jueves, 16 de julio de 2009

EL BARBARO - LOIS GREIMAN - CAPITULO 13

CAPITULO 13


- Qué se te pasó por la cabeza? - Fleurette cuestionó a su amiga.
Las dos habían retornado a la casa de Lucille sin intercambiar una sola palabra, y aunque parte de la ira de Fleur se hubiese disipado por el camino, otra parte de su indignación continuaba hirviendo en sus entrañas. Oh, qué el diablo se llevase a ese hombre impresentable a las profundidades del infierno y que nunca más lo dejase salir de allá!
- Qué pasó por mi cabeza? - después de entregar su sombrero a la criada, Lucille se encaminó a la sala de visitas.
- Sabes muy bien lo que quiero decir - insistió Fleurette, siguiendo los pasos de la condesa. - Por qué diablos tenías que invitarlo a venir aquí?
- Invitar a quién ?
Apretando los dientes, Fleur contó hasta diez. Era por situaciones como esa que prefería estar en compañía de caballos y perros.
- Ese insoportable , impresentable, inaguantable, inadmisible, imposible ... - ella intentó proseguir, pero se le acaban las palabras se le acababan.
- Escocés?
- Exacto, ese escocés odioso ! Por qué tuviste que invitarlo?
- Hiltsglen es un hombre intrigante, no te parece ?
- Has perdido el juicio? - preguntó Fleurette, para entonces darse cuenta de que caminaba por la sala como un animal enjaulado.
- No me digas que no los consideras algo fascinante. Tiene ese toque salvaje... casi animal ...
- Fascinante? Para mí ese hombre no es mas que un bruto. El es dominante, arrogante, irritante, ambicioso, ególatra, y un grandísimo palurdo.
Después de aceptar una pequeñas masas de frambuesa que el criado de semblante inexpresivo le ofrecía, Lucille ladeó su cabeza , comentando:
- Bien, parece que no lo consideras ni un poquitito fascinante.
Fleurette se detuvo en seco.
- Sé sincera, Lucille: yo te hice algo que ofendió ? Crees que hice algo que pudiese perjudicarte?
- De cierto modo, si.
- Si ? - Boquiabierta, Fleur empezó a censurarse por haber causado algún mal a su amiga. Lucille era una ancla segura en el turbulento océano de su vida. Una presencia sincera y leal, siempre dispuesta a ayudarla, siempre lista para oírla. - Qué te hice?
- No hiciste, haces.
- Hago qué?
- Negarte a casarte nuevamente.
-Y eso qué tiene que ver? - Ahora Fleurette estaba todavía más sorprendida. - No puedo creer que estar oyendo eso de tu boca. De vos, que estás viuda hace mucho más tiempo que yo y que nunca siquiera consideraste la idea de volver a casarte.
Lucille le dio una diminuta mordida a la masa, después la dejó de lado.
- Pero yo, querida Fleur, continuo sola por motivos muy distintos a los tuyos.
- Sea como fuere, el hecho es que no quiero hablar de ese asunto ni aquí ni ahora. Soy una mujer adulta, capaz de tomar decisiones por mí misma, y tuviese que resolver que...
- Si, eres capaz de tomar tus propias decisiones, sólo que cuando una de esas decisiones es una absoluta tontería, me reservo el derecho de sentirme irritada.
- Absoluta tontería! No es posible que estés insinuando que... no, no puedes estar insinuando lo que estoy pensando... - Muy nerviosa, Fleurette ni siquiera notaba que gesticulaba sin parar con sus manos.
- Y qué crees que estoy insinuando?
- Que ese hombre intolerable e impresentable podría resultar un buen marido!
- Bien... - Lucille se puso a juguetear con uno de los bucles que se escapaban de su peinado meticulosamente elaborado. - Concuerdo con que el hecho que él no es un hombre elegante, pero...
- Elegante! - Fleurette bufó. - Es un grosero, un bruto , un salvaje!
- De ningún modo. Además, Hiltsglen fue bastante gentil conmigo. Ahora, es cierto que la ropa que usa es un poco .... rústica, rural, anticuada pero eso. ..
- Rústico ! Rural! Anticuado! - Fleur vaciló por un instante, como si no supiese que otros defectos apuntar en él , pero en seguida volvió a la carga: - Ese hombre parece salido de la Edad Media. Apuesto a que no tiene una sola corbata.
- Lo que sólo prueba que no todos los hombres son iguales a Thomas, nada más - comentó Lucille en un tono casi apático. - Te acuerdas como era de meticuloso con sus medias? Además de tener sus iniciales bordadas en ellas con hilos de seda, todas tenían que ser guardadas como las joyas de la Corona.
Fleurette se quedó callada.
- Seguramente nuestro escocés no se sentiría cómodo en una de las fiestas que el príncipe da en sus jardines , pero a quién le importa esa tontería?
- Realmente - concordó Fleur sin mucho entusiasmo. La mención de su fallecido marido parecía haberle robado parte de su energía. - Sería lo mismo que sacar un pez del mar para largarlo en tierra firme.
Lucille exhaló un profundo suspiro. - La verdad es que, aún no siendo ni refinado, ni elegante , ni lo bastante educado como para ser un miembro de la alta sociedad, él debe ser una compañía inolvidable para las horas solitarias de la noche.
Fleurette la miró azorada.
- Admítelo , Fleur - prosiguió Lucille -, desde el punto de vista de la virilidad , él es muy atractivo .
- Pues yo prefiero la compañía de un buen té - desdeñó Fleurette. - Ese hombre es irritante, dominante...
- Ya dijiste todo eso.
- Engreído , invasivo, básico, muy básico...
- " Básico "me suena excitante, me hace pensar en instintos básicos.
- Loco, demente ...
- Si, si - Lucille la interrumpió antes de soltar un gran bostezo. - Este tema es muy interesante, pero debo pedirte que me des permiso. Estoy realmente exhausta. No te molestaría si no te acompaño hasta la puerta, querida?



