CAPITULO 5
La mañana llegó para encontrarla descansada, con el ánimo restaurado y el humor mucho más sereno. Afuera el cielo parecía recién pintado de un azul muy suave, y el sol se derramaba con delicadeza sobre los bosques al este.
Saltando de la cama, Fleurette caminó sin prisa hasta la ventana que daba a los jardines . Y ni bien había empezado a desperezarse sintió todo su cuerpo tensarse como la cuerda de un arco lista para disparar una flecha. Pues allí, revelándose encima de la vegetación rastrera que parecía idolatrarlo como en un culto de adoración, estaba el Celta Melancólico.
- Tessa! - ella gritó mientras se ponía la bata que estaba en una poltrona.
Henri disparó debajo de la cama.
La criada no demoró más que instantes para surgir en el umbral de la puerta, jadeante y con los ojos asombrados.
- Qué sucedió, mi lady? Qué ... - Tessa se calló cuando vio a su ama, con gestos muy nerviosos, señalar reiteradamente el jardín.
- Cuándo... Cómo... - Fleur apenas lograba concatenar las ideas.
- Ah! Era de eso que le iba a hablar anoche. No es una belleza? - Aproximándose a la ventana, Tessa se colocó al lado de su ama para espiar afuera .
Era como si la escultura, parada sobre el cantero de rosas, aceptase en silenciosa dignidad las alabanzas que las flores parecían dedicarle.
- Por qué ? - indagó Fleurette en un hilo de voz. - Cómo esa estatua fue a parar allí ?
Tessa se dio vuelta hacia ella con el semblante sorprendido.
- Pensé que usted lo había comprado cuando estuvo en París. El caballero dijo que...
- Caballero? Qué caballero?
- Uno bajito y menudo. - La muchacha pensó por un instante. - Un señor de edad avanzada, que parecía irlandés o...
- El viejo del parque estuvo aquí?
- Ah, entonces usted lo conoce. Pensé que... - Tessa se calló al darse cuenta que, con la mirada fijo en la escultura, su ama parecía estar ajena al resto del mundo.
Como saliendo de un transe, Fleurette ató la bata en la cintura y, corriendo salió por la puerta , bajó la escalera a las carreras y desde el hall salió al jardín. Las piedras de la senda estaban húmedas por el rocío del amanecer, pero ella ni se daba cuenta. Pues el Celta estaba allá, nuevamente observándola en su silencio de granito.
Acercándose a la escultura, Fleur posó la mano sobre el musculosa muslo esculpido en piedra. Y al sentirlo compacto y caliente, no se contuvo:
- Qué está haciendo aquí?
Aunque la estatua evidentemente no iba a responderle, su presencia allí parecía hablar de algo que relacionado con la idea de cuidado y protección. Y también de honor, de osadía y de una grandeza de alma que hacia mucho había dejado de estar de moda entre los ciudadanos de su país.
Demoró mucho para que Fleurette lograse apartarse de allí. Y mucho más tiempo pasó hasta que, ya debidamente vestida y peinada, ella se obligase a ir a su gabinete para verificar los papeles que el supervisor de sus negocios había dejado allí en el período de su estadía en París. Pero en verdad no lograba concentrarse en nada. Y, cansada de luchar contra sus dudas y temores, dejó los varios documentos de lado para retornar al jardín.
Allí , a la sombra del Celta, el mundo parecía sereno y silencioso. Sacudiendo la cabeza, Fleur intentó llamarse de vuelta a la razón. Después de todo , solamente se trataba de una estatua, un pedazo de roca y nada más, por más bien trabajada que estuviese . Por qué esa escultura había sido enviada a su casa, de eso no tenía la menor idea, pero ese misterio no era motivo para que descuidase sus obligaciones. Tenía mucho trabajo que hacer.
Pero ni esa innegable constatación parecía suficiente para hacerla retornar a su gabinete apenas iluminado por la luz del día. Bien, tal vez entonces fuese mejor dedicarse a una tarea que la apartase de allí y de la escultura que parecía estar siempre observándola. Con esa idea en mente, pidió al cochero que ensillase su yegua, se cambió la ropa que vestía por un traje de montar , se colocó un sombrero que combinaba con la nueva indumentaria y volvió al establo.
Poco después dejaba Briarburn montando a Filie de Vent, su caballo más rebelde, para tomar una modesta callecita que pasaba por las proximidades de su propiedad. Londres quedaba a algunos kilómetros al norte, pero, como en ese momento ella no tenía nada que hacer en la inquieta metrópolis, guió su elegante yegua en dirección al oeste, instándola a una marcha ligera.
Los bosques de las inmediaciones estaban calmos después de la lluvia que había caído durante la noche, y el suelo húmedo amortiguaba el ruido del trote imperioso de Filie. El perfume de los tréboles que crecían junto al camino era como un bálsamo tranquilizador, pero a pesar de sentir que sus inquietudes se desvanecían para ceder lugar a unas irresistibles ganas de cabalgar sin pensar en nada más , Fleur luchó con todas sus fuerzas contra lo que le parecía una gran irresponsabilidad. Podía darse el lujo de pasar un par de horas lejos de sus papeles, si, lo que no podía, ni debía, era perder todo un día de trabajo, pues eso sería lo mismo que olvidar los años de dificultad por los que había tenido que pasar. Seguridad y despreocupación, ella había aprendido a duras penas, eran productos de la habilidad de administrar bien sus negocios, pues sin recursos se vería a la merced de cualquier persona.
A su derecha, un pájaro cantor anunció la llegada de la tarde. Fleurette entonces observó los bosques que se extendían por la región. No muy lejos de allí el río Nettle, una dádiva generosa de la naturaleza, cortaba el bosque con su lecho sinuoso y repleto de truchas, formando un escenario muy apacible en todos sus detalles. Pero no eran ni los peces ni la belleza pastoral de ese lugar lo que más la encantaba: era la propia tierra, el suelo oscurecido por el limo cargado de nutrientes, el terreno ondulado recubierto por los más variados matices de verde que se precipitaba mansamente en una pequeña pedrera localizada entre árboles centenarios.
Años atrás, mucho antes del nacimiento de Thomas, todo aquello había pertenecido a la propiedad de los Eddings, pero había tenido de ser loteado y vendido por problemas financieros.
De acuerdo con los relatos y documentos que Fleurette había encontrado en el escritorio del antiguo dueño de las tierras, la pedrera había llegado a generar excelentes rendimientos, y era esa actividad que ella planeaba hacer revivir en el futuro inmediato. Evidentemente que para eso iba a precisar un poco de suerte y un buen poder de convencimiento, pero no costaba nada intentarlo. Especialmente teniendo en vista que lord Gardner, el actual propietario del lugar, se hallaba abarrotado de deudas.
Fleurette se solidarizaba con la situación de él, era imposible no querer al bondadoso barón. Ahora, si era por ser absolutamente sincera, no dejaría que su solidaridad la hiciese perder la oportunidad de un negocio que, bien administrado, seguramente produciría grandes ganancias. Además , hacia mucho tiempo que planeaba comprar las tierras situadas entre su propiedad y la de él, de modo que también ya había tomado algunas medidas para establecer una negociación amigable, que culminase con la tan soñada transacción.
El tropel dos cascos de Filie resonaba por el camino que daba acceso a la propiedad de Gardner. Los varios y frondosos castaños que ladeaban la senda estrecha impedía que se avistase la residencia, pero un poco más adelante los árboles comenzaron a se espaciarse, permitiendo un vislumbre de la vivienda muy antigua. Hecha de piedras nativas, la casa tenía por fondo un panel natural formado por las extensas colinas. Un muro bajo, también de piedras, separaba los altos castaños del camino del jardín en la parte delantera de la casa, donde un caballo bayo ensillado pastaba dócilmente.
Después de mirar con desdén al viejo animal capado, Filie se empinó toda y pateó el suelo antes de detenerse. Saltando de la montura, Fleurette arrojó las riendas por encima del cuello de la yegua y fue atarlas a una estaca, pero antes que terminase de amarrar al animal un criado ya anciano salió de la casa, muy apresuradamente, para ir al encuentro de ella.
- Mi lady - la saludó él, curvándose en una reverencia que a su edad se hacía un tanto rígida. El viejo mayordomo de Gardner tenía un gorro un tanto anticuado que Fleur siempre había hallado bastante simpático. - Quiere que le pida a un muchacho que venga a ocuparse de su caballo, o está aquí para una visita rápida?
- Cómo está , señor Sitter? - Fleur le sonrió . - Es bueno verlo nuevamente. Espero que esté bien.
- Oh, si. - La rigidez en la postura del viejo criado se ablandó levemente. - Es muy gentil de su parte preguntar.
- Y su esposa, cómo está?
- Bien, también, y dedicándose a nuestros pequeñitos siempre que es posible. Nuestra Evie nos dio un nieto el mes pasado. Un bebé muy robusto .
- Debe ser adorable si se parece a su abuelo.
Ruborizándose, el señor Sitter dio una sonrisa amplia antes de invitarla :
- No le gustaría de acompañarme a la sala de visitas?
Fleurette miró de reojo el animal capado. Sería posible que los negocios de Gardner estuviesen yendo tan mal que él tuviese que cabalgar ese pobre animal? Ella suspiró y, después de asegurarse de que su yegua estaba bien atada, caminó hacia la entrada de la casa al lado del mayordomo con el cuidado de señalar:
- Si su patrón está recibiendo visitas, puedo volver en otra ocasión.
- Bien, un cierto... - El señor Sitter interrumpió lo que iba diciendo y, después un instante de vacilación, retomó : - Recibimos la visita inesperada de un caballero, si, pero eso no significa que a mi patrón no vaya a gustarle hablar con usted. Por favor, venga conmigo.
Fleurette se dio vuelta para dar una último vistazo a los caballos, luego entró en el hall, siguiendo al anciano mayordomo. Aunque pequeña, la sala de visitas era muy iluminada y acogedora . Cuando ella se sentó en una poltrona revestida por una tela bastante colorida, el señor Sitter pidió permiso para ir buscar una bebida.
Gardner no demoró más que un minuto en aparecer.
- Lady Glendowne. - Bajo y robusto, él tenía una nariz redondeada, ojos muy vivaces y una sonrisa que hacía recordar a un querubín travieso.. -Está tan linda que parece una pintura.
Levantándose, Fleur extendió las manos hacia él y, aun a esa distancia, sintió un leve aroma a whisky. Un olor que se acentuó cuando el barón, tomando sus manos en las de él, le besó la cara.
- Usted también parece estar bastante bien, lord Gardner.
- Oh... Usted siempre tiene una palabra amable para todos. - Después fingir mirarla con desconfianza, él se corrigió : - Cuando Sitter vino a avisarme de que teníamos visita, presumí que fuese usted. El estaba ruborizado como una debutante, imagínese.
Ella se rió, bromeando:
- Es mejor que lo trate muy bien, pues estoy pensando seriamente en robármelo de aquí.
- Y quién le dijo que a él le gustaría de trabajar para una dama tan buena moza? - Gardner también se rió. - Pero ahora dígame en qué puedo ayudarla. O será que sólo vino por el placer de robarme el mayordomo justo debajo de mis narices?
- En verdad, esa era mi segunda misión. - Dominada por un cierto nerviosismo, Fleurette aclaró su garganta. A pesar de eso no se le cruzaba por la cabeza recular, finalmente había llegado el momento de poner las cartas sobre la mesa. - Vine porque...
- Ah, llegó en buen momento, señora Edwards - le dijo Gardner a una mujer de edad avanzada que entraba trayendo una bandeja, antes de volver a dirigirse a Fleurette. - Siéntese, mi lady, para tomar una taza de té y comer algo. El paté de pepino de nuestra cocinera es la envidia de toda Inglaterra.
- Oh, no, Gracias. Solamente vine para tratar temas de negocios.
- Una galleta, entonces ? - él ofreció.
- No, no. Muchas gracias .- Fleur esperó que la criada dejase el recinto para entonces comenzar a exponer el motivo de la visita a la casa del barón: - Bien, el hecho es que, con el actual estado de salud del rey y, es bueno recordar, también debido a las extravagancias del príncipe regente, últimamente casi todos hemos tenido una que otra dificultad financiera, no es verdad?
Gardner no parecía ni un poco incómodo con la crudeza de las observaciones de su vecina. Tomando un pequeño sándwich triangular entre el pulgar y el índice, lo devoró de un solo bocado antes de comentar:
- De hecho, Siempre hemos vivido tiempos difíciles .
