viernes, 24 de septiembre de 2010

CUESTE LO QUE CUESTE - CAPITULO 12 - DONNA MACQUIGG

CAPITULO 12



William no cenó esa noche . Prefirió reunirse con sus hombres en torno a una hoguera para discutir estrategias de batalla. Estaba oyendo la idea de Rupert cuando Thomas apareció apresuradamente .
— William, ellos capturaron a Robert. — El joven jadeaba, intentando recuperar el aliento.
William sujetó el brazo de su amigo.
— Qué dijiste ? Quién capturó a Robert?
Baynard. — Thomas sacó un mensaje arrugado del bolsillo. — Una niña me entregó eso.

— No puedes ir, William — Molly suplicaba caminando inquietamente ante la enorme chimenea del gran salón . — Es un suicidio dejar la protección de la empalizada. Sabes que Baynard no va a matar Robbie. El sabe que si lo hace despertará la ira de todos los escoceses. Donald no dejará de vengar la muerte de su hijo. Baynard está usando a Robbie para llegar a vos.
— No puedo dejarlo en manos de Baynard, Molly. ? Mi deber y mi responsabilidad es cuidar de la integridad de mi hermano. La mayoría de los mis hombres siente lo mismo. Si cedemos a la extorsión de Baynard para una confrontación en campo abierto, por lo menos tendremos la oportunidad de salvar todo esto que nos costó tanto construir.
— Entrega este castillo a Baynard. Vale la pena perder la vida por esta pila de piedras? . — Molly miró a Elise. — Dilo , muchacha. Dile que todos volveremos Escocia...
No! Ya oí suficiente — Elise interrumpió el argumento de Molly. — No podemos perder todo solamente por un hombre. Tenemos que encontrar otra salida. — Al notar la mirada fría de su marido Elise se estremeció por dentro.

Robert estaba sentado sobre un catre viejo recostado contra las frías paredes de piedra de la celda que ocupaba en la mazmorra del castillo de Baynard. Deslizó las cadenas que sujetaban sus manos a la cabecera de la cama, preguntándose cuántos días había estaba preso. Serían ocho, nueve días? El tiempo ya no tenía importancia. Una solitaria antorcha iluminaba ese antro sin ventanas. Desesperado, él cubrió la cara con las manos encadenadas, murmurando:
— Oh, William. Siento tanto mi estupidez.
Las cadenas tañaron cuando una vez más intentó en vano librar sus manos de los grilletes, maldiciendo en voz baja cuando el borde áspero le cortó profundamente la carne. Concentrado en su lucha vana , no notó cuando al puerta de la celda se abrió .
— Eso sólo va a herirte más.
Robert levantó la cabeza. Parada en la puerta de la cela había una mujer alta y elegante que muy bien podría pasar por la reina en persona si él no la conociese. Usando un vestido de terciopelo verde escuro, con cuello de piel armiño y cubierta de joyas, ella sólo podía ser lady Baynard.
— Aunque consigas librarte de las cadenas, la celda está siendo vigilada por dos hombres, día y noche . — La dama caminó hasta un banquito, y después de quitar la gruesa capa de polvo, se sentó con mucha gracia. — Mi marido, lord Baynard, dijo que tu nombre es Robert MacDiarmid.
Robert frunció el ceño y permaneció callado por un largo tiempo, midiendo las palabras para no dejar escapar ninguna información vital .
— Estoy sorprendido de ver que su marido le permitió venir aquí — él dijo algo por decir. — Los escoceses tenemos fama de ser un grupo de salvajes.
Para su sorpresa, lady Baynard solamente sonrió.
— No vine aquí para discutir con vos, muchacho.