En un silencio pétreo, con los ojos fijos en el asiento revestido de brocado delante suyo mientras su carruaje se deslizaba mansamente en dirección a Briarburn, Fleurette llegó a la conclusión de que sabía muy bien lo que su amiga intentaba hacer. Ah, claro que lo sabía! Lucille declamaba su independencia y su libertad personal, pero en el fondo debía pensar como cualquier jovencita romántica con la cabeza llena de sueños y la idea básica de que una mujer precisaba de la compañía de un hombre para sentirse completa.
Completa.
Pues ella había tenido a un hombre a su lado y no estaba ni un poco interesada en tener otro. Sobre todo un hombre que debía creerse un enviado de Dios a la Tierra con el derecho de ordenarle qué hacer o no hacer desde el amanecer hasta la noche.
El carruaje fue perdiendo velocidad hasta detenerse con un tirón. Al sentir los resortes gemir bajo su cuerpo, Fleur hizo una mueca. Un vehículo pesado como ese precisaba un sistema de amortiguadores mucho más eficiente... bien, iba a ver qué podía ser hecho para apresurar la llegada de los amortiguadores de Cadway. Y probablemente iba a utilizarlos en los modelos que todavía no habían dejado la fábrica.
Fue sólo al saltar del carruaje que se dio cuenta cuan cansada estaba. Aún así , mientras Horace conducía la pareja de caballos grises en dirección a la cochera, ella tomó el camino de piedras que llevaba a los jardines de su propiedad. Allí el mundo parecía otro. Un lugar mejor. El olor a tierra y plantas floraba en los alrededores, pero era la escultura del Celta lo que de hecho la llevaba a demorarse afuera .
Al levantar su rostro hacia la estatua, Fleur deseó poder verle los ojos, pues estaba segura que así sabría lo que él pensaba... Oh, cielos, me estoy volviendo loca?
La escultura no pensaba en nada. El Celta solamente era un grande bloque de piedra. Y, sin embargo ... Incapaz de resistir el impulso, ella levantó el brazo y colocó la mano sobre la rodilla cincelada en roca. El granito todavía guardaba el calor del sol, la piedra estaba lisa después de tanto tiempo de estar expuesta a la intemperie... Dios, el Celta era casi real, daba la impresión que cobraría vida en cualquier instante, como si hubiese resistido a través de los siglos solamente para estar al lado de ella.
Por más que intentase evitar eses pensamientos fantasiosos, Fleurette simplemente no se sentía capaz de dejar al Celta solo. Entonces, se sentó al pie de la escultura, en la quietud de las penumbras del atardecer, y dejó que la soledad del jardín apaciguase su alma.
Había pasado un buen tiempo cuando ella finalmente entró en la casa. Saltando de su lugar no muy lejos de la puerta y agitando frenéticamente la cola, Henri corrió al encuentro de su ama. A pesar de la lampara de aceite que el señor Smith había dejado encendida en el hall, el ambiente le pareció un tanto sombrío y, después de dejar su chal sobre una poltrona en la entrada de la sala, Fleurette tomó la escalera rumbo a sus aposentos.
Al abrir a puerta, observó sin prisa los nuevos contornos que las llamas de las velas proyectaban sobre los cuadros. Y ya se preparaba para disfrutar de la quietud reinante en el ambiente cuando Tessa surgió rápidamente por el corredor.

