CAPITULO 22
Fleur soltó una carcajada, pero su alegría duró poco: parado allí estaba Killian, en medio de un pequeña grupo de invitados. La respiración de ella quedó trabada en la garganta. En lugar del rústico plaid típico de los escoceses y del cinturón gastado por el uso, él usaba un traje negro de corte impecable y pantalones del misma color que se pegaban a sus muslos musculosos como una segunda piel; su camisa blanca como la nieve parecía relucir en contraste con la piel morena de su cuello, la corbata estaba correctamente puesta , y sus largos cabellos castaños estaban sujetos con una traba de plata. Y aún así , a pesar de todo ese lustre, Hiltsglen no lograba parecer un hombre que se dejase subyugar. La atención y la desconfianza con que sus ojos escudriñaban al grupo de invitados hacían recordar a la mirada de una fiera.
-Por supuesto , a los quince años un muchacho ya puede ... - dijo Lucille, se había quedado pensando en el tema que estaban hablando antes.
Santo Dios, él parecía un lobo en medio a perritos falderos acostumbrados a los regazos de sus dueñas. Parecía un... La carcajada de Lucille interrumpió los pensamientos de Fleur. Con el corazón sobresaltado, Fleurette se obligó a mirar a a amiga. Y trató de sonreír antes de preguntar :
- Qué fue lo que dije?
- Todavía no dije nada, pero acabo de tener una idea fantástica. - Lucille, quien había acompañado la mirada de Fleurette, volvió a reírse. - Ya sé cual sería un buen castigo para vos.
Pero antes que ella pudiese expresar esa idea, el colosal escocés se paraba delante de ambas. También de repente, Fleurette se sintió absurdamente desnuda. Sombría como la noche, la mirada de Hiltsglen fue a posarse sobre sus pechos, y él entonces apretó casi imperceptiblemente los largos dedos con que sujetaba una copa.
- Presumo que se recuerdan - dijo Lucille, sonando muy satisfecha.
- Mi lady. - La voz grave de Killian hizo eco en el pecho de ella.
Fleurette se acordaba claramente de la sensación de tener su pecho pegado a ese tórax musculoso, pero fueron las palabras de él las que saltaron a la memoria en ese instante: Yo quería que saber si habías sido feliz. Pero, por qué a él habría de importarle su felicidad? Nadie se preocupaba por su bienestar, de eso ella estaba segura. Por otro lado, estaba segura que el escocés no había mentido. No, Killian era tosco, burdo y honesto hasta la brutalidad pero era incapaz de mentir, y eso era tan evidente como irrefutable.
Esa constatación le provocó una oleada de nerviosismo, después de todo ni ella misma jamás había logrado ser tan sincera . Pero Fleur resistió el impulso de darse vuelta y marcharse y asintió levemente con la cabeza:
- Sir Hiltsglen..
- Oh, es realmente increíble! - Lucille se rió como si sólo ella hubiese escuchado una anécdota particularmente graciosa. - Quiere decir entonces que ahora ustedes dos son vecinos?
- Veo que las buenas noticias viajan rápido. - Fleurette lanzó una mirada de profundo desagrado a su amiga.
- Es verdad que estás viviendo en ese casa que se cae a pedazos cerca de la antigua pedeera, sir Hiltsglen? - Lucille parecía indiferente a la creciente ira de su invitada.
Aunque asintió con cabeza , Killian no sacaba sus ojos de los ojos de Fleurette.
- No estoy habituado a los lujos que usted dispone en esta suntuosa residencia, lady Anglehill. Pero tampoco es un sacrificio vivir de la manera en que vivo.
- Lord Gardner me comentó que estás decidido a devolver a la casa a su antigua forma. Y sin ayuda de nadie . - Cómo él no respondía, Lucille se dirigió a Fleurette: - Ya tuviste la oportunidad de ver los progresos que él ha hecho, Fleur?
Los recuerdos la tomaron por asalto. Palabras dulces, brazos fuetes... Aunque sintiese sus mejillas ruborizarse por el pudor que esos recuerdos le causaban ,Fleurette se rehusó a bajar los ojos. Estaba absolutamente segura que Lucille no estaba enterada de lo que había pasado en la casa de Kilian, aún así consideró más prudente esclarecer la cuestión:
- Si. En verdad, fui visitar a sir Hiltsglen días atrás.
