al obispo Fournier, y lo conozco bien, él se empeñará en mantener la rutina del juicio. Deseará que la aldea, y todo el área de Languedoc, sepa que ni él, ni el lord de Segni, serán intimidados y apartados de sus deberes. Belibaste debe ser juzgado y nada, ni nadie , interrumpirá el juicio , ni siquiera el diablo en persona. Debes llorar y rezar por Helene, pero debes estar lista para cuando te llamen . Nuestra pobre abadesa está muerta; pero , afortunadamente , William Belibaste continua vivo y todavía es posible salvarlo.

"Debo reconfortarla? Debo abrazarla?" Aimery había considerado esas cuestiones durante toda la mañana, mientras se ocupaba de sus quehaceres. Esos pensamientos no se borraban de su cabeza.
Por primera vez en muchos años, conquistar tierras y administrar su feudo no eran sus únicas preocupaciones. Tenía su mente dominada por Claire de Foix.
Tenerla cerca lo perturbaba profundamente. Primero en el lago, después en la torre e incluso - que Dios lo perdonase - al borde del precipicio, el lugar de la muerte de la abadesa. Y estaba satisfecho por el hecho que el obispo no hubiese suspendido el interrogatorio establecido para aquel día, a pesar del funeral de la madre Helene.
— No debemos alterar la rutina — Fournier le había explicado . — Debemos continuar.
Desde su lugar, Aimery observó a Claire, inclinada sobre el pergamino. Vestida de manera sencilla , los cabellos rojizos sujetos en una sola trenza, Ella lo cautivaba con su gracia y sobria elegancia. Imposible dejar de mirarla. La cara delicada , aunque serena , revelaba el sufrimiento interior.
— No puedo concordar con el obispo — susurró Huguet. — Deberíamos haber suspendido la sesión de hoy en una muestra de respeto por la abadesa. Después de todo, la aldea está de luto
— Fournier quiere llegar a un determinado punto del juicio ante de interrumpirlo por unos días. Prefiere no despertar sospechas sobre su viaje a París.
— Pero todos esos rumores y acusaciones? Los campesinos están indignados con la profanación de la capilla. Atribuyen el acto de vandalismo a los cátaros.
— Pero Belibaste sabe de las ventajas de ser acusado por lo ocurrido ayer. Los testimonios de los aldeanos hará que el juicio se extienda, concediéndole más horas de vida.
Nuevamente la mirada del conde de Segni buscó a la novicia. El único punto de luz en todo el inmenso salón. La única imagen capaz de calentar su alma. Aimery se sentía como si los muros del castillo de Montsegur, la coronación de su ambición, su nuevo hogar, lo estuviesen sofocando "Puedo encontrar paz aquí? Puedo ser feliz?" Nunca había tenido tantas dudas como ahora.
Con dificultad, Claire procuraba mantener su atención fija en el trabajo. Sin embargo , a pesar de mojar a pena en el tintero con extremo cuidado, gotas oscuras caían sobre el pergamino, arruinando el trabajo. Tendría que reescribirlo más tarde. Jacques Fournier jamás podría ver el resultado de su nerviosismo, o sospecharía algo. Pero , por más angustiada y tensa que estuviese, aquella actividad se había transformado en una bendición porque la ayudaba a conservar la mirada baja . No tenía el coraje de mirar al conde de Segni.
No quería ver las preguntas estampadas en eses ojos increíblemente azules.
— Y está seguro que eran herejes? — indagó uno de los jóvenes auxiliares del obispo Fournier.
Por un instante Yves, el campesino convocado para declarar, frunció la frente . Entonces sonrió , acordándose de lo que debería decir.
— Ah, si , certeza absoluta. Lo oí en el silencio de la noche , esas criaturas del mal, conversando con los demonios. Tengo miedo de sólo de pensar en lo que son capaces.
El aldeano continuó su historia, tan absurda y ridícula, que el propio inquisidor no lograba disimular su descreencia. Concentrada en el trabajo, Claire sólo levantó la mirada una sola vez, para buscar al padre Pedro en medio de la multitud.
En general no encontraba ninguna dificultad para localizarlo, incluso en el salón continuamente abarrotado de gente . A veces él aparecía disfrazado de próspero mercader, con ropas de lino inmaculadamente limpias. Otras veces aparecía como un aldeano de ropas raídas .
— Nadie le presta atención a los pobres — él le había dicho durante una conversación, años atrás. — Nadie tiene en cuenta a los marginales . La pobreza es el mejor disfraz que existe sobre la faz de la Tierra.
Claire le había creído sin vacilar. Siempre creía en todo lo que el padre Pedro le decía . Así había sido desde el día en que habían subido a la montaña, en medio de la oscuridad, para llegar a Montsegur. A partir de ese momento , rara vez se habían separado . Hasta ahora.
"Esta es la noche de tu segundo nacimiento", el monje había afirmado delante de los portones cerrados de Santa Magdalena. "Es mejor olvidar el primero, querida".
El viejo templario la había educado , le había dado fuerzas, y le había asegurado de que lo que hacían era correcto.
"Pero sería lo correcto? Qué había querido la madre Helene contarme desesperadamente?"
La abadesa había mencionado el tesoro. Pero el tesoro de los cátaros no era sólo un mito?
Necesitaba encontrarse con el padre Pedro y hablarle del mensaje. Por qué todavía no lo había hecho ? Tal vez porque la noche anterior había estado muy cansada, agotada física y emocionalmente. Siempre había compartido todas sus confidencias con el padre Pedro, no reteniendo ni siquiera sus pensamientos. Si, debía rectificar esa situación cuanto antes.

