jueves, 2 de julio de 2009

EL ACUERDO - VERONICA SATTLER - CAPITULO 38

CAPITULO 38



Ashleigh caminaba de un lado al otro en la sala de visitas de King Street, presa de una gran agitación.
- No puedo creerlo ! Presos! Cómo se atrevieron a tanto?
- Cálmate, querida - le aconsejó María. - Piensa en la niña. Perderás la leche, si continuas así.
- Cómo puedo calmarme cuando mi marido y mi hermano están presos? Y bajo la más ridícula de las acusaciones : espionaje !
- No es tan así, querida. En la carta, Brett dice simplemente "detenidos bajo sospecha de espionaje".
- Por qué, entonces, no los soltaron después del interrogatorio? Por qué continúan presos?
- Mera formalidad, querida. Qué pruebas válidas tienen las autoridades de que ellos sean espías? Ninguna!
- Se fundamentan en el argumento que, si no eran espías, qué estaban entonces haciendo cerca del lugar donde los enemigos en fuga habían desembarcado? Ellos suponen que están involucrados en la instigación del desembarco. Y no fue instigación suponen que prestaron ayuda material para el desembarco.
- Todo esto no es mas que un lamentable error, que Patrick y Brett pronto esclarecerán. Piénsalo bien: la posición de tu marido en la sociedad, su puesto político , los amigos influyentes... El caso con
certeza será archivado, y pronto los dos estarán aquí, riéndose con nosotras de este equívoco.
María se equivocaba. Como Brett explicó en cartas posteriores, la situación era muy delicada. La fuga de Bonaparte de la isla de Elba había tenido consecuencias que los aliados consideraban desastrosas. Bonaparte había atraído a millares de adeptos a su causa dictatorial, permitiéndole marchar sobre París y forzar a Luis XVIII a huir.
Consecuentemente, Inglaterra estaba en estado pánico. Los hombres que ocupaban los altos cargos y que en condiciones normales habrían oído a Brett con simpatía se comportaban como si tuviesen miedo de sus propias sombras. No confiaban en nadie.
Y después estaba el caso de Patrick. A pesar del Tratado de Gante, que había puesto oficialmente fin a la guerra entre América del Norte y Gran Bretaña, su posición no era de ninguna forma fácil. Y el hecho que él fuese ciudadano inglés, justificando así la bandera inglesa con que su barco viajaba, contaba muy poco. Mientras no llegase información satisfactoria de Washington, Brett y sir Patrick iban a permanecer como "invitados" del gobierno de su Majestad Británica!
Después una semana, el caso continuaba sin solución.
Ante eso, Ashleigh resolvió tomar en consideración el consejo de su suegra, dejando de contar los días amargamente.
Auxiliada por María y Megan, resistió la tensión y le dio un rumbo ordenado a su vida familiar, reconfortándose con la amistad de esas dos mujeres y con el cuidado de su hija y los niños.


El paso de las tres mujeres por el atelier de madame Gautier tuvo el efecto de difundir con más rapidez la noticia del incidente por toda la alta sociedad de Londres. Comenzaron a recibir visitas. Al principio, las señoras que frecuentaban el salón de té de King Street se mostraban solamente curiosas. Después de cierto tiempo, algunas de las más viejas, que se acordaban de María y que siempre la habían considerado injustamente tratada por los Westmont, comenzaron a manifestar satisfacción de tenerla de vuelta en su círculo social.
Pronto llovieron invitaciones para tés, cenas y bailes. En un primer momento, Ashleigh se sintió tentada de no asistir. Pero, ante la advertencia de María de que esas invitaciones eran una manifestación de confianza de una sociedad que podía influir positivamente en el futuro de Brett, ella comenzó a cultivar relaciones más estrechas con algunas damas por quienes sentía simpatía.
Se hizo una asistente habitual de sus almuerzos íntimos y de sus tés. Pero era reticente a asistir, sin compañía, a los bailes y eventos nocturnos , cuyos invitados eran, en su mayoría, parejas.
Esos días agitados la distraían bastante. Y, cuando las lluvias de marzo fueron sucedidas por un mes de abril sorprendentemente soleado, se aventuró también a paseos en carruaje por Hyde Park.



