CAPITULO 13
Una casa no es un hogar sin un perro
Tres días después , en la mañana del viernes, Patty Wilcox se levantó , fue al baño , y vio que estaba menstruando.
Mierda, mierda, mierda, Patty pensó . Pero qué más esperaba? Digger había pasado casi todo el verano de gira, y ella sólo se había acostado con él una vez en las sus últimas semanas, pero por algún motivo idiota estaba esperando haber quedado embarazada. Ridículo - ella sólo tenía 28 años y ellos lo estaban intentando hacia apenas un año, y ahora ya comenzaba a pensar que había algo malo en su cuerpo . Debería haber sucedido a esa altura. Principalmente porque todo el resto de su vida había salido conforme a lo planeado - pero el punto era que ella se esforzaba mucho para que todo saliese bien.
Patty insertó un tampón en su vagina y, al hacer eso, se acordó del
perro. La última vez que Digger había venido a la casa, ella le había dicho : “Sabes, creo que si no quedo embarazada el mes que viene, o aun si quedo, deberíamos comprar un perrito. Podemos bautizarlo Triscuit. Triscuitito. No te parece gracioso?”
Y él había aceptado , con la boca llena de pizza.
- Triscuit. Me gusta.
- No necesita ser un perro grande - ella dijo, de pie a su lado ,
acariciándole los cabellos, de forma que su cabeza quedó colgando hacia atrás y esos ojos verdes sorprendentes la miraban a ella. - Pero tiene que tener mucha personalidad. No le tiene que importar si le ponemos ropita o si lo llevamos a participar desfile del día de Brujas.
El había puesto los brazos alrededor del cuello de ella, empujándola contra su pecho . Ellos comenzaron a besarse como dos adolescentes, y después de algunos minutos, ella dijo :
- Entonces te gusta la idea de tener un perro - dijo ella.
- Me gusta - concordó él, frotando su cara contra la de ella. - Te adoro, nena.
- Yo también te adoro, amor - dijo ella. - Si algo te sucediese, tendría que morir para poder ir al cielo y encontrarme con vos.
- Y Quién dijo que yo voy a estar en el cielo? - indagó él.
- Es allá donde irás. Lo sé - respondió ella.
Hoy era el día que ella iba a conseguir el perro, Patty pensó , poniéndose las bragas . Bien, por lo menos era una cosa que podía esperar. últimamente, venía sintiéndose insignificante. Quería hacer una contribución , pero temía que el mundo no la dejase, y ella no supiese realmente lo que quería hacer.
Se puso pantalones militares de cintura baja y una camiseta . En general se vestía así, con el uniforme democrático de su generación, accesible a casi todos y universalmente disponible. Después entró en el ascensor y descendió hasta la portería del edificio, saludando con la cabeza a Kenny, un hombre con los dedos manchados con tinta del periódico. Kenny era el empleado del kiosco , y siempre quedaba muy contento al poder ver a Digger. Aunque fumase apenas de vez en cuando, cuando estaba en la ciudad Digger le compraba un paquete de cigarros todos los días, sólo para hacerle ganar algo de dinero.
- Hola, Kenny - dijo ella. Kenny estaba sentado en una silla plegadiza de metal al lado del kiosco, donde parecía pasar la mayor parte do día.
- Su marido va a estar aquí en breve? - preguntó Kenny.
- La semana que viene - respondió ella, con un suspiro. - apenas puedo esperar.
Kenny asintió con la cabeza, como si tuviese conocimiento de primera mano respecto al sufrimiento que un ser humano puede pasar en este mundo.
Después ella pasó por al lado Sarouk, el portero turco que era más un guardia de seguridad que un portero propiamente dicho -aunque una persona estuviese haciendo malabarismos con paquetes y bolsas del supermercado, él ni siquiera se levantaba de su mesa, apenas sonreía gentilmente, como si también comprendiese las dificultades de ser clase media en New York , o lo que significaba cargar tus propios paquetes.
