sábado, 11 de julio de 2009

EL BARBARO - LOIS GREIMAN - CAPITULO 6

CAPITULO 6



Después de darse vuelta con un sobresalto, Fleurette dio un paso hacia atrás . Pues justo allí, a menos de dos metros de distancia, se hallaba el enorme escocés que la había ayudado en el jardín de la residencia de madame Gravier.
- Qué está haciendo aquí? - ella lo interpeló. En algún momento de la noche anterior Fleur se había convencido que el irritante escocés no podía ser tan alto ni tan fuerte como esa imagen que ella tenía en su recuerdo. Pero ahora veía que estaba equivocada: él parecía todavía mas grande y mas alto.
- Necesito esa pedrera - dijo el gigante. - Y las tierras alrededor de ella.

Indignada, Fleurette tragó una bocanada de aire antes de darse vuelta hacia Gardner, ya lista para exigirle explicaciones. Pero el barón, disimulando una sonrisa nerviosa, encogió los hombros como si estuviese demasiado avergonzado para hablar . Ella entonces volvió a mirar ferozmente al escocés, acusándolo:
- Esto es ridículo. - Al darse cuenta de que había llegado demasiado lejos, se forzó a sonreír. - Quiero decir, no me parece que eso sea posible, señor...
El continuó callado, indiferente al hecho que su actitud demostrase poco respeto a la dama que le dirigía la palabra. Y tampoco incomodándose con eso. Intentando de calmarse, Fleurette inspiró profundamente. De dónde diablos había salido ese hombre intratable?
- Hiltsglen - dijo el barón, un tanto nervioso, mirando al recién llegado. - Lord Killian Hiltsglen, no es ese su nombre? - Ahora medio pálido, él dijo : - Pensé que ya se había ido .
- Por lo que pude constatar ... - pero no era con Gardner que el escocés hablaba, ya que su mirada continuaba fija en Fleurette. De sus cabellos largos, sujetos en la nuca por una tira de cuero, se escapaba una mecha junto a su oreja izquierda - ... no necesitas más tierras, mi lady .
Indignada casi al punto de estallar de ira, ella frunció el ceño mientras señalaba:
- Perdóneme, señor Hiltsglen, no?, pero no creo que pueda decidir cuales son mis necesidades.
El se quedó callado por algunos instantes, la frente fruncida sombreando sus ojos castaños. Una cicatriz que debía ser bastante antigua le cortaba la ceja derecha.
- Usted sólo se tiene a si misma para ocuparse de sus intereses y de su bienestar, verdad? - él indagó finalmente - Y tampoco tiene niños a quien mantener, verdad ?
- Niños? - Sintiéndose ruborizar, Fleurette se preguntó si lord Gardner le habría hablado respecto de ella a ese... desconocido.
- Me refiero a hijos pequeños. - Y como a enfatizar lo que decía, él miró los pechos de ella, protegidos por la casaca corto de su traje de montar .
Por un momento Fleur se quedó literalmente sin habla. Pero, tan pronto se recuperó, ella intentó retrucar:
- No me parece que eso sea...
- Por qué no se casó? - Killian la interrumpió. Por qué no no tiene un hombre si es tan bonita?
- Usted... Yo ... Vos. .. - Ignorando categóricamente el hecho que el extraño que la examinaba de la cabeza a los pies, ella se dio vuelta hacia el dueño da casa. Y por más que creyese que debía sonreír en un momento como ese, no fue capaz de tal hazaña. - Lord Gardner, me gustaría ofrecerle diez mil libras por sus tierras.
- Diez mil libras! - El barón jadeó. - Es muy generoso de su parte, mi lady, pero yo...
- Depositadas en su cuenta bancaria en el día hoy - ella completó.
- Yo ... - con el rostro enrojecido como una manzana, Gardner miró a Fleurette , al escocés y después nuevamente a ella. - Bien, sucede que el señor Hiltsglen aquí presente me ofreció. .. - él tragó en seco - ...más.
- Más?!!!
- Le pido que me disculpe, mi lady. Pero yo...
- Entonces le ofrezco el mismo valor que él propuso más cien guineas.
El barón se puso a mover los labios como un pescado fuera del agua.
- Cubro la oferta que ella está haciendo - afirmó. Hiltsglen, todavía con los ojos fijos en Fleurette. - Y prometo mantener los límites de su propiedad a salvo de los malhechores.
- Los límites de la... - El extasiado barón tenía su respiración entrecortada. -Le estoy muy agradecido, pero no creo que...
- Le daré once mil libras y un carruaje Eddings recién salido da fábrica, con asientos de terciopelo, capota curva y dos caballos.
- Vamos , yo... A decir verdad, adoro los asientos de terciopelo. Son tan suaves que parecen manteca.
- Puede quedarse con mi caballo - ofreció el escocés.
- Su caballo? - Gardner pestañeó en señal de sorpresa. - Realmente, ese animal...
- Tu caballo? - Fleurette se rió irónicamente. - El pobre- no vale ni dos centavos.
- Tal vez usted se base demasiado en las apariencias para juzgar lo que ve a su alrededor , mi lady. - Los ojos del escocés brillaban al examinarla atentamente. - Olvidándose de tomar en cuenta pormenores como la capacidad, la habilidad y la competencia.
- Gracias por su inestimable lección, señor Hiltsglen, pero no creo que...
- Sir - él señaló.
- Cómo?
- Debe llamarme sir Killian de Hiltsglen. Soy un caballero, envestido con todas los honores inherentes a ese título.
- Me importa muy poco lo que seas el rey de las hadas o el jefe de los duendes. - Dando un paso en dirección a él, Fleurette levantó su rostro para encararlo. - Estos bosques pertenecen a mi propiedad, y yo no quiero verlos caer en manos de un arrogante cualquiera que ni siquiera tiene la gentileza de comportarse de un modo civilizado cuando...
- Mi lady! Mi lady! - Agarrándola del brazo , Gardner la hizo darse vuelta hacia la puerta y, poniendo la otra mano en la espalda inmensa del escocés, lo empujó levemente en la misma dirección. - Les estoy inmensamente agradecido por sus propuestas que tanto usted, lady Glendowne, como el señor, sir Killian, me presentaron . Ambas son muy generosas, pero desgraciadamente por el momento no puedo darles una respuesta. Como se imaginan , preciso tiempo para analizar la situación, de modo que, por ahora, sólo me resta agradecerles la visita y la oferta.
Sin darles tiempo a retrucar, el barón, sin la menor ceremonia, los dejó en la entrada de su residencia para cerrar la puerta en las espaldas de ambos con un suave golpe.

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