- Oh? - Si se hubiese sentido un poco más contenta, Lucille habría estallado de alegría.
En cuanto al escocés... él la observaba como una ave de rapiña.
- Me pareció que sería... - Fleurette aclaró su garganta - un gesto de buena educación para darle la bienvenida a él.
- Fue por eso que estuviste allá? - indagó Killian. Por poco el corazón de Fleur no se detuvo. Manteniendo en el aire la copa que pretendía llevar a sus labios, Fleur lo interpeló :
- Cómo ?
- Tu intención era darme la bienvenida? - él retrucó. - Pues si ese era el caso, entonces creo que no interpreté correctamente el motivo de tu visita.
Por más que intentase librarse de los avergonzantes recuerdos, el hecho era que Fleurette no lograba olvidar que sus labios habían buscado los de él. Ni que sus manos temblorosas habían buscado abrir e cinturón que él usaba... Si, su comportamiento había sido sencillamente abominable. Dónde estaba su cabeza cuando se había lanzado en los brazos de ese hombre?
Oh, Dios, Hiltsglen y Lucille esperaban una respuesta, esperaban que ella saliese con algún tipo de comentario que tuviese el mas mínimo sentido. Y su corazón continuaba martillando contra sus costillas. Maldito escocés y sus preguntas picantes!
- Y cómo es la vida en las cavernas de donde saliste, sir Hiltsglen? - Fleur lo provocó, fingiendo una sonrisa .
Muda como una pared, Lucille volvió sus ojos brillantes hacia el enorme escocés. Killian tenía una sonrisa todavía más falsa que la de Fleur.
- Damas de la más fina estirpe como vos - él hizo una pausa para curvarse levemente hacia Fleurette -, por usos y costumbres, no se rebajan a visitar un simple caballero como yo. Por eso, fue un inmenso honor recibirte en mi humilde casa.
Al carajo con ese escocés!. Miserable. Canalla. Manipulador. Falso. Bruto. Arrogante. Inaguantable.
Lucille se reía nuevamente, ahora una con una risa más baja y más contenida.
- Bien, sir Hiltsglen - dijo ella -, creo que le debo un pedido de disculpas en nombre de mi amiga.
Dándose vuelta hacia la condesa, Killian declaró :
- Claro que no, en mi concepto usted sólo me ha dado pruebas de buenos modales y una excelente crianza. - Un músculo palpitó en la mandíbula de él. - Ahora, lo mismo no puede ser dicho de todas las personas aquí presentes.
Fleurette volvió a maldecirlo mentalmente y en el insulto se acordó de todos los ancestros de ese escocés.
- Tus palabras para conmigo siempre han sido muy gentiles, mas sucede que fuiste ofendido en mi casa, donde eres mi invitado, y eso es algo que no puedo aceptar - retrucó Lucille quien le lanzó una mirada de reprobación a Fleur. - Qué puedo hacer para corregir esta falta de delicadeza?
Después curvarse, Killian extendió la mano hacia ella.
- Puedo acompañarla a las mesas de dulces, lady Anglehill?
- Por supuesto. El placer será todo mío. - Lucille cierta vez se había quejado porque sus manos eran demasiado grandes, pero sus dedos largos parecían delicados como los de un hada sobre la gigantesca mano del escocés. Ella levantó el mentón . - Si nos das permiso, lady Glendowne.
Fleurette se quedó viéndolos apartarse. Lucille iba hablando hasta por los codos. Hiltsglen permaneció callado por algunos minutos, pero finalmente se inclinó en dirección al oído de la condesa, y en seguida ella lanzó una carcajada. A pesar de su pésimo malhumor, Fleurette tuvo que admitir que los dos formaban una linda pareja. Ambos eran mucho altos e imponentes, arrogantes e imperiosos, y sus ropas contribuían a confirmar tales características con refinada elegancia. El vestido de Lucille parecía flamear con una brisa inexistente, rozando suavemente las piernas musculosas del escosés. Los dos la hacían acordar un par de halcones en medio de un grupo de palomas, pensó Fleur, arrugando la nariz en un gesto de desdén.
- Ellos hacen una linda pareja.
Sobresaltada, Fleurette se dio vuelta hacia la voz que acababa de expresar sus pensamientos. Alto y esbelto, el hombre que la había abordado tenía cabellos claros como el trigo y bastante largos. Azules y encantadores, sus ojos eran magnéticos.
- Yo ... - sólo entonces ella se dio cuenta que debía estar admirándolo con una boba. - Perdón, pero creo que todavía no hemos sido presentados.
- No. - él se curvó en una educada reverencia, después le tomó la mano.
Fleurette contuvo la respiración al sentir el pulgar del caballero rozar los nudillos de sus dedos en una caricia casi insinuante.
- Es culpa mía. - Después llevar sus labios al dorso de la mano de ella, el hombre guapo enderezó su espalda y enderezó sus hombros. - Soy sir O'Banyon, de los celtas del Norte. Pero mis amigos me llaman Nairn.
- Nairn - ella repitió en un murmullo.
- O'Banyon - llamó una voz grave.
Al levantar os ojos, Fleur vio que Hiltsglen e Lucille estaban de vuelta. O'Banyon volvió a acariciar os dedos de ella con o pulgar antes de dirigirse a Hiltsglen:
- Killian. Es un placer verte tan bien y... - Los ojos de azules fueron a posarse en Lucille, y una sonrisa amplia iluminó todavía más el atractivo rostro de O'Banyon - .. ver que has usado tan bien tu tiempo. - Soltando la mano de Fleur con evidente pesar, él se curvó hacia la anfitriona. - Mi lady, tengo que confesar que le debo mis disculpas.
Por primera vez en la vida parecía que Lucille no encontraba qué decir. Los labios de ella se movían, pero esa vez no dejaron escapar ningún comentario picante, ningún suspiro de sorpresa, nada. Por un instante, Fleurette llegó a temer que el mundo pudiese estar por acabarse.
El irlandés, sin embargo, daba muestras de hallarse absolutamente cómodo : después de besar la mano de Lucille, le lanzó una sonrisa amplia y radiante. Fleur entonces tuvo certeza que, si pasaba un segundo mas , su amiga caería de rodillas.
- Por Cristo... - Lucille le resopló a Fleurette antes de dirigirse a su invitado. - Disculpas?
- Si. - O'Banyon tenía un hoyuelo en la mejilla izquierda que adicionaba un aire todavía más malicioso a su boca de sátiro. - Siento tener que revelar que vine a su fiesta sin ser invitado.
Al darse cuenta que la dueña de casa continuaba muda, Fleurette codeó levemente .
- Estoy segura que tuviste un buen motivo para hacerlo - murmuró finalmente Lucille.
- No me habían dicho que las damas de Londres eran tan comprensivas - retrucó O'Banyon, cuya sonrisa ahora hacía recordar al sol incandescente. - Ni tan bellas.
Ella se había ruborizado? Lucille Bevre, la soberbia condesa de Anglehill, que tantas veces se había mostrado indiferente a reyes y dignatarios, había ruborizado ?
- Estoy muy contenta por tenerlo en mi residencia, sir...
- Nairn - él se anticipó y, dando un paso adelante, colocó la mano de Lucille sobre su brazo. - Puedo pedirte un favor?
- Cuál?
- Me darías el inmenso honor de bailar conmigo?
En un segundo los dos ya no estaban allí. Al ver que Hiltsglen también quería apartarse, Fleurette lo interpeló :
- El es tu amigo?
- Amigo? - Mientras acompañaba con una mirada penetrante y misteriosa a la pareja que iba en dirección a la pista de baile , Killian señaló : - Si, del mismo modo que un lobo es amigo de un cordero.
- Oh? - Fleur levantó las cejas. - En ese caso dime, Hiltsglen: cuál de ustedes dos sería el lobo y cuál sería el cordero?
Lady Glendowne mantenía la mirada con que él intentaba amonestarla. Cerrando el puño, Killian se mantuvo callado. Por poco esa mujer no lo había hecho desafiar a su destino nuevamente cuando había ido a visitarlo en su casa. Y aunque él intentase convencerse de que había actuado solamente guiado por la lujuria, algo le decía que no era solamente eso. La tristeza y la vulnerabilidad que había visto en los ojos de ella ese día lo habían asombrado y, si fuese posible, lo que más quería era verla sonreír otra vez y mantenerla cerca suyo.
