martes, 17 de marzo de 2009

LA TREPADORA - CANDACE BUSHNELL - CAPITULO 34

CAPITULO 34
Cuando compras un jarrón barato , busca donde tiene una rajadura ;cuando alguien te ofrece un favor , busca el motivo detrás de ese favor


Janey despertó al día siguiente a las siete de la noche. Su garganta estaba tan seca que apenas podía respirar, y una de sus fosas nasales estaba completamente bloqueada. La otra producía un sonido agudo y asmático cuando expelía el aire por ella, y todo su cuerpo se sentía débil, como si estuviese en engripada y con fiebre . Logró salir de la cama y, a los tropezones cruzó el corredor, fue hasta el baño . Se oía música en la sala de estar, y cuando miró , vio los dos muchachos de la noche anterior, inclinados sobre una mesa baja. La sala olía a humo de cigarrillo y sudor; ceniceros y copas desparramados por todos lados .Janey se estremeció de enojo y entró al baño rápidamente , cerrando la puerta.
Se sonó la nariz, expeliendo el catarro endurecido - parecía que se le estaba saliendo pedazo de nariz - y ahí bebió agua de la canilla , aunque supiese que no debía hacer eso, se mojó el rostro con agua . No conseguía recordar cómo había terminado la noche: no tenía idea de cómo había llegado a la casa, ni cómo había acabado en la cama, pero continuaba vistiendo las bragas y la camiseta. Después se acordó del incidente con Rasheed y, llevando una mano a su estomago, se apoyó de espaldas en la pared y se dejó caer sentada en el piso . Sentía vergüenza. Cómo podía haber hecho una cosa así? Y peor todavía, aceptar hacer aquello de nuevo?
A los pocos, algún tipo de racionalización autoprotectora surgió, y Janey reconoció que en el fondo , no había sido tan malo : no había sufrido lesión alguna y tenía tres billetes de mil dólares en un bolsillito de su cartera barata. Ahora iba a poder comprarse una cartera Chanel, como la de Estella. Si levantó y otra vez bebió agua de la canilla, después se miró en el espejo. Parecía exactamente la misma del día anterior.
Volvió a su cuarto y, cuando se acostó nuevamente, Estella entró. Sólo vestía corpiño y bragas , y se arrojó en la cama de Janey, soltando risitas .
- Mi Dios! Qué noche!! - exclamó ella. - Fue demasiado, verdad ?
Janey se rió levemente .
- Qué sucedió? - preguntó.
- Querida, fuiste el alma da fiesta - dijo Estella, con una puntada de celos en la voz. Janey la miró asombrada - ella nunca había sido “el alma de la fiesta” antes - y Estella explicó : - Ah, si . Bailaste sobre la mesa en Le Jardinese.
- Le Jardinese? - dijo Janey, y tosió . Lentamente, comenzó a recordar todo. Primero, la fiesta en el hotel de Rasheed, que se había engrosado al poco tiempo , llenándose con jóvenes morenos - todos con acento europeo y todos pareciendo poderosos y ricos - y montones de bellas mujeres, inclusive dos o tres modelos famosas que ella reconoció. Después todos había ido a una disco - Le Jardinese.
- Y después de Le Jardinese? - Janey quiso saber.
- Ah, volvimos a casa a eso de la seis de la mañana - le contó Estella, bostezando. - Pero no necesitas preocuparte por nada. Estaba tan excitada que Sayed te dio un Halcón y te caíste al piso , ya estabas durmiendo. Entonces alguien te trajo aquí adentro, creo.
- Ai, mi Dios del cielo. Nunca más voy a aspirar...
- Estás dolorida? Lo que necesitamos ahora es tomar una línea para despertarnos - dijo Estella, abriendo la mano y revelando un sobrecito de papel. Sacó un poco de polvo con la punta de la uña y lo sujetó debajo de la nariz de Janey.
- Y entonces ... ? - Estella preguntó disimuladamente. - Cuánto te dio él ?
- Qué? - preguntó Janey.
- Rasheed. Cuánto te dio ?
Janey la miró .
- Creo que eso es problema mío, no?
- Sólo estoy preguntando por curiosidad - se justificó Estella.
- Tres mil dólares.
Estalla reflexionó por un momento, sus ojos fijos en e sobrecito , y después lo dobló con todo cuidado.