Cierta tarde particularmente calurosa, las tres salieron llevando consigo Marileigh y la niñera.
- Te felicito, María - dijo Ashleigh en cierto momento, al ver a su suegra sonreír y saludar a los ocupantes de un carruaje que pasaba. - Parece que eres muy bien vista y estimada por las damas de nuestra sociedad. No era la orgullosa lady Castlereagh a quien saludaste?
La sonrisa de María se amplió .
- Reanudamos la amistad en el almuerzo de lady Bessborough, ese al que vos no pudiste comparecer porque nuestra pequeña vizcondesa estaba enferma.
Ella levantó la punta del manto que envolvía a su nieta contempló su carita delicada.
- Marileigh está bien ahora, verdad, Megan?
- La pequeña está perfecta! Miren como me sonríe!
- María, qué ibas a decir a propósito de lady Castlereagh? - volvió a hablar Ashleigh, curiosa.

- Parece que la madre de ella conocía a mi madre. Ahora ella me saluda como si fuésemos viejas amigas. Hasta llegó a sugerirme que hay una posibilidad de que me admitan en Almack's!
- No me digas! Pensé que los problemas de Brett no la animarían a tanto.
- Tienes razón , querida. Lady Castlereagh tuvo la bondad de decirme que las puertas de su salón estarán abiertas para mí.
Pero que vos, mi querida, tendrás que esperar hasta que "los vientos soplen a tu favor". Fue esa la expresión que ella usó.
- Una actitud nada simpática...
- Fue lo que pensé - admitió María. - Y le informé inmediatamente que eso estaba fuera de cuestión . A donde yo vaya , la esposa de mi hijo viene conmigo!
- Oh, María! Estoy agradecida, pero no quiero causarte futuros arrepentimientos. Esa dama tiene fama de rígida .
María sonrió .
- Pues no sabes lo que ella me respondió, a pesar de todos tus escrúpulos!
- Qué?
- Que, si vos quisieses aparecer en el salón el viernes a la noche , esa danza escandalosa, el vals, estará siendo ejecutada, y ella tendrá mucho placer en recibirte!
Ashleigh no se contuvo.
- Tu elocuencia convence a todos, María!
- Haré todo lo que sea necesario para ayudar a Brett y a Patrick! - María dijo con fervor.
- Hablando de diablos... - las interrumpió Megan. - Ahí vienen lady Bunbury, esa vieja lengua larga.
Cuando el carruaje de la terrible dama se emparejó con el de ellas, Ashleigh le hizo una seña al cochero para que se detuviese.
- Buen día, su Gracia - saludó la corpulenta matrona. - Condesa... lady St. Clare... Qué día maravilloso! Fue por eso que han traído a la niña al parque?
- Tiene razón , mi lady - dijo María. - Nuestra pequeña vizcondesa necesitaba tomar aire.
La Condesa la detestaba cordialmente. Ya se había enterado de todos los rumores indignos que ella había esparcido sobre su nuera y estaba firmemente determinada a acabar con eso de una vez.
- No quieres conocerla? - le preguntó con voz forzadamente suave. Entonces , sin esperar respuesta, María continuó : - Megan, querida, levanta a nuestra dulce Marileigh para que lady Bunbury pueda verla.
Megan la miró con extrañeza, pero obedeció.
Ashleigh también se quedó intrigada. Qué había sucedido? Por qué María parecía tan ansiosa de exhibir a su nieta a esa mujer aborrecible ?
- No concuerdas conmigo - volvió a hablar María, dirigiendose a la matrona - Que nuestra vizcondesa será una futura beldad ? Ella tiene las facciones delicadas de su bella madre, pro mira los ojos! Son la réplica exacta de los ojos de su padre! Su Gracia está muy orgulloso de ella.
Lady Bunbury demoró un poco en comprender. Después se ruborizó y dijo, forzando una sonrisa: - Fue un placer verlas. Tengan una buena tarde.