Pero por ahora no tenía cómo saber si aquello era una maniobra que ella usaba para frustrar sus planes, por eso debía mantenerse atento y ser más cuidadoso. No debía aproximarse demasiado a la baronesa, así no acabaría dejándose atontar por el perfume floral que la envolvía. Y no podía, bajo ninguna circunstancia, volver a quedarse a solas con ella.
A pesar de lo que se decía, Killian se dio cuenta que, aún en un salón repleto de personas extrañas, lo único que quería era apretarla junto a su pecho y reclamar atenciones a las cuales no tenía derecho. Por Dios, de verdad sería capaz de implorar los cariños de ella del mismo modo en que Treun había hecho con la yegua castaña que insistía en ignorarlo. El orgullo parecía algo huidizo como arena entre los dedos cuando el deseo se manifestaba.
Como ajenos a su determinación mental , sus ojos se deslizaron hacia el escote de ella. Oh Dios! Esa tela apenas le tapaba los pechos .. Killian apretó los dientes y apretó con fuerza la copa que tenía en la mano.
- Y entonces ? - Fleurette lo interpeló.
Killian se forzó a mirarla a los ojos. La baronesa nunca intentaba mostrarse agradable o despertar su admiración, cuando lo encaraba, lo miraba a los ojos, como si estuviese lista para pelear. Y, que Dios lo ayudase, él había nacido para la confrontación... Ella tenía la cara de un ángel y el cuerpo de una diosa, delgada y con curvas suaves que le hacían recordar a una escultura griega. Pero a pesar de su aparente fragilidad, demostraba una determinación de acero tan afilada como la hoja de una espada.
- Sir Hiltsglen?
Aunque fuese un hombre de principios y no tuviese aprecio por las provocaciones que no llevaban a ningún lugar, Killian intentó concentrarse en la conversación. Y, sin sacar los ojos de los de ella, la corrigió :
- Killian.
- Cómo? - ella ladeó la cabeza , y una mecha de sus cabellos castaños fue descansar sobre su cuello largo como el de un cisne.
Aún sabiendo que debería mantenerse a una buena distancia de una mujer tan fascinante, él se aproximó un paso para afirmar:
- Mi nombre es Killian. No es escocés. Ni Hiltsglen. Es Killian.
- Killian - ella repitió, levantando una ceja. - No respondiste mi pregunta. Lo que me lleva a pensar que vos sos el lobo de la metáfora.
- Creo que ya debería haber quedado muy claro que no soy ninguna clase de lobo. Sólo soy lo que estás viendo.
- Y qué vendría a ser eso, noble caballero?
- Un hombre al que no le gustan las preguntas tontas.
- Al principio de la conversación, no fui yo quien hizo a referencia a la historia del lobo y el cordero. Pero, sea como ser, eso no importa. Quizás puedas responder otra pregunta entonces ?
- Otra?
- Si. Dónde queda esa población Hiltsglen de donde vienes ? Nunca oí hablar de ese lugar.
- No te gustaría Hiltsglen. Es un lugar sin atractivos. Sin el brillo de superficialidad al que estás acostumbrada.
- Por qué juzgas saber lo que considero atractivo y lo que considero banal, sir...?
- Killian.
La baronesa continuaba mirándolo con interés, como si la más simple de las palabras que él decía fuese importante. Por qué ? Porque lo hallaba atractivo , aunque sólo fuese un poquitito? No, no podía arriesgarse a soñar con aquello. Ni podía olvidar el modo en que ella había mirado a O'Banyon minutos antes. Como todas las mujeres miraban a O'Banyon.
Al forzarse a sacar los ojos de los de ella y dirigirlos al salón, Killian vio al hombre que algunas veces era su amigo y otras, su adversario. El irlandés estaba a las carcajadas, así como la dama que bailaba con él. Y algunas mujeres intercambiaban cuchicheos mientras admiraban a la alegre pareja. Levantando la cabeza, O'Banyon reparó en la delicada dama toda vestida de blanco que lo observaba. Por un instante ella se mostró atónita, pero pronto desapareció en medio del grupo de sus admiradores. Killian sonrió, y no sin cierta ironía. Parecía que las mujeres no tenían defensas contra los diabólicos encantos de O'Banyon. Además, si lady Anglehill tuviese un gramo de sentido común , mandaría a ese maldito irlandés de vuelta a las colinas. Si bien que eso nada se ganaría, ya que O'Banyon era capaz de correr como un caballo espoleado cuando se determinaba hacerlo.
