viernes, 17 de julio de 2009

EL BARBARO - CAPITULO 14

CAPITULO 14


La noche fue larga y sombría. Aun en el silencio acogedor de sus aposentos personales, Fleur tenía la sensación de que no estaba sola. Parecía que había más alguien allí, acechándola, espiándola, intentar descifrar el más íntimo de sus pensamientos.
Un ruido resonó en la oscuridad. Apresurándose a sentarse en la cama, ella contuvo la respiración mientras prestaba atención al mas mínimo movimiento a su alrededor . Pero aunque el aposento estuviese ahora sumergido en el más absoluto silencio, era imposible olvidar que alguien había logrado violar la paz y la seguridad de su pequeño santuario. Alguien había llegado a escondidas hasta su guardarropa para rasgar uno de sus vestidos. Por qué ?
Las dudas la torturaban, impidiéndole dormirse y descansar, robándole la tranquilidad.
Por eso, a pesar de ser más de medianoche, Fleurette dejó sus aposentos envuelta por la colcha de su adolescencia para se encaminarse a la quietud del jardín.
La calma que reinaba allí era un verdadero bálsamo para su alma angustiada. Fleur se sentó junto a la estatua y, apoyando la cabeza en el granito, cerró los ojos. Y con el valiente Celta velando su seguridad , acabó por dormirse.
La mañana todavía no había clareado por completo cuando Fleur despertó. Sintiéndose sorprendentemente descansada y bien dispuesta, incluso se permitió un último vistazo al Celta antes de volver a la casa y prepararse para un día de trabajo más.
La lluvia que cayó en los dos días que siguieron en mucho contribuyó para agriar el humor de Fleurette. Acostumbrada a cabalgar por los alrededores de su propiedad y a caminar sin prisa por los jardines sintiendo la brisa fresca contra su rostro, de un instante para el otro ella se veía confinada entre las paredes de su casa o de su oficina.
Entonces, al dejar a Carruajes Eddings al final de ese viernes, Fleur sentía su cabeza a punto de estallar. No sólo por el dolor que la molestaba hacia horas, sino también por la sensación de tener arena en los ojos. La calle afuera estaba oscura y triste. intentando ignorar que el agua sucia de los charcos que mojaba el borde de sus faldas, ella se encaminó con la cabeza gacha al carruaje que la estaba esperando.
- Mi lady.
Por poco Fleurette no gritó cuando, dándose vuelta ante la voz que la había llamado. Giró y se encontró con Kendrick. A pesar del susto, levantó el rostro para encararlo sin demostrar cuanto le temía. Sería él el responsable por el ataque a su vestido? Pero, cómo ese hombre habría entrado a sus aposentos sin ser visto? Y qué quería de ella?