- Mi lady. - La criada se curvó en una reverencia delante de ella. - Espero que haya tenido un buen día.
- Cómo? Oh, si. - A pesar de la absurdo confrontación que había tenido con el escocés, Fleurette se sentía mucho más calma.
- Es tarde - comentó la muchacha, poniéndose a desabotonar la parte trasera del vestido de su ama. - Debe estar exhausta.
Girando la cabeza para mirar a Tessa por encima del hombro, Fleur señaló :
- Si es tarde para mí, también es tarde para vos.
- Es gracioso, nunca lo había pensado de esa manera... - Los dedos de Tessa ejecutaban movimientos ligerísimos a lo largo de la interminable hilera de botones de madera. -Dios, debo estar exhausta y no me doy cuenta.
Fleurette se rió, sintiendo el resto de tensión que la consumía desvanecerse.
- Cuántos años hace que estás aquí en Briarburn, Tessa?
- Creo que casi ocho. - Curvándose, ella tomó los zapatos que Fleur acabara de sacar. - Por qué ? No estará pensando en... - Los ojos de la muchacha se agrandaron. - No estará pensando en librarse de mí, verdad, mi lady?
- No digas tonterías - Fleurette la reprendió , extrañada por súbito e infundado temor de su criada personal . - Has cuidado de mí como si yo fuese tu hija.
Visiblemente aliviada, Tessa se rió bajito. Gordita y graciosa, la muchacha tenía la risa fácil y un alma generosa. después dejar el par de zapatos junto al guardarropa, ella fue quitándole el vestido mientras comentaba :
- Es mucho mejor trabajar para usted que vivir con un hombre que me golpee desde el amanecer hasta... Oh! Mi lady! Su vestido!
- Oh. - Súbitamente, Fleurette sintió una enorme vergüenza por el espectáculo que había protagonizado delante de extraños en plena vía pública. - Tuve un contratiempo en la calle y... fue sólo un incidente desgraciado, nada más. Imagino que no se puede remendar este rasgón que...
- No es del vestido que estoy hablando, es esto de aquí. - Tessa le mostró el vestido que acababa de sacar del armario.
Con un mal presentimiento cerrándole la garganta, Fleurette se dio vuelta rápidamente. El delicado vestido que Tessa sostenía había sido cortado desde la pechera hasta el dobladillo, en un tajo que comenzaba a la altura del seno izquierdo y proseguía en una línea irregular hasta el borde inferior.
- Cómo pudo suceder esto ? - indagó la muchacha.
Pero Fleur no lograba decir una sola palabra. Estaba sencillamente paralizada y temblando de pavor.
- Mi lady? Se siente bien?
- Oh... si... si. - ella se obligaba a hablar, a respirar, a actuar como si todo estuviese bien. - Estoy bien, si. No te preocupes, es solamente un vestido.
- Pero quién haría una cosa así con su vestido? Y por qué ? Oh, un vestido tan lindo...
Quién? Aunque la respuesta hiciera eco en su mente como un mal sueño, Fleur no se atrevía a pronunciar ese nombre. En vez de eso, solamente dijo :
- No debe haber sido a propósito.
- Pero...
- Seguramente sucedió cuando lo lavaron.
- Pero este vestido no fue sacado del guardarropa desde la última vez en que lo usó, mi lady. Se acuerda? Fue hace años. Lo vistió para ir a la velada de lady Gravier, aunque lord Glendowne no quisiese que...
- Si, me acuerdo. - A pesar de sentir su voz un tanto áspera, Fleurette no se esforzó para suavizarla. Debería haberse librado de ese vestido mucho tiempo atrás. Debería haberlo quemado, junto a una serie de viejos recuerdos. - Ha sido un día muy cansador, Tessa. Y seguramente para vos también. Tira ese vestido a la basura, por favor. También tira el otro, el que rasgué al caerme en la calle hoy.
- Pero...
- Tessa! - Al darse cuenta que hablaba demasiado alto , Fleur se forzó a sonreír. - Por favor, si?
- Si, mi lady. Le pido que me disculpe. Voy a llevar los dos para quemarlos en el fuego de la cocina, después volveré para ayudarla con su cabello.
- No es preciso, yo misma me desarmó el peinado. - Haciendo un gran esfuerzo por controlar el temblor de sus manos, Fleurette comenzó a ponerse el camisón.
- Está segura que no quiere que vuelva ? - La muchacha tenía un aire preocupado. - No prefiere que...
- Quiero estar sola, Tessa. - Pero, en el mismo instante, se sintió culposa por la severidad de sus palabras y de su tono. - Discúlpame, por favor. Estoy realmente cansada y... bien, entiendes que preciso dormir, no?
- Si, mi lady. - Recogiendo los dos vestidos la criada se apresuró a dejar el cuarto.

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