- Fue allá que conociste a tu amigo el lobo?
- Como? - él había vuelto sus ojos hacia Fleurette.
- Si vos sos el cordero inocente, sólo puedo presumir que el lobo sea él.
Killian respiró profundamente con la intención de calmarse. Aunque no fuese ninguna tonta, ella ciertamente no estaba al tanto de las fuerzas misteriosas que los envolvían.
- Te estás refiriendo al irlandés? - él quiso asegurarse .
- O'Banyon, no?
De hecho. De quién más la baronesa podría estar hablando? Hasta la misma dichosa Lady de Inglewaer se había encantado con el "lobo irlandés", aunque siempre había asegurado fervientemente que no tenía interés por nadie más que no fuera Killian. Oh, si, ahora se acordaba de esa hermosa dama. Ella se le había aparecido en un sueño tres noches atrás, adorable y tristona como cuando la había conocido, sus manos de terciopelo sobre su piel caliente, su voz suave y melodiosa como la de un ser celestial.
El se había despertado bañado en sudor.
Al oír la carcajada de O'Banyon del otro lado del inmenso salón, Killian volvió a admirar o pareja que giraba por la pista de baile. Irónicamente, había sido el propio irlandés quien le había advertido de no confiar en esa dichosa dama . Lo que era extraño, ya que O'Banyon siempre había tenido por hábito de enamorarse ciegamente de las mujeres. Killian se consideraba tan juicioso y perspicaz como un perro de caza , pero había sido el irlandés quien le había anticipado la traición de la lady de Inglewaer. Sólo que ya era demasiado tarde . Demasiado tarde para uno y para el otro.
Y lady Glendowne continuaba sondeándolo con sus inefables ojos verdes. Como si buscase adivinar secretos que debían ser dejados atrás .
- No es O'Banyon el nombre de él? - ella insistió. - O vos lo llamas por algún otro nombre?
- él ya se ha llamado de muchas maneras - dijo Killian, los recuerdos remontándose a un tiempo muy antiguo, antes de la oscuridad, antes de su error fatal. - En los más diversos idiomas.
-Verdad ? Pues él me parece un hombre encantador. Cuántas otras veces Killian había escuchado esas palabras, o cosas parecidas? Un estremecimiento de pura irritación le erizó el vello , mientras el irlandés se deslizaba por la pista de baile a pocos metros de allí con la risueña lady Anglehill en sus brazos. Cierta vez O'Banyon se había involucrado con la princesa de Teleere, y ella le había implorado que huyesen juntos esa misma noche.
- Una serpiente también puede ser encantadora - observó Killian, volviendo a mirar a Fleurette. - Pero casi nunca es prudente hacer amistad con una de ellas.
Aunque O'Banyon continuase bailando en el salón, era en él, Killian, en quien la baronesa tenía los ojos fijos. Extraño. A no ser por la delicada dama vestida de blanco, las demás mujeres allí parecían extasiadas con el irlandés. Cuándo demoraría hasta que lady Glendowne las imitase? No era que le importase eso,. Fleurette Eddings podía enamorarse de quien quisiese.
- Debo presumir que él no te gusta ? - ella preguntó.
- El despierta el interés de todas las damas .
- Las damas... Las mujeres, en general, casi siempre son unas tontas.
Killian no estaría más sorprendido si ella lo hubiese abofeteado. bien, en ese caso tal vez no se hubiese sorprendido para nada. Pero que la baronesa no considerase que O'Banyon era un hombre irresistible era algo realmente difícil de creer.
- Está diciendo que no te sientes atraída por él? - Killian quiso asegurarse de que no se estaba equivocando.
Ella se rió, comentando:
- O'Banyon es atractivo . Eso no se puede negar.
- Un bello rostro y palabras que suenan como música en los oídos de las mujeres.
Encogiéndose de hombros , Fleurette tomó un trago de ponche.
- Baila bien - agregó Killian. - Las mujeres adoran eso.
Pero quiero saber si realmente no te sientes atraída por él.
- Pues si quieres saber la verdad, la verdad es que no me dejo impresionar por discursos bonitos o por galanes que bailan maravillosamente bien. - Ella lo miraba directamente a los ojos. - Ya tuve ambas cosas, y no me sirvió para nada.
- No estás hablando en serio.
-Será posible? - Indignación brilló en los ojos de la baronesa. - Por qué es tan difícil creer que le doy más importancia a la honestidad y a la fuerza de carácter que a un rostro de bellas facciones, escocés?
Killian estaba pasmado. Y halagado. Y peligrosamente esperanzador, lo que dejaba de irritarlo profundamente, ya que no tenía cómo saber si ella decía la verdad.
- Hay algún motivo por el cual no puedes decir mi nombre de pila, muchacha ? Killian, por el amor de Dios.
Killian.
Simulando indiferencia ante el tono severo con que él la reprobaba, la baronesa levantó una de sus cejas en un gesto arrogante.
- Killian, entonces - ella terminó por aceptar. - Sólo espero que con eso no estés intentando cambiar de tema.
- Y por qué querría hacer pasar una liebre por un conejo?
- Hacer pasar liebre por conejo... - ella se rió. Una risa cristalina. - Dime, sir...
El frunció el ceño.
- Killian - Fleurette se apuró a enmendarse. - Inventas en el momento esas expresiones extrañas o te quedas despierto de noche para crearlas?
- Mis noches están destinadas al sueño. - Lo que no era verdad, pues siempre que se acostaba, pasaba horas con los dientes apretados - y la mano ocupada - pensando en ella.
-No importa , todavía no respondiste mi pregunta. - con un repentino rubor en las mejillas, ella pensó por un instante. - Cuál es tu relación con ese O'Banyon? Es tu pariente? O alguien con quien haces negocios?
- Me llama la atención que las damas de tu estirpe no piensen en nada más que en negocios?
- Damas de mi estirpe? - ella le dio una sonrisa más , sólo que ahora una un tanto fría.
- En mi época, muchachas como vos tenían otras cosas con que ocupar sus días.
- En tu época. .. - Fleurette arqueó una ceja. - Y cuándo fue eso, sir?
Killian se sobresaltó. Cómo podía ser tan idiota al punto de de creer que podía provocar a una mujer tan inteligente como ella? No tenía la facilidad para expresarse del irlandés ni estaba habituado a conversar con gente de mentes agudas.
- Quise decir en mi tierra - él mintió. - Mi tierra natal.
-La aburrida Hiltsglen.
Aunque los pies lo estuviesen matando de dolor con esos ridículos zapatos que había comprado días atrás, Killian resistió el impulso de patearlos a la mierda. Maldición. No había un sólo hombre en Londres que reconociese el valor de un buen par de botas bien gastadas?
- Si, Hiltsglen - dijo él finalmente.
- Y cómo pasan sus días las muchachas de Hiltsglen?
La baronesa había formulado la pregunta imitando un leve acento escocés.
- Además de bonitas, las jóvenes de mi tierra natal son dóciles y cordiales. Y también tratan con mucho respeto a los hombres a quien entregan sus...
- Respeto! - Los ojos de ella volvían a encenderse. - Yo también sería amable y respetuosa si encontrase a un hombre que mereciese toda esa consideración.
Sin que lo notase, Killian levantó las cejas en señal de extrañeza.
- Estás buscando hombre, muchacha? - él preguntó.
- Quise decir... - después mirarlo por un instante, Fleurette miró por el salón. Parecía arrepentida de su repentina confesión. - - Bien, sucede que no todas las mujeres tienen la suerte de poder conocer hombres que sean considerados.
Era eso lo que ella había querido decir?, Killian se preguntó.
- Por cierto debe existir algún hombre que se interese por tu bienestar. - El comentario le trajo a la memoria los momentos que habían pasado juntos en su casa. Por Dios.. si su instinto no lo engañaba, la baronesa no era ninguna gatita dócil en la cama, sino una peligrosa gata salvaje... A pesar de la oleada de intenso deseo que esa suposición le provocaba, Killian logró darle un tono natural a su voz: - Aún en este grupo de hombres flojos e indecisos.