- Perdón, no quería asustarla - aseguró él en un tono amigable.
Aún así , Fleur sentía el corazón a punto de saltarle a la garganta. A no ser por su carruaje, la calle estaba desierta.
- Temo haberle dado una impresión equivocada de mí cuando conversamos aquella noche - él agregó.
- Qué quiere conmigo? - Fleurette se alegró al darse cuenta que, a pesar del miedo que sentía, su voz era firme. La lluvia no daba tregua, sus nervios parecían tensarse, sin embargo ella se mostraba segura.
- Todo lo que quiero es la verdad. - Kendrick mostró las manos antes de dar un paso en dirección a ella.
Fleur miró de reojo el carruaje. Y al constatar que Horace debía estar en el interior del vehículo, como ella le había ordenado en caso que continuase lloviese, anotó mentalmente nunca más sugerirle esa idea a su cochero.
- Fue por eso que invadió la privacidad de mi hogar, señor Kendrick? - Fleur se resolvió a arriesgar una hipótesis. - Para descubrir la verdad ?
- Yo no le dije que quería descubrir la verdad, mi lady. Oh, no. La verdad ya la seé. - él se aproximó un paso más. - Lo que quería era oírla de sus labios.
Aún sintiendo su respiración acelerarse, Fleurette indagó :
- Entonces por qué estuvo en mis aposentos?
- En sus aposentos? - Kendrick se rió. - Mi querida dama, por casualidad está imaginando que más alguien sabe la verdad ? Quién más podría estar queriendo oír su confesión ?
- No sé de que está hablando. Qué quiere de mi? - ella ahora sentía la garganta seca de terror y el corazón golpeando en sus costillas.
- Estoy al tanto de todos los hechos que rodearon la muerte do mi primo.
- Y cómo puedo tener certeza de que usted es su primo? - Fleurette hacía de tripas corazón para no salir corriendo de allí. - Thomas nunca me habló de usted.
- Es extraño. El tampoco nunca habló de usted. - Kendrick volvió a reír, una risa suave e intimidante. - Tal vez fuese por el hecho que éramos primos lejanos, tanto en términos de vivienda como de parentesco. Seguramente sabe muy bien como son esas cosas, mi lady: a veces queremos aproximarnos a alguien, formar un vínculo de respeto y cariño, sin embargo, por más que lo intentemos, no conseguimos hacerlo.
Cuánto de la verdad él realmente sabía? Y cuánto estaba apenas suponiendo? Las manos de Fleurette temblaban tanto que ella tuvo apretarse una con la otra para que Kendrick no lo notase. El miedo nunca la había ayudado.
Nunca.
- Por más fascinante que sea este tema, señor Kendrick, ya es tarde, y debo volver para casa.
- Usted es una mujer muy fuerte, verdad, lady Glendowne? - él sonreía, pero su semblante continuaba austero.
- Si me da permiso... - Y con eso se dio vuelta hacia el carruaje.
- Dicen que usted se enriqueció descomunalmente desde ;a muerte de su marido.
Fleurette volvió a darse vuelta para encararlo. Continuaba nerviosa y muerta de miedo, si , pero la rabia ya comenzaba a calentarle las mejillas antes heladas.
-Lo hice por mérito propio, señor Kendrick. Trabajé mucho y tuve suerte.
- Creo que está siendo modesta, mi lady. Oí decir que, más que suerte, es la sagacidad con que administra sus negocios la raíz del éxito económico.
- Me siento halagada, pero no puedo ser responsabilizada por la suerte que me acompaña. Dios y todos en Londres han sido muy buenos conmigo, como estoy segura que usted ya sabe. Ahora realmente me tengo que ir.
Antes que ella se apartase, Kendrick la sujetó por el brazo.
- Sé muy bien que es usted, lady Glendowne.
- Suélteme.
- Muchas personas creen que es indecoroso que una dama pase sus días en compañía de hombres.
Fleurette intentó soltar su brazo, pero él lo apretó todavía más.
- Qué hace usted con todos esos hombres que fabrican sus carruajes ?
- Suélteme.
- No antes que. ..
- Quién está ahí?
- Horace! - llamó Fleurette, y su voz había perdido la firmeza.
- Mi lady! - Los pasos del cochero hacían eco en la calle oscura.
Soltando el brazo de ella, Kendrick se apartó.
- Hasta luego, mi lady. - Y con eso desapareció en la noche.
- Perdón - se disculpó Horace, quien jadeaba o porque había corrido hasta allí o por su preocupación. - Debería ser castigado por dejarla a merced de un atrevido, pero es que estaba cubriendo a Lily y no la vi dejar a fábrica. Qué pasó? Está bien? Quiere que vaya detrás de él?
- No! - Al notar que había gritado, Fleurette cerró los ojos por un breve momento intentando calmarse. - No. Deje que él se vaya. No estoy herida.
- Quién era...
- No se preocupe más . Por favor, Horace, ahora me gustaría volver a Briarburn.
- Por supuesto , mi lady. - después de acomodar su sombrero, el cochero corrió de vuelta al carruaje, bajó el estribo y la ayudó a subir al vehículo.

No hay comentarios: