domingo, 5 de julio de 2009

EL ACUERDO - VERONICA SATTLER - CAPITULO 42

CAPITULO 42



Brett se curvó sobre su esposa, quien dormía con los cabellos esparcidos sobre la almohada, y le besó la frente.
- Feliz cumpleaños, amor.
Ella se agitó en el sueño, y sus labios se movieron. Después , con un suspiro, se despertó.
- Querido...
El se sentó en la cama y se quedó contemplando su rostro todavía somnoliento . Era una de esas raras mujeres que parecían todavía más lindas al despertar!
- Cámo se siente cumplir veinte años, adorable perezosa? - le preguntó con una sonrisa. - Las horas de amor de anoche fueron demasiado ardientes para una mujer tan vieja ?
- Vieja? - se indignó Ashleigh, sentándose también .
Brett la sujetó por los hombros y le besó la boca rápidamente.
- Me gustan tus ojos cuando estás enojada. Se ponen increíblemente azules.
- Y los tuyos se ponen mucho más brillantes cuando...
- Cuando acabamos de hacer amor y estás deliciosamente saciada!
El la besó largamente. Cuando la soltó, ella se reía.
- Atrevido!
- No puedo resistirme...
Ashleigh puso sus manos en los hombros de el para impedirle de besarla nuevamente y lanzó una mirada al reloj de la chimenea.
- Mi Dios! La diez ! Acordé con lady Margaret que llegaría a la villa del lago antes del mediodía!
Dos días antes, para su sorpresa, había recibido una nota de Elizabeth. Los Hastings, decía ella, deseaban presentar su homenaje a la duquesa en el día de su cumpleaños, ofreciéndole una fiesta.
Ashleigh nunca hubiese esperado cosa una cosa así de parte de Elizabeth, en quien veía una enemiga. Pero esa nota era cordial, dejando notar en las entrelíneas que la muchacha deseaba disculparse por su insolencia.
Se había animado , entonces, a aceptar la invitación. Era una oportunidad magnífica para resolver sus antiguas divergencias. Naturalmente, había discutido el asunto con Brett y María. Ambos se habían mostrado reticentes, pero se dejaron convencer, en grande parte, por efecto de su insistencia.
- Ella procedió muy mal, estoy de acuerdo - Ashleigh le dijo a los dos. - Pero creo que sería mejor olvidar el pasado.
- Una optimista incurable - murmuró su marido.
Lady Margaret, al contrario, se había mostrado encantada cuando había venido al té da tarde. Ella la había alentado diciéndole :
- "Haces bien en aceptar la oferta de paz de Elizabeth. Mi ahijada tiene una lengua muy afilada. Pero sé que ella está sinceramente arrepentida. Tengo esperanza de que ustedes todavía sean buenas amigas.
Después de eso, la había invitado a pasar por la villa del lago, con la promesa de que, si el tiempo o permitiese, irían a la propiedad dos Hastings en barco.
- Me gusta de remar y quiero mostrarte que todavía soy buena en ese deporte que practico desde mi juventud.
Ashleigh había creído que, en un excesivo sentimiento de responsabilidad por los errores de su ahijada, lady Margaret quería ver la situación rápidamente esclarecida y pacificada.
Un leve escalofrío la trajo de vuelta al presente. Brett había apartado las sábanas a un lado y le acariciaba los pechos.
- Brett... el almuerzo - le recordó ella, jadeando.
- El almuerzo puede esperar!
El alto reloj de pie daba las once horas cuando finalmente se acordaron de que tenían compromisos ineludibles.
- No creo en esa exagerada cortesía de Elizabeth. No es de ningún modo natural - dijo Brett, con la vaga sensación de que había algo de falsedad en esa invitación.
- Los seres humanos están llenos de extrañas sorpresas - rebatió ella.
- Concuerdo. Pero en el caso de Elizabeth hay razones especiales, razones que yo estoy en mejores condiciones de percibir que cualquier otra persona.
No confiaba en Elizabeth. Era una mujer arrogante, esclava de sus impulsos. La única excusa que podía encontrar para su conducta era la pésima educación que había recibido. Pero todavía no descartara la hipótesis de que ella fuese responsable del atentado contra la vida de Ashleigh.
Poco después del terrible accidente, había tomado algunas medidas para proteger a su esposa y para defender por todos los medios su tranquilidad . Discretamente, sin despertar sospechas o causar complicaciones, dos hombres de confianza del viejo Henry seguían cada uno de los pasos de ella, mientras otros vigilaban la preparación de los alimentos , de los aposentos y de las establos.
Debía descubrir al asesino . Para eso, había pedido el auxilio del teniente George Hodges y de su cuñada Mildred, ambos ahora estaban en camino a Ravensford Hall. El teniente era un espía de la Marina y su cuñada, una de las hábiles agentes secretas de su Majestad. Estaba seguro que, con esa valiosa colaboración, atraparía al maldito o maldita que deseaba matar a Ashleigh!
Todavía en sus brazos, ella suspiró lánguidamente.
- Amor, recuerda que preciso pasar antes por la casa de lady Margaret.
Ante la mención de su tía abuela , Brett sintió un extraño presentimiento. Había quedado agradecido por su aproximación, pues la cosa que más deseaba en el mundo era que todos aceptasen y amasen a su esposa. Pero había algo peculiar en las calurosas manifestaciones de simpatía que esa mujer indomable le hacía a Ashleigh.
"Tampoco ella está completamente fuera de toda sospecha", Brett reflexionó .
Nada ni nadie iba a inducirlo a relajar la vigilancia, cuando la preciosa vida de su esposa estaba en juego! Para eso, el joven Jonathan Busby y Blecker, el maestro carpintero que había reparado el balcón de la villa, se encontraban ahora en los jardines de la villa del lago. El pretexto era reparar la cerca; el motivo real, vigilar atentamente a Ashleigh.
- Qué pasa, querido? - preguntó ella al verlo inmerso en pensamientos.
Brett forzó una sonrisa.
- Estaba pensando que todavía no te di mi regalo de cumpleaños.
El tomó la capa, arrojada sobre a silla, y sacó del bolsillo una cajita de cuero labrado.
- Feliz cumpleaños, amor - dijo , colocándola en las manos de ella.
Ashleigh apretó el cierre. En el interior del terciopelo azul había un gran zafiro oval rodeada de brillantes, sujeto a una delicada cadena de oro. Era una joya digna de una reina!
- Brett! - ella exclamó, levantándola. - Es tan linda!
- No tanto como la mujer que va a usarla. Déjame ver como te queda.
El la ayudó a levantarse y la guió hasta el gran espejo del cuarto de vestir. Se colocó detrás de ella y cerró la cadena, apartándose entonces para admirar su imagen.