Jacques Fournier levantó a mano dando el día por acabado . Discretamente , el obispo se levantó e inició una conversación con el conde de Segni, mientras los otros jueces se retiraban y las demás personas comenzaban a dejar el salón, las voces en un crecimiento hasta transformarse en un barullo ensordecedor. Alguien había sacado una gallina viva de debajo a túnica y la había lanzado a los perros. En segundos, volaban plumas y sangre para todos lados, los perros, siempre hambrientos, destrozaron el ave impiadosamente alentados por los silbidos y gritos entusiasmados de los presentes. En verdad , la platea, los soldados, los caballeros y los aldeanos, estaban aguardando que Jacques Fournier exhibiese al prisionero y lo amenazase con la muerte en la hoguera. La declaración del tal Yves sobre demonios y vandalismo no había servido para divertirlos y la frustración estaba siendo descargada en el lamentable episodio de la gallina.
Aprovechando el tumulto, Claire juntó sus pertenencias y corrió al pasillo . De allí, salió al patio.
Después de las horas pasadas en el salón opresivo, respirar el aire fresco del final de la tarde era como un bálsamo. Disfrutando la soledad momentánea, ella se recostó contra la pared de piedra e inspiró profundamente , reuniendo fuerzas para regresar al convento. Tendría suerte si lograse volver a Santa Magdalena antes que el conde de Segni cambiase de idea y ordenase su retorno a la fortaleza. O que Minerve, a pedido de su hermano, viniese a buscarla. Claire no deseaba ver a ninguno de los dos, no quería estar cerca de ninguno de los dos. No, eso no era verdad. Y eso estaba mal .
Porque lo quería, lo necesitaba. Junto de Aimery se sentía segura, amparada, libre del peso de sus responsabilidades. Sin embargo, había sólo una persona con quien necesitaba estar, la única persona que podría ayudarla. El Padre Pedro. Había llegado peligrosamente cerca de olvidarse de eso mientras había vivido en el castillo, bajo la protección del conde de Segni. Ahora retomaría su posición en el convento, el convento que siempre había sido su hogar y que sería capaz de librarla de la influencia de Aimery. Sólo necesitaba estar lejos de él para olvidarlo. Sólo eso.
Pero su corazón deseaba permanecer cerca de él.
Reprimiendo ese pensamiento, Claire tomó el camino del convento en una carrera desesperada . Buscaba un refugio.
— Magdalena.
La palabra sonó como un susurro traído por el viento, haciéndola estremecerse.
— Magdalena.
No, no era otra Magdalena siendo llamada. Era ella . Claire. La Claire que haría lo que le ordenasen.
—Magdalena — Claire fue llamada por tercera vez.
Qué importancia tenía a esa altura ? Al principio, había luchado contra ese nombre, había luchado por conservar su identidad. Y qué había ganado ? Nada. Magdalena o Claire eran la misma persona.
No fue difícil reconocer la voz que la llamaba. Deteniéndose de repente, se quedó inmóvil, aguardando.
— Padre Pedro — dijo en voz baja , dándose vuelta para enfrentarlo.

No hay comentarios: