viernes, 17 de julio de 2009

EL BARBARO - LOIS GREIMAN - CAPITULO 15

CAPITULO 15



Después de colocar la manta sobre su regazo, ella le sonrió al criado con la intención de tranquilizarlo. Pero, cuando la puertilla se cerró , Fleur apoyó la cabeza en el respaldo del asiento y se concentró en volver a respirar normalmente.
Por Dios, qué quería realmente Kendrick de ella? De dónde venía ese hombre? Había sido llevada a creer que Thomas no tenía ningún pariente, y ahora era abordada con insistencia por alguien que se decía un primo lejano de él. Cómo era posible que...
Suspirando, cerró los ojos. Siempre había soñado con tener un matrimonio feliz como el de sus padres. En verdad, había hecho lo que estaba a su alcance para concretar ese sueño y, sin embargo ... Kendrick tenía razón: ella sabía demasiado bien lo que era intentar crear una buen relación con alguien y ver sus esfuerzos desperdiciarse con cada tentativa.
A pesar de sus buenas cualidades, su finado marido siempre había dado muestras de gustar más de los clubes que frecuentaba que de la compañía de ella, algo que sólo había quedado muy claro después del casamiento. Antes de la boda, durante las agradables noches de bailes y veladas sociales, Thomas parecía no ver ningún defecto en ella. Tampoco parecía importarle que ella no fuese una mujer de formas abundantes y curvas acentuadas. por el contrario: no perdía oportunidad de asegurarle que su bella prometida era la imagen acabada de la perfección .
Tragando el nudo de su garganta, Fleurette intentó apartar esos recuerdos tan tristes. Pero no lo logró . Incitados por las aterrorizantes apariciones de Kendrick y por las imágenes que venían a poblar sus sueños noche tras noche o que simplemente no la dejaban dormir, sus pensamientos habían tomado un curso descontrolado.
Por un período de tiempo, había tenido la impresión de que todo estaba bien. En verdad, había llegado a creer inocentemente que sería feliz al lado de Thomas. Nunca más se sentiría sola. Formarían una familia. Risas de niños llenarían su hogar, donde sólo habría amor y felicidad. Pero los niños no llegaron. Y tal vez hubiese sido ese el punto crucial de todos los sus problemas. Tal vez fuese por eso que su marido había empezado a ver tantos defectos en ella. Después de todo, todos los hombres desean herederos.
Aunque tan antiguos, los recuerdos continuaban martirizándola. Afuera , mas allá de las ventanillas protegidas por las cortinas del carruaje, una Londres oscura y húmeda ya se había perdido en la distancia. Aunque hubiese habido ocasiones en que las que había pensado en comprar una casa en la ciudad, Fleur ahora se sentía bastante satisfecha de dejar ese lugar atrás para retornar a su bucólica propiedad.
Algún tiempo después el carruaje detuvo con golpe seco . El jardín parecía llamarla, aunque había vuelto a llover a cántaros y el señor Smith ya aparecía en la puerta del vehículo con un lámpara de aceite y un paraguas . Después colocarse bajo la protección que él le ofrecía, Fleurette fue directo a la casa, le deseó buenas noches al criado y corrióa sus aposentos, donde se cambió rápidamente las ropas.
Al meterse en la cama, dio la espalda al inmenso guardarropa con la intención de no pensar que alguien había colocado sus manos sucias en sus vestidos y tocado sus objetos personales. Entonces , cerrando los ojos, intentó inducirse a dormir. Henri se había acomodado sobre las mantas junto a sus pies, y la presencia de su mascota era un consuelo.
Pero los sueños atormentados no demoraron en asaltarla. Otra vez allá estaba ella, cabalgando sola por la campiña, bajo un cielo azul. En la cuesta de una colina verde, una orquesta tocaba una vals suave.. Sonriendo, ella incitaba a Filie a aproximarse. Pero cuando el exuberante director de orquesta se daba vuelta, Fleur veía que no tenía rostro. En el misma instante ella hacía que su caballo saliese disparando de allí. En medio de un galope desenfrenado, a yegua tropezaba con algo, perdía el equilibrio, y las dos caían al suelo , de repente, siendo agarradas por manos osadas que las empujaban hacia las entrañas de la Tierra.
El terror la hizo despertar con un grito y el corazón acelerado. Gruñendo , Henri fue a esconderse debajo de la cama. La noche seguía en silencio, y el cuarto se hallaba a oscuras.
Con la sensación de que no podía respirar ni razonar, ella apartó las mantas , saltó fuera de la cama y fue hacia la ventana. A pesar de tener las manos temblorosas y sudadas, logró abrir los postigos después varias tentativas e, inclinándose, cerró los ojos para inspirar profundamente el aire fresco de la noche.
Sus fosas nasales ardieron con el fuerte olor de humo. Como si sólo entonces despertase por completo, ella abrió los ojos y empezó a escudriñar los campos sumergidos en la oscuridad. Un relincho alto y agudo llegó desde el lugar donde quedaba el establo.