- Eso es más de lo que acostumbra dar a una muchacha. Una parte debe ser para mí.
- Para vos ? - exclamó Janey incrédula. - Fui yo quien ...
- Ah, si , pero el trato no es así. El trato es que, si le llevo una muchacha a él, y él se acuesta con ella, yo me gano una comisión de 500 dólares.
Por un momento, Janey se quedó mirándola irritada, sin querer entender la gravedad de la situación. Cómo era posible... sería posible que alguien a quien consideraba una amiga pudiese ser tan calculadora ? Podía venderla de esa manera, como... a un animal? Dando la espalda a Estella, se secó la nariz y dijo, lentamente:
- No pretendo llevarla muchachas a él, nunca, Estela.
Estella rodó y la miró con ojos brillantes y severos.
- Tal vez vos, no, pero yo si - dijo ella. - Soy agradecida, entiendes ? Obviamente no puedo acostarme con Rasheed, porque estoy con Sayed. Principalmente porque estoy intentando hacer que se case conmigo. Además, no estoy entendiendo por qué no comprendes. Yo te ayudé y vos me ayudas. Deberías agradecerme.
- él me dio el dinero en billetes de mil - le explicó Janey furiosa. - No puedo romper un billete por la mitad, verdad ?
Estella se levantó y se sentó con las piernas cruzadas en la cama.
- Entonces dame mil.
- No!
- Vamos , Janey! Deja de ser tacaña. Vos y yo somos amigas. Debemos apoyarnos y ayudarnos en estas cosas. Además , no querrás que nadie descubra esto , cierto?
Janey se sintió empalidecer. Cómo había podido caer en una trampa de esas? Se sintió como si hubiese caído en un pozo oscuro del cual no podía escapar, y subiendo las mantas sobre los hombros, Janey respondió , jadeante :
- No tendrías el coraje.
- Ah, yo soy capaz de cualquier cosa - le aseguró Estella, con naturalidad. - Yo soy así. Nadie me pasa por encima . - Por un momento, las dos se miraron desafiantes, y Janey vio que no tenía como vencer, que Estella no cedería y no había forma de deshacer lo que había hecho . Nunca debería haber confiado en Estella; no era el tipo de muchacha con la cual debería haber establecido una amistad. Pero Estella era prácticamente la única persona que ella conocía en París, y ahora que había dado con Rasheed, parecía que ese incidente iba a unirlas por el resto de la vida. Nunca más iba a poder escapar de Estella , su única opción sería continuar fingiendo que eran buenas amigas. Y escondiendo el temor que sentía por dentro, Janey extendió el brazo con firmeza y tomó la cartera de al lado de la cama .
Abrió el bolsillito escondido en el lateral de la cartera , y sacó uno de los billetes. Se lo dio a Estella, quien lo arrancó de sus dedos y lo dobló todo cuidado, metiéndolo en su corpiño.
-Puedes considerar los otros quinientos dólares como el alquiler del mes que viene , si quieres - Estella dijo, tranquilamente.
- Jesús, Estella - gritó Janey. - Nosotras somos... Estella dio una palmadita amistosa en la pierna de Janey.
- So quieres pensarlo de esa forma, Janey, es problema tuyo - Estella dijo con calma. - Pero por el amor de Dios, tienes que ser razonable - ella agregó con bondad . - Esos árabes de mierda tienen tanto dinero, por qué no podemos ganar un poquito? Los hombres son unos bastardos.. . es cierto , pero ese no es nuestro problema, verdad ? Además, él no te lastimó . Estás sana y salva , verdad ? Hay montones de hombres como él - con los cuales podrías ir a la cama pensando que te aman - y te van a tratar exactamente del mismo modo. - Estella se puso de pie y se desperezó . - Lo mejor de todo es que le gustaste mucho a Sayed . Me dijo que puedes venir con nosotros en el yate la semana que viene. Ya conoces Saint-Tropez?
Janey negó con la cabeza.
- Te va a encantar! - exclamó Estella. Es el lugar más divertido del mundo. Si anoche te divertiste , espera a que lleguemos a La Voile Rouge... - Y con eso ella salió del cuarto.
Después que Estella salió , Janey se quedó parada mirando la puerta. No iba a a ir a Saint-Tropez con Estella y Sayed . Al día siguiente iba a comenzar a buscar otro apartamento; iba a mentirle a Estella y decirle que su hermano vendría a París en el verano y que tendría que mudarse para vivir con él ; y cuando se encontrase con Estella, iba a tratarla bien, pero mantener distancia, hasta que todo hubiese pasado.
Pero al día siguiente estuvo una maratón de entrevistas deprimentes con posibles clientes, y el día jueves Jacques le informó que si no lograba nuevos trabajos pronto, tendría que mandarla de vuelta a New York . Por eso, el viernes, cuando Estella le entregó una pasaje de avión para Niza con el nombre de ella, Janey estaba demasiado confundida y exhausta como para rehusarse.
Escogió el camino del menor esfuerzo. Lo que siempre hacía.

Al principio, Saint-Tropez le pareció tan glamorosa como Estella le había prometido ; todos los días comenzaban "oficialmente" a las dos de la tarde, con un almuerzo colectivo en un restaurante en la playa después venía el consumo de innumerables botellas de champagne en La Voile Rouge, donde las mujeres se sacaban sus blusas y bailaban sobre las mesas; luego , una siesta en el yate, seguido de una maratón de fiestas, que siempre terminaban en una disco . Nadie se iba a a la cama antes de las seis de la madrugada, y era tácitamente entendido que las mujeres nunca pagaban. La Riviera Francesa era un placer tras otro, e Janey rápidamente descubrió que no había nada que les diese más felicidad que jóvenes bonitas. La inteligencia no era necesaria - incluso era algo reprobable - y todo lo que se exigía era una sofisticación superficial, fácilmente obtenida vistiendo ropas de diseñador , y mostrar una disposición a la diversión, fingir que no se veían las indiscreciones (o hacer comentarios moralistas sobre ellas) y jamás revelar a nadie lo que uno verdaderamente sentía .
Pero después de algunos días en el yate de Sayed con Estella y varios otros depravados, Janey comenzó a ver que había niveles más elevados a los cuales aspirar. Aunque Sayed fuese considerado rico, él y sus amigos de farra ciertamente no eran los más poderosos económicamente , y a todos los lugares donde ella mirase, veía personas más elegantes y sofisticadas. Y Janey comenzó a preguntarse si habría algún modo de subir uno o dos escalones más en esa escala.
El sábado del segundo fin de semana, un inmenso yate llegó al puerto en Saint-Tropez al mediodía, Janey y Estella se encontraban sentadas en la cubierta del yate de Sayed, sin el corpiño de las biquinis, tomando sol. Al principio, estaban demasiado concentradas en su conversación como para notarlo . Estella se pintaba las uñas del pie y con cada pincelada, demostraba más irritación.
Janey sabía cuál era el problema: desde esa noche en París, ella había mantenido al menos una de sus promesas - se había negado a volver a aspirar cocaína. Y al hacer eso, se había transformado en una extraña, y el clima en el barco se estaba poniendo tenso.
- Por qué no puedes intentar ser un poco más... flexible? - preguntó Estella.
Flexible significaba que Janey necesitaba entregarse a los amigos de Sayed.
- Si tengo que tomar cocaína sólo para acostarme con alguien, prefiero no acostarme - dijo Janey obstinadamente.
- Pero es una cosa ridícula - dijo Estella. - no hay ningún motivo para acostarte si no tienes ganas. Pero ... - agregó ella -, ya te acostaste con Rasheed, entonces ...
- Pero eso fue otra cosa - replicó Janey. No sabía bien cual era la diferencia , pero le gustó la frase cuando la dijo.
- No sé por qué mierda resolví ayudarte - dijo Estella, enojada, metiendo el pincel dentro del frasco de esmalte y cerrando la tapa. - Sólo te digo que, si no empiezas a mejorar pronto, no voy a más poder ayudarte . Los hombres se cansan de pagar por mujeres que no muestran sus servicios, y, francamente, no creo que ellos estén tan equivocados.
Janey miró las uñas de sus manos y frunció el ceño . No era que no quisiese mostrar sus servicios, sino que los amigos de Sayed simplemente no le parecían estar a su altura.
- Y entonces ... ? - insistió Estella, intentando obligarla a decidirse.