Ashleigh se sentaba delante de María en el carruaje que seguía a lo largo de Pall Mall. Estaban camino del Almack's, pero eso no la entusiasmaba.
No le parecía correcto ir a un baile, mientras su marido y su hermano estaban hacinados en prisión. Tal vez hacinados no fuese el término apropiado. Brett le aseguraba en sus cartas que estaban siendo bien tratados. Sin embargo, eso no disminuía el rigor de esa pena injusta a su parecer.
Pero, ahora allí estaba ella, con un traje "perfecto", según Suzanne, y a un paso de ser admitida en el más fino salón de Londres. Si Brett no le hubiese escrito, diciéndole que aprobaba esa salida, jamás habría cedido a los pedidos de su suegra!
- Nerviosa, querida? - le preguntó María con simpatía.
- En lo absoluto! Estoy demasiado preocupada por Brett y Patrick para impresionarme con estos eventos.
- Concuerdo con vos. Pero estamos haciendo esto por ellos. Los estaremos ayudando, si conseguimos impresionar favorablemente a esta gente.
María se inclinó para acariciarle la mano.
- Además, tienes que pensar en el futuro.
- Futuro?
- Cuando Marileigh esté en edad de ser presentada socialmente, la aceptación de esta gente snob significará mucho para vos.
- No pensé en eso - confesó Ashleigh. - Ah, tiene mucho sentido!
En ese instante los caballos se pararon delante del palacio que albergaba el club Almack's, y uno de los lacayos bajó corriendo las escaleras para abrir la puerta da carruaje. Mientras bajaban, otro carruaje se detuvo detrás de ellos.
- Mi Dios, es Agatha! - exclamó María alegremente.
Mientras ella iba a saludar a su vieja amiga, la atención de Ashleigh fue atraída por una escena incómoda que se desarrollaba delante del palacio.
- Saca tus patas de mí ! - gritaba una rubia extravagantemente vestida .
Ella protestaba por estar siendo arrastrada a la fuerza.
- Señorita Doxy - dijo uno de los lacayos que la había agarrado por el brazo. - No podemos permitir que haga un escándalo en este fino establecimiento.
- Ya le dije que preciso hablar con el barón de Mumford! - gritó la muchacha. - El no sabe que su mujer y sus hijas me echaron a la calle como una perra. Debo verlo!
Ashleigh se estremeció. Esa voz... ya la había oído en algún lugar... Oh! Era Monique, la mujer que la había enviado a Hampton House!