Fleurette corrió hacia la puerta ya gritando por socorro. Tropezó con sus propios pies, se resbaló en el corredor y casi se cayó en la escalera, aún así logró llegar entera al piso inferior de la inmensa mansión.
- Mi lady! Qué sucedió? - la voz asustada de Smith indagaba en medio de la oscuridad.
- Fuego! - ella gritó.
- No puede ser! - exclamó otra voz.
Pero Fleurette ya estaba afuera , corriendo desenfrenadamente rumbo a la cochera.
De tan nerviosa que estaba , en un primero momento no logró abrir la tranca, pero entonces el engranaje obedeció a sus dedos temblorosos, y la puerta se abrió. Lenguas de fuego devoraban un pila de forraje cerca de la entrada y ya se elevaban en dirección a una viga que sustentaba el tejado.
Fleur se lanzó hacia el compartimento más cercano e, abriendo la cancela, soltó el animal que se hallaba allí antes de ir al compartimento siguiente. En medio del pasillo que dividía los compartimentos, Horace liberaba los otros caballos. Afuera , alguien gritó. En los fondos del establo, Filie, presa en su cubículo, amenazaba envestir contra la estructura de madera en señal de desesperación.
- Suelta a los otros! - Fleurette le gritó a Horace antes de correr junto a su yegua. - Ocúpate de los otros!
Cuando ella abrió la cancela, Filie se empinó en sus patas traseras agitando violentamente los cascos delanteros en el aire. con el cuerpo pegado a la pared, Fleurette fue a colocarse del otro lado del compartimento para, agitando las manos frenéticamente, instruir a su caballo:
- Sal, Filie! Sal de aquí!
La yegua dejó el compartimento, pero, demasiado asustada, fue al encuentro de su ama. Tomada por sorpresa por el movimiento inesperado, Fleur intentó desviar las patas del animal y, perdiendo el equilibrio , cayó al suelo .
En el pasillo, un potrillo con meses de vida salió de su compartimento y, con dificultad para mantenerse en pie en medio del tumulto, se cayó dos o tres veces antes de conseguir alcanzar los demás caballos que, amontonados junto a una de las paredes laterales del establo, relinchaban y resollaban sin sacar sus ojos de las llamas crepitantes. Fleurette se puso a gritarle a los animales con el objetivo de hacerlos salir de allí, y su voz era suave comparada con los gritos rudos de su criado y el estrépito de los cascos que pateaban el suelo.
El fuego se avivaba al alimentarse con paja . Temblorosa, Filie comenzó a relinchar.
Fleurette volvió a aproximarse a la yegua.
- Corre! - ella le imploró en un tono casi afable, antes de levantar el borde de su camisón y agitarlo con exasperación cerca del hocico del animal.
Asustada con el movimiento furioso de la tela, a caballo se lanzó en dirección a la puerta. Fleur corrió detrás de ella y llegó a alcanzarla, pero, en el último instante, Filie se dio vuelta y fue buscar refugio en uno de los compartimentos. Con el movimiento brusco que hizo, la yegua golpeó a su ama con la parte alta de su anca. Fleurette intentó gritar, intentó mantenerse de pie, intentó agarrarse a algo , pero no tuvo tiempo para nada de eso: la viga que se había desprendido de la estructura del establo vino a acertarla de lleno en el pecho .
Alguien gritó su nombre casi en el misma instante en que ella sentía su cabeza golpear contra algo duro. Parecía que las centellas ahora bailaban dentro de sus ojos. Un ruido alto y caótico penetró sus oídos, luego la oscuridad, serena e implacable, la tragó llevándola a sus profundidades.

No hay comentarios: