sábado, 11 de julio de 2009

EL BARBARO - LOIS GREIMAN - CAPITULO 7

CAPITULO 7



Killian vio a la baronesa darse vuelta , vio la mirada de ella estrecharse, la vio examinarlo con un aire reprobador. Y, en lugar de la bella mujer que había llegado a la propiedad de Gardner envuelta en amabilidades, veía ahora una loba.
- Quién mierda es usted? - ella lo interpeló.
Buena pregunta. Si fuese a decir la verdad, tendría que confesar que su nombre era prácticamente todo lo que recordaba desde que había despertado junto al camino unos días atrás. Y a partir de entonces , había tenido la impresión de que nada estaba no su debido lugar. Todo estaba cambiado, todo le resultaba extraño y desconcertante. Cuándo había viajado a Inglaterra? Se encontraba en Francia, de eso estaba seguro , tanto que todavía se acordaba de la cadencia melodiosa que impregnaba el habla del pueblo francés, del dulce aroma a geranios y rosas de los jardines de París.
Cómo había llegado a Inglaterra y por qué ? Y qué hacia discutiendo con lady Glendowne? Aunque no tuviese la menor idea de cuales serían las respuestas a sus dudas, de una cosa Killian estaba convencido: las vidas de ambos se hallaban inexorablemente conectadas. Esa certeza podía sentirla en su piel, y hasta el tuétano de su huesos.
Y había sido por eso que había intentado descubrir lo que estuviese a su alcance, haciendo indagaciones donde había podido. Indagaciones sutiles sobre esa dama. Averiguaciones respecto a todo lo que estuviese relacionado con ella. Y lord Gardner había sido apenas una de las personas que lo habían ayudado en su investigación.
Parecía que la baronesa había hecho un buen casamiento. Lord Glendowne había sido "guapo como una dios griego y educado hasta el último de sus cabellos, aunque un tanto pródigo con los recursos financieros que su esposa había traído al matrimonio", o por lo menos era eso era lo que había dicho Shanks, el escuálido fabricante de carros con quien Killian había tomado cerveza en un bar en Londres.
Nuevas investigaciones habían sugerido que el joven barón había sido "un camarada elegante y gentil, dispuesto a pagar una bebida a un amigo donde quiere que estuviese", lo que hablaba bastante a favor del fallecido lord. Además , todos habían concordado, con gestos y expresiones que denotaban incuestionable sinceridad, que esa muerte tan prematura como inesperada había sido una pérdida irreparable.
Pero, a pesar de todo, Killian no había dejado de preguntarse si la bella baronesa viuda pensaría de la misma manera. Si debía creer en ciertos comentarios, había sido gracias a los recursos financieros de ella que el finado barón había costeado su generosidad con la bebida y el juego. Sería posible que una dama del calibre de ella no resintiese ese hecho?
- Por qué tuviste que obstaculizar mi negociación con lord Gardner? - Tensa como la cuerda de un arco, lady Glendowne tenía los labios apretados en un gesto de censura.
Aunque ella usase un traje cerrado hasta la base del cuello, Killian no pudo dejar de recordar la imagen del vestido que traía la noche anterior, cuando la había visto con los cabellos sujetos en lo alto de la cabeza y el pecho desnudo por el vestido de escote pronunciado. Qué clase de hombre permitiría que su mujer se pasease por ahí vestida de esa manera?
- Obstaculizar - él repitió. - Es así como ustedes, los habitantes de las llanuras, llaman al hecho que una persona venga en su socorro?
- Socorro? Hágame el favor!