- Un momento, caballeros! - Ashleigh dijo , aproximándose y mirando el rostro excesivamente pintado, que alguna vez había sido bello y que ahora presentaba señales de una vida desenfrenada.
Sintió sincera compasión.
- Monique... Soy Ashleigh. No me reconoces?
Los ojos redondos de la rubia comenzaron a parpadear y, sin aliento, ella soltó un gemido.
- No... No puede ser. No puede ser!
Después se dio vuelta y se puso a correr, abriéndose camino a través de los transeúntes asombrados.
- Qué sucedió, querida? No te sientes bien?
La voz preocupada da Condesa sacó a Ashleigh de su estupor.
- Qué?
- Parece como si hubieses visto un fantasma.
- Tal vez lo haya visto.
María le lanzó una mirada perpleja.
- Qué sucedió ?
- Oh! Nada. Creo que estoy un poco nerviosa.
- No te preocupes, querida. Estoy segura que pronto estarás bien.
En el hall, el mayordomo examinó sus invitaciones y se las extendió a otro, quien las escoltó hasta el Grande Salón . Allí, fueron ceremoniosamente anunciadas:
- Su Gracia, la duquesa de Ravensford. Y la Condesa de Montefiori.
Muchas cabezas se volvieron hacia la entrada de las dos mujeres.
Ashleigh, sin notar el examen demorado de que era objeto, mantenía la cabeza orgullosamente erguida, mientras, al lado de su suegra, bajaba el corto tramo de escalones hacia el salón de baile. En un momento, fueron rodeadas por algunas personas amigas, que les murmuraron sus saludos. Lady Drummond Burnell, la anfitriona de esa noche, se abrió camino a través de la pequeña multitud y llegó junto a las dos mujeres acompañada de alguien que Ashleigh conocía muy bien .
- Oh! - Elizabeth Hastings la estudió de arriba a abajo. - Parece que la pequeña duquesa volvió. Oh! Pero sin su marido! Hay alguna razón para eso ?
En el silencio que siguió, Ashleigh replicó :
- Es mejor que vos misma descubras las razones. Como puedes ver, ahora estoy muy ocupada ... - Ashleigh agregó, apartándose de ella.
- Muy bien dicho! - exclamó el conde St. Aldegonde, quien estaba obviamente fascinado por la bella duquesa de Ravensford.
La orquesta comenzó a tocar y él hizo una reverencia ceremoniosa.
- Quiere darme el placer de esta danza, su Gracia?
Ashleigh vaciló, pero un rápida mirada a María le hizo ver
que debía aceptar el convite. Mientras bailaban, reconoció en medio de la asistencia a lord y lady Hollarid, al duque de Devonshire y a Christopher Edwards, acompañado por lady Pamela Marlowe.
"Ella está positivamente radiante!", pensó Ashleigh. "Qué diferencia con la mujer angustiada que conocí en Ravensford Hall. Cuál será la causa de esa transformación?"
La música terminó. Las conversaciones cesaron, y un silencio profundo cayó sobre el salón . Todas las cabezas se volvieron hacia la entrada. Ashleigh se volvió y también pensó estar soñando. Allí, en un elegante traje de rigor, y más guapo que nunca, estaba Brett!
Los ojos de él recorrieron el salón , mientras el mayordomo lo anunciaba, y finalmente se posaron en ella. Una sonrisa le iluminó la cara, y él bajó los escalones sin dejar de mirarla.
Sorprendida, Ashleigh aguardó la llegada de su marido. Le parecía un sueño. Brett estaba libre! Brett estaba allí ! Lo oyó susurrar, mientras le tomaba las manos:
- Ven, amor.
Ella asintió en silencio , súbitamente sus ojos se llenaron de lágrimas.
En el pequeña cuarto, al lado del salón , él la miró en silencio por un momento, luego la abrazó . Intercambiaron un largo y apasionado beso, sin preocuparse por la curiosidad que despertaban.
- Mi querido! Qué bueno que estés aquí!
- Ashleigh... Ashleigh... fue una tortura vivir un mes lejos de vos. Sabes que estás todavía más bonita?
- Hum... te parece?
- Cuando lleguemos a casa voy a demostrarte cuanto! - él la miró con infinita ternura. - Pero tendremos de esperar un poco. Debo hablar con Ranleagh y lord Castlereagh. Ambos se empeñaron mucho para que Patrick y yo fuésemos liberados.
- Patrick! - exclamó ella. - Dónde está mi hermano?
- Oh ... él fue corriendo al encuentro de Megan.
Brett alisó los cabellos de su frente.
- Es mejor que vaya al toilette a retocar tu peinado. Cuando hayas terminado, encuéntrate conmigo en el vestidor. Le pediré a mamá que se disculpe con lady Drummond Burnell.
- Claro, querido.
El toilette estaba vacío. Ashleigh se sentó delante del enorme espejo que ocupaba gran parte de una pared. Mientras acomodaba las hebillas , notó que la puerta se abría para dar paso a una rubia alta y esbelta. Elizabeth Hastings!
- Miren a quien tenemos aquí ! - dijo ella con una sonrisa fría. - No es su Gracia la que está escondida aquí, después de hacer el ridículo?
Ashleigh se dio vuelta para enfrentarla.
- Lady Elizabeth, no creo...
- No deberías ser tan ingenua respecto a tu maridito, querida - continuó la otra. - No te sientas tan segura, mi querida!
- Qué...Qué quieres decir?
- Lo que ya te dije cierta vez, tontita. Las mujeres románticas y enamoradas, como vos, sólo fastidian a Brett y lo empujan a buscar a otras.
- No quiero oír más de tus mentiras!
- Mentiras? - Elizabeth se paró detrás de ella. - Por qué no vas y ves con tus propios ojos? En este exacto momento, él está en el salón estableciendo una cita con su ex amante.
Debía ver a Pamela! Ella irradiaba felicidad cuando fue al encuentro de él!
Ashleigh se levantó , lívida, y se detuvo un instante delante del espejo, junto a la puerta entreabierta.
Las palabras llenas de ironía de Elizabeth la siguieron hasta el salón.
- Yo te avisé que él nunca sería un marido fiel!
Los viejos temores y dudas volvieron a asaltarla, envenenándole el alma. Ashleigh resolvió volver al salón sólo para probarse a sí misma que Elizabeth mentía.
No entró. Se quedó parada en la puerta, observando los bailarines girar en un torbellino al ritmo del vals. Brett no estaba entre ellos. De repente lo vio. El estaba con lady Pamela. Se inclinaba hacia ella y se reía de algo que ella decía por debajo de su abanico de plumas.
Sintió un dolor agudo en el pecho y, tambaleando Ashleigh caminó hacia el hall.

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