— Entonces por qué vino? — Robert observó a la mujer levantándose y caminando para inspeccionarlo de más cerca.
— Conocí a un MacDiarmid. Hace mucho tiempo. Robert la miraba desconfiado.
— Hay muchos escoceses con ese apellido.
— El hombre que conocí era rico. Un barón , alto, moreno y líder de un poderoso clan .
Algo en la apariencia de la mujer lo inquietaba. Era una dama de rara belleza, a pesar de tener casi la misma edad que su madre. Tenía una estatura por encima de la media de las mujeres, con hombros anchos y cuerpo delgado.
— Mi marido dijo que vos sos hijo de Donald. Pero los cabellos de Donald eran oscuros y los tuyos son claros.
— Qué observadores son los ingleses ! La mujer sonrió una vez más .
— Tal vez mi marido se haya equivocado y ha capturado al hijo de otro MacDiarmid. — La dama suspiró.
— Veo que tus manos están heridas. — Ella miró el balde con agua que estaba en un rincón de la celda. — Mandaré a los guardas a traer agua hervida y a alguien para atender tus heridas.
— No es necesario tomarse tanto trabajo! — Robert respondió con brusquedad, pero la dama ya se marchaba sin siquiera mirar atrás.
Dubitativo , Robbie quedó repasando mentalmente la extraña conversación que acababa de tener, intentando recordar si había dejado escapar algo que pudiese ser usado en su contra o en contra de su gente .



Catherine dejó a mazmorra, mirando por encima de su hombro para asegurarse que no estaba siendo seguida. Pasó por la cocina y después de dar algunas instrucciones a las cocineras, tomó unas vendajes y un ungüento.
— Hay alguien herido, mamá ? Catherine tuvo un sobresalto.
— Mary, me asustaste — ella respondió, retomando lo que estaba haciendo. La bella muchacha se aproximó para espiar por encima del hombro da madre.
— Para quien son esas vendajes?
— Son para alguien que no conoces, mi querida.
— Catherine sonrió ante la expresión perpleja de su hija.
— Entonces los rumores de que tenemos un hombre preso en la mazamorra son verdaderos. — La cara de Mary se iluminó. — Puedo verlo?
Catherine miró a su hija.
Creo que no hay problema. — tomó una ánfora de vino. — Ven conmigo para ayudarme.

Una semana después, Elise observaba desde la ventana de su cuarto a William montando un enorme caballo gris , reunido con sus hombres en el patio del castillo. Una mezcla de orgullo y remordimiento la invadió al oír el timbre fuerte y decidido del líder, dando las últimas instrucciones a los soldados escoceses. Ella suspiró y se dio vuelta , posando la mirada sobre las sábanas todavía revueltas de la cama. Recuerdos llenaron sus ojos de lágrimas, que fueron contenidas a mucho costo.
Amargada escogió un vestido color crema y dejó sus cabellos sueltos, a pesar de no admitir que lo había hecho para agradar a William, quien solía decir que adoraba la manera en que sus mechas cobrizas brillaban al sol.
A continuación , bajó la escalera para unirse a las otras mujeres que se aglomeraban en el patio para despedirse de sus respectivos maridos. Elise caminó entre el grupo, ignorando las palabras dulces de afecto, los abrazos desesperados, los besos demorados intercambiados entre maridos y esposas.
— Ya está todo listo, mi lord ? — Elise preguntó en un tono formal.
— Si . Envié una mensaje a Baynard. Acordamos encontrarnos en Rover. — consciente de que estaban siendo observados, William se inclinó. — No vas a darme un beso de buena suerte? — rápidamente Elise levantó la mano antes que él bajase del caballo.
— Buena suerte, mi lord — ella dijo lo suficientemente fuerte para que todos pudiesen oír. Una expresión sombría cubrió la cara del guerrero escocés.
— Adiós — William respondió, tirando las riendas del caballo u en seguida partió en dirección al portón sin mirar atrás.
Elise sintió una opresión en el pecho y una intensa ganas de llorar, pero en vez de rendirse a ese sentimiento avasallante , levantó la cabeza y ignoró los lamento y las lágrimas de las otras mujeres que imploraban a los cielos para que todos retornasen sanos y salvos.

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