- Yo ... - comenzó a decir Janey, pero en ese momento fue interrumpida por el largo sonido de una trompeta solemne.

Estella inmediatamente dio un salto y corrió hacia la baranda . El inmenso yate blanco atracaba lentamente a tres amarraderos de distancia del de ellos - tenía lanchas y jet skies en la parte trasera, y transportaba un helicóptero , y era tan gigantesco que hacía que el "yate" de Sayed pareciese un barco a remo.
- Es el yate de Rasheed - dijo Estella. - Voy a decir a Sayed para que le avise que estamos aquí.
Estella desapareció , descendiendo un tramo estrecho de escaleras, y Janey se recostó en los almohadones . Cerró los ojos, pero todo su cuerpo hormigueaba con excitación. Tenía la sensación de que algo estaba por suceder - de que Rasheed iba a escogerla como su preferida. Media hora después, Estella reapareció con un sobre en la mano. no parecía nada satisfecha al entregárselo a a Janey con un seco "Toma",
- Qué es? - preguntó Janey, con la mayor inocencia,
- Sabes lo que es - dijo Estella, lanzándole una mirada fulminante. Se sentó de piernas cruzadas al lado de Janey.
El sobre era casi tan pesado como un cartón y Janey trató de abrirlo con cuidado . Sacó una tarjeta donde se veía grabada una réplica dorada del yate, con el nombre Mamouda bajo él, y cuando Janey leyó el recado, sintió un alivio inmenso. Estaba prácticamente en bancarrota ; a cambio de un breve encuentro sexual, podría por lo menos comprar su pasaje de vuelta a Paris y sobrevivir un mes más.
- Qué dice ? - exigió Estella, intentando leer la tarjeta sobre el hombro de su amiga.
Janey metió la tarjeta en el sobre otra vez.
- Es de Rasheed - él quieres que vaya almorzar con él en su yate hoy, a las dos de la tarde.
- Vas a perderte el almuerzo en Cinquant-Cinq, entonces.
- Creo que voy a ir - dijo Janey.
- Bien, pero no te olvides de lo mío ? De lo que te pague , 500 son míos - le advirtió Estella.
- Claro - dijo Janey, sarcásticamente. No tenía la menor intención de darle a Estella ni un centavo siquiera del dinero, y esa vez , Janey pensó , iba a tratar de asegurarse que ella no recibiese nada.

"Cada uno de nosotros somos nuestro propio demonio , y entre todos hacemos un infierno” Oscar Wilde

Janey sabía que el uso de la palabra "almuerzo" por parte de Rasheed era un eufemismo para hablar de "sexo". Pero al entrar al yate de él, inmediatamente se dio cuenta que o término había sido empleado al pie de la letra. En la cubierta , una inmensa mesa se encontraba puesta con mantel y servilletas de lino y copas de cristal . Una muchacha muy bonita con guantes blancos, pasaba una bandeja de plata con caviar, mientras que un muchacho rubio vestido con una camisa blanca y pantalones de brin servía champagne rosado y preparaba cocktails.
Había varias personas de pie o sentadas en las banquetas playera, y el clima era de una elegancia llamativa, como si esos adultos fuesen en realidad niños que estuviesen jugando a tomar el té. El único que parecía inmune a aquello era Rasheed, que se adelantó cuando vio a Janey y le apretó la mano formalmente.
- Señorita Wilcox - él la saludó , con un asentimiento de cabeza. - Estoy feliz que hayas venido.
- Gracias por la invitación - respondió Janey , espiando de reojo sobre el hombro de Rasheed a un hombre gordo de mediana edad que había seguido a Rasheed. El hombre tenía una papada bronceado debajo del mentón, que sobresalía del cuello de una camisa de mangas cortas , y cuando avanzó, lanzó una mirada golosa a Janey. con una sonrisa levemente maliciosa en sus labios. Rasheed se dio vuelta y los presentó.
- Este es el señor Dougrey. Es de tu país, creo.
- Paul Dougrey - se presentó el hombre, extendiendo su mano rechoncha. Tenía ojos azules claros, y cabellos rubios grisáceos . A pesar de sus obvias defectos físicos, Janey pronto notó que él la consideraba muy atractiva .