Ashleigh estaba desnuda, y el zafiro estaba entre los pechos, lanzando reflejos azulados con la clara luz de la mañana.
- Más bella imposible!
- Gracias - murmuró Ashleigh, cuando sus ojos se encontraron.
En ese instante, el reloj marcó el cuarto de hora y rompió el encantamiento.
- Es mejor deje que te vistas, amor. O te perderás la fiesta de la bruja.
Ella le lanzó una mirada de censura.
- Lady Margaret se ha mostrado tan gentil últimamente!
En el fondo, ella solamente es una pobre mujer solitaria que necesita un poco de cariño.
Brett suspiró.
- Disculpa, querida. Voy a intentar refrenar mi lengua. - Brett Se inclinó y le besó los labios. - Te veré después.
Media hora después , Brett se encontraba con su madre en la biblioteca.
- Brett, querido - dijo ella, con su suave sonrisa. - Voy a demorar un poco. Los niños me pidieron que supervise el ensayo final del espectáculo que van ofrecer en el cumpleaños de tu esposa. Más tarde, un muchacho del establo podrá llevarme hasta Cloverhill Manor. Te Importa?
- En lo absoluto! - Brett sonrió , satisfecho. - Esos pequeños adoran a Ashleigh, verdad ?
- Todos la adoramos, querido.
"Todos, no. Alguien la odia y la quiere ver muerta", pensó él. pero pronto apartó ese peso terrible de su mente y se puso a contemplara María.
- Estás maravillosa!
- Gracias, querido. Ahora ve y no te preocupes por mí. Elizabeth te necesita .
Brett se acordó de la esquela que había llegado el día anterior y frunció la frente. Elizabeth le pedía que llegase más temprano para ayudarla a mantener a lord Hastings sobrio. "Temo que él estropee nuestra fiesta", había escrito ella. Esa idea no lo divertía. Pero era tarde para excusarse.

Así que Brett se fue, María subió al piso superior y asistió al ensayo general. Elogió el trabajo de los niños y se despidió de ellos diciendo que los vería a las siete da noche, cuando el viejo Henry los condujese a Cloverhill Manor. Después , bajó apresuradamente la escalera con la idea de pedirle al criado que trajese el carruaje.
Al llegar al pie de la escalera, vio una figura solitaria, vestida de gris, parada en el hall. A primera vista, no la reconoció. Pero el lacayo refrescó su memoria al anunciar:
- Lady Jane Hastings desea ver a la duquesa, mi lady. María se adelantó con los brazos extendidos.
- Lady Jane! Qué placer!
La vieja señora permaneció inmóvil , apretando compulsivamente contra su pecho la caja de marfil que traía consigo.
- Soy María... Westmont. No me reconoces?
El rostro delgado, vacilante, de Jane Hastings se iluminó .
- María... Ah! Me acuerdo . Fuiste muy bondadosa conmigo.
La Condesa sonrió , más aliviada.
- Querías ver a mi nuera? Lo lamento, pero ella ya salió. Vas a encontrarla en Cloverhill Manor.
Los ojos castaños de lady Jane se llenaron de angustia.
- Oh, no... Puede ser demasiado tarde!
Ella le mostró la caja de marfil.
- Quería entregarle esto. - Después , respirando con dificultad , agregó : - Hay cosas aquí que podrán salvarle la vida!
Ante esas palabras, María apenas contuvo su desesperación. Brettle había hablado sobre el atentado del cual Ashleigh no debía saber nada. "No quiero afligirla innecesariamente', había afirmado Brett con convicción.
Ella le había aconsejado no subestimar el valor de su esposa, pero no consiguió convencerlo. Ahora, al oír el relato temeroso de lady Jane, pensó si había hecho bien en dejarse influenciar por los escrúpulos de él.
- Lady Jane, hay algo en esa caja que pueda interesarle a la duquesa?
La mujer la miró durante un largo instante, como si la estuviese evaluando. Entonces , en un impulso, le confió a caja.
- Toma ! Tal vez a señora pueda ayudarla.