- Hola , Sarouk - saludó Patty, al salir a la calle.
El edificio donde ella e Digger vivían, número 15 da Quinta Avenida, era amarillento y medio decrépito. Pero Patty adoraba esa zona. Adoraba las señoras ancianas que vivían allí desde el principio de los tiempos, mujeres que todavía pagaban alquiler (probablemente unos 400 dólares por mes, por un apartamento de un cuarto y una sala) y se pavoneaban con trajes elegantes. Una de ellas usaba las uñas pintadas de rojo fosforescente, y siempre traía consigo un perrito graciosísimo que parecía un león de peluche.
El edificio era muy bohemio, sus habitantes una mezcla de gente joven y rica del mundo del espectáculo - como ella y Digger, que vivían en los enormes apartamentos góticos - y personas trabajadoras da clase media, que habitaban apartamentos de un ambiente .
. Patty comenzó a subir por la Quinta Avenida y dobló en la calle Nueve, pensando en su vida. Desde que había dejado su empleo, vivía teniendo ideas negativas sobre el tipo de mujer que realmente era.
Recientemente, caminaba reflexionando sobre el hecho que no necesitaba trabajar porque Digger era rico. La realidad era bella, pero ella no conseguía aceptarla. Claro que podría haber evitado toda esa contradicción continuando con su empleo, mas ahí tendría que enfrentar otro dilema y ya estaba comenzando a cansarse de eso . Durante por lo menos un año, antes de su renuncia, ella se había dado cuenta de la verdad: producir documentales sobre astros de rock para VH1 sólo servia para dar a todos los involucrados, inclusive a ella misma, una sensación de convencimiento y engreimiento desmedido. Sólo podía continuar haciendo eso mediante una serie de racionalizaciones que la obligasen a concentrarse en los interminables detalles necesarios para realizar la producción; y encima necesitaba creerse que producir el programa era de importancia nacional. El sistema la enojaba, y por esa razón se había apartado, pero eso no la convertía en una persona admirable, lo sabía , sólo era una privilegiada . Después de todo , casi todas las personas necesitaban trabajar toda su vida bajo las mismas condiciones, detestando sus empleos, pero sin tener otra opción que continuar trabajando. Y así, en parte ella se sentía mal por haber renunciado.
Y ahora, sin trabajar, dejando que Digger la mantuviese, una otra parte de ella se cuestionaba : moralmente no podría ser considerada una puta mantenida?
Desde pequeña, instintivamente había sentido repulsión por la idea de “casamiento tradicional”. Se cuestionaba por qué el resto del mundo no se rebelaba contra ese obvio y cínica intercambio de sexo, trabajo doméstico y procreación de hijos a cambio de un techo y comida sobre la mesa. Parecía que la única forma de encontrar un verdadero amor era no dejarse mantener por un hombre. En Caso contrario, la mujer acababa haciendo concesiones y excepciones; hacía amor con un hombre que no consideraba realmente atractivo a cambio de asegurarse un dinero a fin de mes . La mujer podía convencerse que eso era perfectamente normal, pero en el fondo , pensaba Patty, no era mas que una forma aceptable y legal de prostitución.
Y ahora, aquí estaba ella, transformada exactamente en aquello que más despreciaba.
La Sexta Avenida era una masa móvil de seres humanos. Un grupo de adolescentes la pasaron, el borde de sus calzoncillos apareciendo por encima da cintura de sus pantalones bajos. Señoras de edad empujaban carritos de compras; una joven pasó gritando en su celular: “Menos mal que tuviste el coraje de decirme eso. Hace tres años que nuestra amistad ya no es la misma!”
Delante de Balducci´s, la tienda de alimentos finos frecuentada por los ricos, donde, según ella y Digger todo costaba seis dólares, incluso los huevos, un muchacho mendigo se encontraba sentado, envuelto con una manta, con una apariencia deplorable y un perrito Beagle en sus brazos. No debía tener más de 25 años, y un cartel a su lado explicaba que estaba intentando juntar cuarenta dólares para volver a Pennsylvania. En todo el año en que Patty y Digger habían vivido en ese barrio , él había tenido ese cartel, evidentemente parecía no tener intención de irse .
EN esa mañana específica, él conversaba con una muchacha que doblaba una manta.
- Estoy en la calle desde 1997 - Patty lo oyó decir, parecía orgulloso. -Los sin techo están volviendo. El prefecto de esta ciudad se va a ir pronto , , y luego nosotros vamos a tomar las calles.
Patty se preguntaba como él conseguía vivir en la calle, ya que era política del gobierno recoger a todos los sin techo durante las noches y ponerlos en refugios; algunos hasta decían que los llevaban fuera de la ciudad en . Patty sacó veinte dólares de su cartera y los entregó al muchacho, cosa que hacía casi todas las semanas, sólo por sentirse culposa. Sabía que él probablemente no lo merecía, pero ella tenía tanto dinero, y él obviamente tenía tan poco, qué diferencia haría?
El levantó la mirada .
- Oh, mi ángel de la guarda - dijo él. - Cómo estás ?
- estoy bien - respondió Patty. - Voy a comprarme un perrito.
El semáforo cambió. Cuando atravesó a calle, Patty creyó que sería capaz de tolerarse a sí misma sólo por el amor. No por el amor que sentía por si misma, que parecía bastante escaso últimamente, sino por el amor que sentía por Digger. Entre ellos, había ese tipo de sentimiento raro y milagroso que las personas llaman “amor verdadero” - esa forma pura de afecto que hace posible que uno crea en las palabras dichas delante del ministro: “En la alegría y en la tristeza, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad.” El verdadero amor, pensaba Patty, era lo opuesto de sentirse como si una persona tuviese un vacío dentro de si; por el contrario , era como si uno hubiese comido la comida más perfectamente satisfactoria del mundo...
Del otro lado de la Sexta Avenida, dos muchachas, fuertes y de expresión severa, vestidas de negro, con zapatos de suela gruesa (probablemente estudiantes de la Universidad de New York , pensó Patty), se encontraban delante de una mesa. “Vamos a acabar con los Republicanos ahora”, gritaba una de ellas a las personas que pasaban. “Un voto republicano es un voto a favor de la vuelta a la Edad Media!”
- Abajo con Bush - gritó la otra.
- Vos ¡ - llamó la primer muchacha, cuando Patty intentó pasar por al lado de ellas. - Eres republicana o demócrata?
- Qué crees ? - preguntó Patty.
- Los republicanos quieren sacar su derecho al aborto.
- No pretendo hacerme ningún aborto.
- Estás a favor o en contra de las mujeres? - preguntó la muchacha, desconfiada.
- A favor... - respondió Patty, medio vacilante.
La muchacha metió una lista debajo de la nariz de Patty.
- Entonces regístrate, para votar por el Partido Demócrata.
Un poco más adelante , en la calle Christopher, estaba la tienda de animales. Cuatro perritos rodaban sobre un montón de viruta - un bull dog con enormes ojos castaños, vio a Patty y saltó contra el vidrio de la vidriera. Es ese el que me voy a llevar, pensó Patty, entrando en la tienda .
Se sentía medio mal comprando un perrito en una tienda de animales - todos decían que no se debía hacer eso. Los perritos podían estar enfermos o tener algún defecto congénito. Eran criados en granjas de animales, donde dueños crueles obligaban a las hembras a tener una camada tras otra; después , cuando ya estaban cansadas y enfermos las mataban y sus cuerpos servían de alimento a los otros perros. Pero no era culpa de los cachorros, pensó Patty, y se ella no comprase uno, sólo Dios sabía lo que iba a suceder con él. Entonces, fue hasta el mostrador .
- Me gustaría comprar un perrito - le pidió a la vendedora.
- Prefieres alguna raza?
- Creo que quiero ese rayadito de allí. El de ojos grandes.
- Es un bulldog francés - explicó la muchacha, abriendo la parte trasera de la vidriera y sacando al perrito requerido . - En verdad, es de Rusia. Pero la raza es muy rara. Son difíciles de hallar. Nosotros sólo conseguimos este porque el color de ella es diferente.
- Ah, a mí el color no me importa - dijo Patty, tomando al perrito en brazos.
Tres personas pueden guardar un secreto , si dos de ellos están muertos. Benjamin Franklin
Unos minutos después , salió de la tienda con una bolsa de alimento , una correa, y la pequeña Triscuit en un transporte para cachorro de paredes acolchadas. Cuando llegó a la esquina, incapaz de contenerse por más tiempo , se inclinó para sacar Triscuit de la jaula . Ella saltó afuera como un misil, dándole una mordisco suave a la nariz de Patty. Patty se rió - los dientes del cachorro eran minúsculos y no terriblemente filosos - y, al hacer eso, oyó la voz de una muchacha preguntar:
- Sos Patty Wilcox, verdad ?
Ella levantó la cabeza, y al principio pensó que debía haber conocido a esas dos jóvenes , cuyos nombres no lograba recordar , en alguna fiesta. Había algo familiar en la morena, y luego Patty se acordó , perpleja, que era la misma muchacha que la había estado mirando fijamente en el partido de béisbol, en julio, en Hamptons. Fue entonces que se dio cuenta que eran ellas las que estaban cerca de su edificio cuando había salido , y que por lo tanto debían haberla seguido. Pero, por qué?
- Sos la misma Patty Wilcox - dijo la otra. Ella era más corpulenta que la morena, más alta, con cabellos rojizos obviamente teñidos. La más baja y morena, según Patty puede observar, casi era bonita, y en un instante Patty entendió que eran ese tipo de muchacha que vienen de Brooklyn o de New Jersey, y que inevitablemente atraviesan el río hasta Manhattan para ver si logran ser alguien . La morena, cuyos senos estaban empinados y sobresalían de una blusa floreada medio transparente obviamente planeaba usar su apariencia para ver hasta donde podía llegar.
- Disculpen - dijo Patty - pero creo que no las conozco .
- No. Pero nosotras te conocemos a vos - dijo la pelirroja. . - Nuestro tema se refiere a Digger.
Ah, bien, pensó Patty, con algo de alivio. Debían ser fanáticas , entonces. Dos fanáticas enloquecidas que habían descubierto a donde vivían y querían conocer a Digger. Sucedía, de vez en cuando, y lo mejor era ser tan gentil y amistosa como fuera posible y después marcharse rápidamente.
- Si quieren hablar con Digger, deben entrar en contacto con la compañía grabadora de él. Pidan para hablar con alguien de publicidad...
Las dos intercambiaron miradas . Algo siniestro en el comportamiento de ellas estremeció a Patty y súbitamente sintió miedo.
- No queremos saber nada de publicidad - comentó la morena.
- Pero sabes que va a haber publicidad de cualquier modo - dijo la pelirroja. - La Star ya telefoneó. ..
- Ustedes me van a disculpar - dijo Patty -, pero tengo un compromiso. Necesito irme... - La perra se retorcía en sus brazos .
La pelirroja dio un paso en dirección a Patty.
- Creemos que vas a querer escuchar lo que tenemos que decirte. Marielle mi amiga perdió un día de trabajo hoy.
- Discúlpenme - insistió Patty -, pero no puedo ayudarlas.
- Ah, pero no queremos tu ayuda - explicó la muchacha llamada Marielle.
- Marielle va a ser una estrella de primer nivel - dijo la pelirroja.
- Yo sólo estoy intentando actuar correctamente. Sandy y yo ya conversamos, y creemos que lo mejor sería contártelo a vos antes de decírselo a cualquier otra persona - comentó Marielle.
- Contarme qué ? - gritó Patty.
- Es mejor que te vayas acostumbrando a la idea de que vas a tener que compartir a tu maridito - respondió Sandy. - Marielle está esperando un hijo de él.
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