- Entonces, sos americana? - él preguntó, y sin esperar respuesta, continuó : - Siempre es fantástico conocer a otro americano. Hay demasiados franceses en Francia. - Mientras él se reía con ganas de su propia broma, un hombre alto e increíblemente guapo, con cabellos rubios platinados por el sol se aproximó a Rasheed y susurró algo a su oído . Rasheed asintió con la cabeza y se dio vuelta .
- Con permiso , vuelvo en un momento, si ? - él dijo. - Voy a dejar a los dos americanos debatiendo las cuestiones del medio oeste, lo que considero fascinante .Y después desapareció en el interior del yate.
- Entonces, eres del medio oeste? - preguntó Paul.
- No, de Massachusetts - respondió Janey.
- Yo soy de Indianapolis. Mi novia insistió en que hiciéramos un viaje a Francia, me aseguró que todos estaban viniendo para acá - dijo él, señalando a una mujer de cuerpo atlético , de treinta y tantos años, sentada rígidamente al lado de una mujer morena y de Justin Marinelli . Era el mismo hombre que ella había conocido en la suite de Rasheed. Él se rió.
- Imaginé que sería una buen momento para matar dos pájaros con una sola piedra - él dijo. - Ella hace vida social y yo cierro algunos contratos con el Señor Al...
Janey asintió, muerta de ganas de librarse del hombre. Sólo había estado en Europa hace seis meses, pero ya percibía sorprendida , la sutil transformación que eso debía haber producido en ella, pues súbitamente entendía la tendencia de los europeos de considerar a los americanos ruidosos y groseros. Dio un paso al costado , pero Paul se interpuso en su camino.
- Y vos, qué estás haciendo aquí ? - quiso saber él, con una sonrisa falsa , mostrando unos dientes grandes y amarillentos.
- Soy . .. modelo.
El se aproximó a ella con una sonrisa degenerada y dijo :
- Bien, como sos americana y tienes un trabajo muy lucrativo, tal vez puedas explicar qué pasa con esta gente aquí.
- Qué pasa ? - preguntó Janey alarmada.
- Claro - respondió Paul susurrando . - Esas muchachas de allí - dijo, mirando de reojo a tres lindas mujeres con cara de aburridas que se encontraban juntas en un banco, bebiendo champagne silenciosamente. - Ellas son. .. puedes decirme ... qué son ? - indagó, haciendo un gesto con la mano.
Janey retrocedió .
- No tengo la menor idea - ella respondió azorada. - Yo sólo estuve con Rasheed una vez antes, y él me invitó a almorzar...
- Bien, hay rumores circulando por ahí. Y dudo que alguna de esas muchachas sepa inglés , y si saben, no quieren hablar...
- Y cuál es el rubro de sus negocios? - indagó Janey, rápidamente .
- Municiones - dijo él, cruzando los brazos sobre su pecho. - Rasheed y yo vamos a cerrar un contrato. Tengo una empresa que hace cápsulas para balas. Y Rasheed, bien, a pesar de todos esos yates maravillosos y todo lo demás, sólo es un traficante de armas sofisticado...
Por dentro, Janey se pegó el susto de su vida , pero afortunadamente la atención de Paul súbitamente se desvió por la llegada de un famoso actor de cine , acompañado de su esposa famosa por su elegancia, luciendo un turbante de seda azul. Rasheed surgió de la nada inesperadamente y los saludó con un entusiasmo contenido, cuando Paul se acercó a Janey para decir:
- El hombre tiene influencia, debo admitir eso. Aunque sé que Kim esperaba conocer a algún tipo de noble europeo ...
Janey le dio una sonrisa rápida y trató de alejarse al otro lado de la cubierta sin llamar la atención. Se inclinó sobre la baranda, contemplando la imagen - ahora familiar - del puerto de Saint-Tropez, con sus edificios amarillos y la hilera de toldos azules de los cafés . Aunque el espectáculo exótico nunca dejase de encantarla, recordándole que, a pesar de los sufrimientos de las últimas dos semanas, ella había conseguido llegar a algún lugar. Mirar el movimiento del puerto era una mera excusa para observar discretamente a los otros invitados.
Las tres “modelos” eran obviamente mujeres con quienes Rasheed se había acostado y , a pesar de sus obvios encantos, eran de poco interés. Janey inmediatamente vio que no eran competencia para ella, pero aún así servían de advertencia en cuanto a la forma en la que podía llegar a ser tratada en el futuro . Aunque estuviese determinada a sacarle dinero a Rasheed - bajo la forma de regalos, se acordó a sí misma . No tenía la menor intención de terminar siendo uno de esos cuerpos sin rostro que ocupaban lugares en una mesa y se acostaban por recomendación, y, por primera vez , se consoló con el hecho de que era americana y de lo que eso podía significar. Sus ojos buscaron a Kim, la novia de Paul; los dos ahora estaban entretenidos en una conversación con el actor y su esposa, las expresiones faciales y los gestos revelaban una animación exacerbada , el tipo de emoción que las personas comunes sienten cuando súbitamente se ven delante de una persona famosa. Janey había sentido una antipatía instantánea por Kim , porque todo en ella era espantoso - desde los reflejos dorados hecho en las raíces oscuras de su cabello, hasta sus ropas, caras pero mal escogidas . Pero ahora, observando a Kim envolver al actor de cine con un halo de intimidad , Janey sintió una cierta simpatía por ella. Kim, que tenía 35 años o más, no pasaba de lo que parecía ser: una mujer intentando mejorar en la vida , y se eso significaba tener que soportar a Paul, mucha paciencia, sobretodo porque probablemente lo amaba de verdad.
No, ella no tenía nada que temer de Kim, pero no se podía decir lo mismo de la linda morena que, según creía Janey , era la esposa de Justin. Janey reconoció su comportamiento desdeñoso como señal de alguien nacido en una buena y respetable familia francesa, que probablemente poseía algún título aristocrático... Y no puede dejar de divertirse con el hecho de que ella apenas podría tolerar encontrarse en un yate en compañía de mujeres de moralidad cuestionable. Sus cabellos negros estaban sujetos en un rodete austero, como si la severidad del peinado la protegiese de cualquier indecencia que pudiese ocurrir, mientras que Justin, de pie a su lado , conversaba cuchicheando. Su expresión seria revelaba la frustración de un hombre que se acostumbró al hecho de que jamás conseguiría agradar a su esposa, aunque la amase, y mientras los observaba, Janey de repente sintió un nerviosismo incómodo respecto a su propia situación.
Les dio la espalda a todos por un momento, y vio , en el inmenso yate a dos figuras de saco blanco pasar por una puerta corrediza, tan invisibles cuanto si fuesen fantasmas, pero sus ojos se volvieron hacia Justin y su esposa. La cabeza de ella estaba girada , mientras mordisqueaba delicadamente una tostada, sobre la cual había caviar ; aunque la compañía social tal vez no estuviese a su altura, ella no rechazaba el excelente caviar del anfitrión. Justin frunció el ceño a su esposa, advirtiéndola, y después , obviamente exasperado, desvió sus ojos y encontró la mirada de Janey. Por algún motivo, ella se ruborizó , pero le mantuvo la mirada . Sus ojos eran tan curiosos como los de él, y con una cara de culpa, él se volvió para hablar con su esposa, mientras Janey fingía estar muy interesada en un tripulante que secaba el piso de la cubierta.
Cuando Janey se volvió hacia el grupo, vio a Justin yendo hasta Kim y el actor y su esposa. Sus modales eran desenvueltos y confiados. Janey pronto se dio cuenta que él era exactamente el tipo de hombre con quien una muchacha podría casarse. Pero también vio, con una puntada de rabia, que era exactamente el tipo de hombre que no se casaría con una muchacha como ella. Las mismas ambiciones que habían atraído a Janey al yate de Rasheed también lo movian a Justin ; la diferencia era que la ambición de ella nacía de la desesperación, mientras que la de él era una ambición natural de hacer negocios. Janey pensó que ella era demasiado común y ordinaria como para logra que un hombre como Justin se casase con ella. Con un cierto desanimo, ella reconoció que, por más que hablasen, el mundo era de los hombres, y las reglas estaban hechas de forma permitir que los hombres tomasen lo que querían , mientras que las mujeres permanecían indefinidamente en compás de espera, alimentando esperanzas o abriéndose camino en el mundo lo mejor que podían...