El rostro de la baronesa estaba enrojecido desde los delicados lóbulos de sus orejas hasta la columna delgada de su cuello. Unas pocas mechas castaño claras se escapaban del ridículo sombrero que ella usaba para posarse sobre su piel clara como el marfil. Una piel de aspecto tan sedoso que él tuvo que hacer un esfuerzo inmenso para no tocarla con la punta de sus dedos.
Cuando se dio cuenta de eso, Killian apretó los dientes ante un impulso tan tonto. Estaba allí, en ese instante, cuando en verdad ya debería estar muerto. Era de ese hecho que tenía que preocuparse y, no de sus apetitos carnales de hombre.
Al ver que él continuaba callado, Fleurette insistió :
- Socorro?. Allá ,del lugar inhóspito e incivilizado de donde vienes es así como se llama cuando alguien intenta robar las tierras de otra persona bajo sus propias narices?
Aproximándose un paso, Killian se acercó lo suficiente para sentir el embriagante perfume floral que emanaba como una brisa mágica de verano del cuerpo tan frágil como tan bien formado.
- No, mi lady, socorro es cuando alguien está siendo atacado por un cobarde y otra persona - desinteresadamente - llega para dar su ayuda. - Antes que lograse contenerse, Killian se preguntó si un cuerpo tan delicado y fascinante también guardaría un corazón noble y bondadoso. Después de todo, había sido por una mujer de bello cuerpo y corazón de piedra que él. .. No, ese no era el momento para pensar en eso.
Si antes Fleur estaba enojada, ahora parecía lanzar fuego por sus ojos verdes.
- Señor Hiltsglen, no sos mas que un embustero irrecuperable. - Y con eso Fleurette le dio la espalda .
Aunque supiese que no debía hacerlo, pues hacia mucho tiempo que no sentía la piel de una mujer junto a la suya, Killian agarró el brazo de ella.
- Eso soy ? - él indagó, y por más que intentase poner ironía en su voz, su tono le sonó demasiado suave.
- Suéltame - exigió Fleur airadamente, sus ojos como dos llamas teñidas de color esmeralda.
Movido por el deseo carnal reprimido hacia tanto tiempo, Killian no logró pensar dos veces antes de preguntar :
- Te estás ofreciendo... a recuperarme?
Dándose vuelta hacia él, lenta y dignamente, tal como una reina victoriosa, lady Glendowne soltó su brazo con un tirón para afirmar mientras lo fucilaba con una mirada gélida:
- No . Además, yo jamás me ofrecería a un tipo como vos.
Killian juzgó más prudente no reaccionar a la airada frustración que le ardía en las entrañas. Ya había llegado demasiado lejos y no debía permitir que sus instintos dictasen su conducta. La paciencia era una virtud de valor inestimable. Pero aun tomando en cuenta esas ponderaciones, Killian no pude dejar de preguntar:
- Y le dirías lo misma a un hombre como Kendrick?
- Kendrick? - Al darse cuenta de que él se refería al caballero que decía ser el primo de Thomas, Fleurette se corrigió : - Dime, escocés, realmente crees ser diferente a los otros hombres porque te atreves a amenazarme abiertamente?
- De cierto modo, si.
- Entonces además de un embustero sos un imbécil con diploma de imbécil . - Levantando el borde de su falda con una de sus manos protegidas por guantes, Fleur bajó el tramo de escalones y fue en dirección a su caballo.
Killian fue atrás de ella para declarar:
- No me gusta ser equiparado con un cobarde que aborda una mujer para intimidarla.
- No te gusta ? - Al alcanzar su yegua, ella se dio vuelta para encararlo. - Pues lo lamento tanto , pero la verdad es que no veo la menor diferencia entre ustedes dos.
- Yo nunca amenacé a una dama. -Aunque Killian se esforzase por apartar ciertos recuerdos, fragmentos de imágenes de su vida a acechar su mente. - Creo que ni siquiera lo hice cuando tuve motivos serios para actuar así.
Fleurette sonrió, pero sus ojos continuaban helados. Soltando las riendas atadas a la estaca sin mirar lo que hacía, ella señaló :
- Puedes creerme o no pero los hombres siempre consideran que tienen motivos para hacer lo que hacen.
Al verla prepararse para montar, Killian le tomó las riendas de las manos mientras la interpelaba:
- De qué estás hablando?
- De los motivos que los hombres alegan para justificar las atrocidades que cometen.
Antes enrojecido, el rostro de ella ahora estaba pálido, y sus ojos asombrados parecían todavía mas grandes en su rostro de rasgos delicados. Killian la examinaba con redoblada atención , ya que la vida le había enseñado que esa era una excelente manera de evaluar a sus adversarios. Porque era así como la veía: como una antagonista. Porque aunque no recordase casi nada de lo que le había pasado, le había bastado con oír ese título para reconocerlo en el mismo instante... Lady Glendowne. Y no habría descendientes de ese linaje, ya que el joven barón había muerto sin dejar herederos, según la información que él había reunido.
- Por qué trabaja como un hombre?
Por un momento ella pareció sorprendida con esa pregunta, y tal vez un poco vacilante, pero esa impresión se fue tan rápidamente como había surgido, ocultada por el brillo de sus ojos de gato.
- No creo que ese sea asunto tuyo , señor Hiltsglen.
La manera enérgica en que su cuerpo le exigía saciar sus deseos masculinos impelió a Killian a preguntar:
- Tu marido... sabía como satisfacerte?
La mirada de ella se estrechó, y su cuerpo se puso rígido.
- Cómo fue que él murió?
-Eso no es asunto ...
- No había amor en tu matrimonio.
Con los labios entreabiertos, ella contuvo la respiración. Y en ese instante Killian vio miedo en los ojos color esmeralda. Un miedo antiguo, negado y combatido miedo, que no por eso dejaba de ser miedo.
- Cómo te atreves a presumir que sabes algo sobre mí o sobre mi vida? - Las mejillas de ella volvían a ruborizarse, seguramente por efecto de la ira. - Suelta mi caballo.
- No me dijiste como era tu marido - Killian insistió, apretando las riendas entre sus dedos al ver que Fleurette saltaba sobre el lomo del animal. - él te cuidaba bien?
Cuando se acomodó sobre la yegua, ella sacó un látigo corto de caballo de debajo de la silla y, levantándolo en el aire, le ordenó :
- Suelta mi caballo.
Inquieta, la yegua movió sus ancas para un lado y para el otro; luego, bajó la cabeza en dirección a su propio pecho. Era un bello animal, evidentemente saludable, de huesos grandes y largos y miembros elegantes. Killian tenía que hacer fuerza para mantenerla quieta.