- Entonces ... - Fleur alisó su falda. - Bien, lo que planeaba era hacer la situación un poco menos penosa. Por lo menos para usted.
- Es muy bondadoso de su parte, mi lady. - Tomando una de las tazas que estaban en la bandeja, él sorbió un ruidoso trago. - Pero la verdad es que no tengo mucho de que quejarme. Imagínese que hoy mismo...
Antes que perdiese el coraje, Fleurette consideró mejor interrumpirlo:
- Lord Gardner, vine aquí para hablarle de los bosques contiguos a su propiedad.
El se preparaba para tomar otro sándwich, pero se quedó con la mano en el aire para preguntar :
- Los bosques?
- Si . - Fleurette respiró profundamente . - Me imagino que quiere venderlos.
- Los bosques donde está la pedrera? - él devolvió la taza a la bandeja.
- Exactamente. Como usted sabe, hace muchos años que ese área pertenecía a la familia de mi marido.
- Si, es verdad. Mi padre quedó muy satisfecho por poder adquirirla cuando el viejo Maynard, su finado suegro, se vio en apuros debido a las inversiones equivocados que había hecho y... - La falta de diplomacia con que hablaba hizo que Gardner se ruborizase levemente. - Pero usted se manejó bastante bien en la conducción de los negocios desde entonces .
Aunque sonrió por el elogio, Fleurette quiso esclarecer:
- En verdad la rehabilitación de los negocios de la familia fue resultado de los esfuerzos de Thomas quien, desgraciadamente , no vivió lo suficiente para disfrutar de todo lo que había conquistado. O mejor dicho , vuelto a reconquistar. El sueño de mi marido era devolver Briarburn a su esplendor del pasado, como se puede imaginar. Y ahora que Carruajes Eddings está atravesando un período de prosperidad, mi intención es transformar ese sueño de Thomas en realidad.
Aunque hubiese agarrado un segundo sándwich de la bandeja, Gardner parecía haberse olvidado de llevarlo a su boca.
- Si, si. Ciertamente. - con una risita nerviosa, él se rascó la nuca con la otra mano. - Pero sucede que... bien, lo imprevisto a veces sucede...
- Cómo es eso ? - Al darse cuenta que su voz sonaba demasiado alta, Fleur intentó mostrarse más cordial. - A qué clase de imprevisto se está refiriendo, lord Gardner?
- Bien, bien. .. Imagínese que hoy mismo, mas temprano, recibí una visita, y la conversación que tuvimos... - él carraspeó y en seguida trató de evitar la mirada de Fleurette. - Fue una conversación muy interesante, debo confesar. Una conversación sobre los más variados temas. Parece que a él le gustan mucho los caballos, pero monta un pobre ...
- Lord Gardner - ella lo interrumpió al sentir que su paciencia comenzaba a agotarse -, Qué tiene eso que ver con...
Fue el turno de él de interrumpirla para afirmar:
- Sucede que recibí otra oferta por esas tierras, lady Glendowne
- Otra oferta? De quién?- Fleur preguntó alarmada.
- Como le dije, fue algo totalmente imprevisto. - El barón parecía ahora, un tanto agitado. - Yo había salido a galopar con los perros de caza. Fritzy me dio cría la semana pasada, sabías? Fue una buena camada: seis hembras y el mismo número de machos. Puede creer algo así ? Doce cachorros tan pequeños que...
- Lord Gardner - A pesar de tener los dientes apretados, Fleurette continuaba forzándose a sonreír -, Por qué no me habla respecto a la propuesta de compra?
- Ah, si, si. Las tierras. - él volvió a aclarar su garganta. - Como le iba diciendo, esta mañana recibí la visita de un caballero, que llegó aquí montando un caballo que tenía la expresión más triste que jamas he visto en toda mi vida, pobrecito. Viejo y muy cansado. El caballo, no su dueño. Es un caballero que yo ni siquiera conocía. Un hombre muy grandote, casi dos veces mi tamaño. Y estaba vestido de un modo bastante... singular. Lo más extraño es que él aparentaba no tener donde caerse muerto , pero...
- Pero, quién es ese hombre? - Fleurette comenzaba a perder los estribos.
Antes que el barón respondiese, una silueta enorme se asomó en el vano de la puerta mientras una voz grave anunciaba:
- "Ese hombre" soy yo.
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