Ella pestañeó como coqueteando.
- Me siento inmensamente halagada si crees que podría lograr casar a uno de esos caballeros pero probablemente me estás sobrevaluando.
- No tuviste un marido que pertenecía a esa clase?
-Pero él estaba increíblemente desesperado.
- No se subestime, muchacha. - Ignorando la erección que hacía su aparición en su entrepierna , Killian dejó que su mirada se deslizase hacia el escote del vestido lila. - Seguramente tienes mucho que ofrecerle a un hombre.
Por poco Fleurette no rompió sus dientes de rabia. Pero le , dio una sonrisa azucarada.
- Oh, sir Hiltsglen, Me temo que debo presentarte mis más sinceros pedidos de disculpas.
- Y por qué ? - Killian logró preguntar.
- Porque cuando te conocí, consideré que eras un grosero. Pero ahora veo que estaba completamente equivocada. - Fleurette agrandó un poco más su sonrisa. - Cómo fue que las muchachas de Hiltsglen permitieron que te escapases de sus garras?
- Es Curioso... - él casi llegó a reírse. La actuación de la baronesa era realmente convincente. - Tus labios dicen una cosa, pero tus ojos dicen otra completamente diferente.
-OH! Me has halagado nuevamente, sir. Temo estar toda colorada.
Y de hecho lo estaba, aunque Killian dudase que fuese por modestia o pudor.
- Sé sincera, mi lady: le llegaste a dar un único instante de sosiego a tu marido mientras él estaba vivo?
- Por casualidad estaría insinuando que soy demasiado comedida y rebelde comparada con las discretas muchachas a quienes estás habituado?
- Dicen que no hay peor sufrimiento que la vida de una esposa infeliz.
- Sinceramente, Hiltsglen: te consideras un profundo conocedor de las esposas también?
- No. - Killian sentía la aspereza en la voz de ella como un puñal en su corazón . - Lo que conozco en profundidad es el sufrimiento.
Fleurette se quedó callada por algunos instantes, reflexionando acerca de la declaración que él acababa de hacer. Entonces , después tomar un trago no ponche, comentó :
- Ya que Hiltsglen, a tu parecer, es como un pedazo del Paraíso en la Tierra, sólo puedo concluir que Londres y mi compañía deben causarte malestar. - Con mucha naturalidad, ella pasó la lengua por los labios para limpiar los resquicios de la bebida.
Por Dios, esa mujer lo estaba enloqueciendo . Continuaba hablando, a provocándolo, a divirtiéndose a su costa, y aún así él no lograba sacar de su cabeza los momentos que habían vivido en su casa. Killian observaba sus labios moverse, entreabrirse, asomar la lengua... y todo eso lo excitaba todavía más .
-Hiltsglen! - Fleur lo reprendió. Como saliendo de un transe, él estremeció antes de afirmar:
- Debo irme . - Tal vez fuese un cobarde, pero la verdad era que, si no se alejase de ella, acabaría cometiendo algún desastre.
-Irte? Mi intención no fue... Yo no quería que... - Después de rápida pausa, ella volvió a comenzar : - Todavía no has respondido una sola de las preguntas que te hice.
- Tal vez en una otra oportunidad. - Killian se dio vuelta en dirección ala salida.
Sujetándolo por el brazo, Fleurette se colocó delante de él para interpelarlo:
- Quién soy ?
- Soy lo que ves : un hombre embrutecido por la vida y que vive demasiado lejos de todo aquello a lo que estaba acostumbrado.
- Por qué viniste acá? Qué buscas aquí? Y quién es ese O'Banyon?
Con las emociones aprisionadas en la garganta, Killian se aproximó un paso para mirarla a los ojos mientras decía:
- él no es para vos.
Ella sacudió la cabeza en un gesto que expresaba desánimo, pero cuando habló su tono era de extrañeza :
- Pretendes decirme qué clase de hombre debería escoger?
Killian dio otro paso más, y sus cuerpos casi se tocaron. Aún así , ella no retrocedió .
- LO que sé con certeza, lady Glendowne, es que O'Banyon no vas a agregar nada a tu cuenta bancaria ni pureza a la sangre de tus descendientes.