- Dime, mi lady, es propia voluntad que cabalgas sola por ahí? O es tu carácter lo que te impone vivir en soledad?
Tan pronto recuperó el habla, Fleurette murmuró entre dientes:
- No me obligues a llamar a lord Gardner. - Y entonces clavó sus talones en los flancos de Filie.
Killian casi sonrió. Si aquello era una amenaza, seguramente su efecto sería nulo ya que, a esa altura de los acontecimientos, el alegre lord ya debía estar desmayado de tanto beber. Killian contuvo una carcajada al recordar que, antes que él se apareciese en el umbral de la puerta de la sala, Gardner todavía no se había dado cuenta de que el hombre que había ido a visitarlo se demoraba en una de las dependencias de su casa.
Seria posible que el noble barón no estuviese caballeros ni guardias para proteger su propiedad y vigilar sus dominios?
Y esa bella dama delante suyo , por qué no tenía quien la acompañase y la defendiese? Killian levantó los ojos hacia ella en el momento en que la yegua envestía contra el freno de metal que le pasaba por la boca. Procurando calmar al animal, él no pudo resistirse a una idea que acababa de cruzar su mente.
- Si quieres , podríamos remediar esta situación.
Aunque arqueó levemente las cejas, la baronesa no dijo nada. La altivez emanaba de ella en oleadas.
- Aunque mi caballo no sea tan fuerte como el tuyo - él prosiguió -, ciertamente va a ayudarte a llegar segura al lugar donde...
La carcajada de Fleurette lo hizo callarse.
- Está sugiriendo que te deje montar a Filie? El tono de ella era de sorpresa, pero también de ironía.
- El orgullo puede ser la peor de las compañías, mi lady. Aprendí eso a un precio muy alto.
- Si al menos pudiese imaginarme de que estás hablando, tal vez podría responderte algo. Pero como no tengo la menor idea, voy a contentarme con decirte que lo que ese pobre animal necesita es descansar en un establo.
- Es extraño. - Era más que ironía lo que Killian veía en el rostro de ella: esas facciones crispadas ocultaban emociones conflictivas que no se atrevían a emerger.
- Qué es extraño?
- Por más desventuras que hayan enfrentado en el pasado, ciertas personas nunca aprenden a ver más allá de las apariencias.
- Suelta las riendas! - Fleur volvió a espolear los flancos de la yegua, quien se empinó sobre sus patas traseras.
Tomado de sorpresa, Killian se desequilibró y, en el instante siguiente, vio las riendas siendo arrebatadas de su mano. Lady Glendowne se curvó sobre las crines del animal, pero en seguida volvió a levantarse . La yegua quiso empinarse nuevamente. Controlando el animal por medio de las riendas, Fleurette lo hizo andar en círculos mientras decía:
- Esas tierras serán mías. Eso te lo aseguro, escocés.
- Haz que este bicho se detenga. - Killian buscaba aproximarse a ella.
-Siendo así , puedes ir volviendo a la caverna escocesa de donde nunca debiste haber salido.
- Bájate del caballo. Por lo menos hasta que se calme.
- Vete! . Aquí no hay lugar para vos. - Fleurette entonces guió a la yegua en dirección al muro de piedra que protegía la residencia de lord Gardner y desde allí la condujo al camino de tierra a todo galope.
Killian maldijo en voz baja al verlas desaparecer entre los castaños. E, incapaz de resistir impulsos remotos como el tiempo, saltó sobre el lomo de su viejo caballo capado y salió disparado para alcanzar a la baronesa.