Antes que la Condesa pudiese recobrarse de la sorpresa, corrió hacia la puerta , gritando por encima de su hombro:
- Léelas todas. Rápidamente !
María la acompañó con los ojos hasta verla subir al carruaje. Sólo entonces, vacilante y recelosa, abrió la caja. En su interior había un fajo de viejas cartas atadas con una cinta deshilachada. Lo Abrió y se puso a leer la primera.

En la terraza soleada de Cloverhill Manor, Brett observaba a Elizabeth, elegantemente vestida y peinada, arreglar, con gestos nerviosos, las flores que formaban el centro de una de las mesas. Tenía que admitir que ella estaba increíblemente bella en esa mañana. Bella, pero fría y insoportablemente altanera, pensó, sabiendo que clase de mujer había por detrás de ese barniz.
- Por qué estás tan nerviosa? -le preguntó . - Es una simple fiesta campestre!
Elizabeth forzó una sonrisa, censurándose por haber olvidado que su ex novio era un hombre muy observador. Precisaba tener más cuidado! La tía Meg había sido particularmente insistente sobre la necesidad de disipar sus sospechas y distraerlo.
No sabía cuales eran las intenciones de su madrina. Ella le había dicho que era de suma importancia conservar a Brett allí, lejos del lago y de su esposa. Y todo eso para asegurarse que pronto el duque estaría libre para casarse de nuevo .
Había bastado esa promesa para animarla. A pesar de la traición de Brett , todavía sentía que él era suyo, y que volvería a pertenecerle. No pasaba una noche sin que soñase en convertirse la duquesa de Ravensford, aunque sus sueños más parecían pesadillas, desde que Brett había vuelto a Inglaterra con esa pequeña usurpadora!
Ah, cómo la odiaba! Pero la tía Meg la obligaba a fingir que estaba ansiosa por conquistar su amistad. Se había sometido a esa farsa, pensando que debía haber una buena razón para eso. La tía Meg era muy astuta e inteligente. Y, si ella había asumido la misión de devolverle a Brett, no tenía duda de que lo conseguiría. Por lo tanto, lo mejor que podía hacer era obedecerla aun con el sacrificio de su dignidad!
Elizabeth esbozó su sonrisa más afectuoso, diciendo con voz dulce:
- Tengo todas las razones del mundo para estar nerviosa. Nunca ofrecí una fiesta a una duquesa. Y después está el tema de papé. Simplemente me moriría de vergüenza si él bebiese mas de la
cuenta!
Brett hizo una mueca.
- A propósito, Dónde está su Señoría?
- En la biblioteca - dijo Elizabeth,- Puedo contar con vos?


Ashleigh agradeció al cochero que la había conducido a villa del lago y saltó del carruaje. Mientras seguía por el jardín florido, vio a Jonathan Busby y a Tom Blecker trabajando en la cerca.
- Señor Blecker... Jonathan, buen día! - ella los saludó de lejos.
Los dos hombres hicieron una pausa y se sacaron sus sombreros.
En el mismo instante, la puerta de la villa se abrió y lady Margaret salió para darle la bienvenida, acompañada de una criada que cargaba una bandeja con vajilla de porcelana.
- Buen día, querida. Me gustan la personas puntuales. La puntualidad es una virtud . Pero parece que la mayoría de los jóvenes se olvidó de las viejas reglas.
Ashleigh sonrió .
- Es una cuestión de cortesía, de educación. Jamás dejaría a alguien esperando por mí.
- Muy bien dicho, querida.
Lady Margaret se dio vuelta hacia la empleada y ordenó :
- Lleva el té a los dos hombres, Dora.
Después , en voz alta dijo :
- Un té frío, hecho con hierbas especiales, señores! Hagan una pausa y refrésquense!
Todo su rostro era un gran sonrisa, mientras ella permanecía observando a los dos hombres, que dejaban de lado sus herramientas.
- Bien , bien!
Pasado un instante, ella se volvió hacia Ashleigh y le dio el brazo. Nunca se había sentido tan viva, tan exultante, tan llena de fuerza.
- Vamos, querida?
En el viejo muelle de piedra, un pequeño bote se balanceaba con la brisa.

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