- Tal vez no, pero, como ya te dije, él tiene una cara bonita, y esa belleza podría reflejarse en su hijos.
Killian tuvo que hacer un esfuerzo descomunal para no dejar translucir lo que leía en sus pensamientos. Entonces vio los labios de ella curvarse levemente. La baronesa estaba jugando con sus sentimientos. Y aún así él simplemente no pudo reprimir la catarata de emociones que lo asaltó desde lo más profundo de su alma.
- Ya que no puedo conseguir integridad y consideración , por lo menos puedo ir en busca de belleza, no te parece ? - El tono que ella usaba simulaba inocencia, una inocencia que el extraño brillo en sus ojos verdes desmentía.
Killian resistió el impulso de levantarla en sus brazos y cargarla hacia el dormitorio más próximo para retrucar :
- Para ser muy sincero, poco importa si un hombre es bonito o feo, elegante o no .
- No te importa? - ella se volvió a reír. - Bien, en ese caso vos ciertamente no te adaptaría a mi círculo.
- Tu círculo?
- La aristocracia. - Fleurette hizo un gesto impaciente para señalar a las personas reunidas allí. - Los nobles. Todos ellos pasan la mayor parte del tiempo juzgando apariencias... La de ellos mismos y la de los demás.
Killian pasó sus ojos por el salón, donde la pequeña multitud vestida elegantemente se divertía , bailaba, comía y bebía a gusto , antes de preguntar :
- No tienen nada mejor con que ocupar su tiempo?
- Y qué sugerirías vos, caballero? Ellos no tienen la necesidad de preocuparse por llevar el pan a sus mesas.
La baronesa o provocaba.
- Dime, muchacha - Killian se acercó lo suficiente para hacerla ruborizar . Su pecho rozaba los pechos que el vestido de ella apenas cubría -, No hay un solo caballero en tu círculo que sea lo suficientemente hombre como para afirmar que te desea sólo para él ?
Los ojos de Fleurette se abrieron inmensamente, entonces ...
- Perdón - dijo alguien cerca de ellos. - Me gustaría invitara lady Glendowne a bailar.
Killian se dio vuelta lentamente. El individuo que los había abordado era alto, flaco como un alambre y olía a aceite de pescado.
- Qué me dices, mi lady? No te gustaría ... - Cuando sus ojos se dirigieron a Killian, él interrumpió lo que iba diciendo. - ... Soy lord Lampor. Y... usted?
- Estoy conversando con la joven.
- Oh! Ah... Ciertamente. La joven. Le pido que me disculpen. - El caballero delgado entonces volvió al anonimato de la multitud.
Fleurette comentó en un tono indignado:
- Eso fue increíblemente... - ella pestañeó al ver que Killian la miraba , en seguida arrojó los hombros hacia atrás y volvió a empezar : - Eso fue increíblemente rudo de tu parte.
- Por el visto, él no lo es.
- No es qué?
- Lo suficientemente hombre como para declarar que te desea para él.
- Vamos , por favor! -Fleur lo interrumpió. - Hablas como si pensases que soy una... una yegua buscando macho para reproducirse...
-Hola ! - Lady Anglehill, quien acababa de unirse a ellos, parecía bastante animada. - Estoy contenta de ver que ustedes dos están conversando y conociéndose mejor. Realmente forman un bella pareja. No te parece, sir O'Banyon?
- Realmente. - El tono del irlandés era seco como las arenas de Israel. - Nuestro Killian es famoso por tener un modo particularmente especial de despertar las pasiones de todas las damas, criadas y campesinas.
- No es difícil darse cuenta que él consigue con su actitud viril y su aire salvaje - comentó Lucille. - No concuerdas conmigo, Fleur?
Killian volvió a mirar a lady Glendowne. La baronesa decía algo , pero, por más que él se esforzase, no lograba entender una sola palabra de lo que salía de esos labios carnosos.
- Qué pasa, querida? - indagó Lucille, quien tampoco parecía haber comprendido a su invitada,
En vez de responder, Fleurette giró sobre sus talones, y fue a mezclarse con los invitados.
-Pero qué le pasó ... - lady Anglehill sacudía la cabeza en un gesto de extrañeza.
Y fue en ese exacto instante que la copa se rompió entre los dedos de Killian.
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