Al mirar hacia atrás y vería que ese hombre insoportable la perseguía, Fleurette sonrió y se inclinó sobre el reluciente cuello de Filie hasta sentir las crines de la yegua golpearle el rostro de suavemente. Con los cascos causando un estrépito en el encuentro contra el camino de tierra y las fosas nasales moviéndose frenéticamente por el esfuerzo que hacía, el caballo corría como si estuviese impelido por el viento. Volviendo a mirar hacia atrás , Fleur vio que el caballo del escocés comenzaba a quedarse a mucha distancia y, con una carcajada de satisfacción , disminuyó la velocidad que le había impuesto a su animal. No valía la pena presionar a Filie por tan poco.
Ahora más calmada, Fleur relajó su cuerpo sobre la montura y, mientras disfrutaba del paisaje a su alrededor, se dejó perder en sus pensamientos. Y uno de ellos era la constatación que la identidad de ese hombre abominable, al final de cuentas, poco importaba.
Como tampoco hacía la menor diferencia que él pretendiese quedarse con las tierras de lord Gardner, pues eso ella no iba a permitírselo. En el fondo, el escocés no era mas que un estorbo pasajero en su vida. Un contratiempo bastante irritante, temerario y lleno de opiniones, pero aún así una mera molestia no mayor que un mosquito.
El camino ahora se alargaba, describiendo un amplio arco alrededor de las tierras de Gardner antes de retomar un curso un poco más recto y dividirse en dos. Cuando Filie tomó el camino que iba al norte, Fleurette se arriesgó a lanzar un vistazo más una por sobre su hombro. Y, al asegurarse que no había ninguna señal de Hiltsglen, dejó escapar un suspiro aliviado antes de diminuir un poco más la marcha de su caballo para hacerla recuperarse de los esfuerzos realizados.
No, no tenía motivos para preocuparse.
Todo estaba bien. Gardner se convencería de que lo más sensato sería venderle las tierras a ella. Después de todo, Hiltsglen apenas era un extraño, un extraño de quien nadie tenía la mas mínima referencia, y la aristocracia detestaba hacer negocios con alguien cuyos orígenes eran completamente desconocidos. Y Gardner no era diferente de sus pares. Tal vez hasta fuese un poquito mejor que ellos, a pesar su notoria inclinación por las bebidas alcohólicas. Aún así , ella y el barón habían establecido una relación cordial que...
Fue entonces que una sombra saltó repentinamente de entre los follajes que bordeaban el camino. En ese mismo instante, Filie saltó a un lado, yendo pisar en falso sobre una piedra o la raíz de algún árbol . Una de las patas del caballo se dobló. Fleurette intentó equilibrarse sobre la montura y controlar las riendas, pero era demasiado tarde : la yegua ya se tumbaba sobre las patas delanteras. Soltando los pies de los estribos, Fleur se lanzó de la montura. Y fue a aterrizar de espalda en el suelo duro, donde se quedó por un buen tiempo contemplando, por entre las ramas de los árboles, el límpido cielo azul.

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