Con desesperación, Janey buscó a Rasheed con la mirada , y vio que él conversaba en voz baja con Paul y dos árabes, obviamente sus socios. No entendía para qué había sido invitada a ese almuerzo, a menos que fuese para equilibrar el número de hombres y de mujeres. Rasheed ni siquiera la miraba; y dudando que ellos fuesen a acostarse de repente sintió desesperación por los tres mil dólares que podría haber ganado. Mirando a su alrededor , para evaluar a los otros invitados, se sintió más sola de lo que se había sentido en semanas. Su soledad era como una mortaja blanca y transparente separándola del mundo, y por un instante, se sintió como si se hubiese vuelto invisible y al mismo tiempo estaba consciente de que cada pequeño gesto que hacía . Janey arrojó sus cabellos sobre los hombros, deseando que hubiese aceptado los consejos de Estella y hubiese comenzado a fumar - por lo menos así tendría algo que hacer con las manos. Y entonces , con un alivio inmenso, miró hacia arriba y vio al joven guapo de pie al su lado.
- Parece que estás precisando una bebida - dijo él, con una alegría despreocupada en contraste directo con la incomodidad de ella. Su acento no era exactamente británico, cuando él dijo : - Todavía no te ofrecieron champagne ?
- Yo ... no .. no sé - respondió ella, indecisa, inmediatamente dándose cuenta que su respuesta había sido idiota.
Pero él pareció entenderla perfectamente.
- Como no estás con una copa en la mano, presumo que no - dijo él, y con una mirada incisiva llamó a uno de los camareros de chaqueta blanca . En instantes, Janey ya tomaba una copa de champagne, mirándolo con sus grandes ojos azules. - No vas a beber ? - ella preguntó.
- No puedo - respondió él. - Estoy trabajando.
- Trabajando? - repitió ella.
- Aunque no lo creas, soy el capitán de este yate - dijo él, inclinándose con un guiño de ojo burlón . - Ian Carmichael - se presentó , extendiendo la mano.
- Janey Wilcox - dijo ella.
- Y qué te trae Janey Wilcox a Mamouda? - indagó él. Estaba sonriendo, pero había en sus ojos una seriedad que indicaba bondad en su corazón, y con una honestidad dictada por la desesperación, Janey gritó :
- No tengo la menor idea!
El la miró de un modo gracioso, como si evaluase la verdad de su desesperación. Inclinándose hacia ella, él dijo, en tono conspirador:
- Nadie sabe bien por qué está en este yate, a no ser por el Señor Rasheed. Él sabe todo, y ellos - señaló a los invitados - no saben nada. Pero creo que ellos consideran todo esto lo suficientemente interesante como para seguirle el juego . - El capitán hizo una pausa, por un segundo, y después , volviendo al tono burlón , preguntó: - Conoces Robert Russell?
- El actor? - preguntó Janey, sacudiendo la cabeza. - No. No conozco a nadie famoso.
- él es muy simpático, y su esposa también. Por qué no te presentas a ellos ?
- No puedo!
- Ah, pero deberías - insistió él. - No puedes pasar toda la tarde conversando conmigo, por más que yo esté disfrutando nuestra charla.
Ella lo miró a los ojos. Ian le estaba haciendo alguna advertencia, o meramente dándole un consejo de amigo? Janey sintió una oleada de atracción sexual y se preguntó si él también se sentía atraído por ella, pero los ojos del capitán estaban tan serenos como las aguas azules de la ensenada. Y cuando se apartó de él y se dirigió a los otros invitados, tuvo la desconcertante sensación de que salía de la realidad y entraba en un escenario .
Observándola caminar, Robert Russell gritó :
- Ey, señorita ! - Janey creyó que el llamado , tal vez estuviese motivado por su deseo de librarse de la compañía de Kim. Janey se unió al grupo, y poco tiempo después , Zara , la esposa de Robert, tan encantadora como decían, prometía darle la dirección de la tienda donde se había comprado el turbante...
El almuerzo en sí parecía consistir de dos fiestas separadas. En la punta de la mesa donde estaban Rasheed, sus socios, las modelos anónimas y Paul, y en la punta de Janey, estaban Russell , Zara, Kim, Justin y su esposa, quien se llamaba Chantal. La comida consistió en cinco platos, con una cantidad generosa de vino . Chantal, Kim y Zara tenían algo en común, el hecho de que todas tenían hijos; y aunque Chantal sólo tuviese 23 años, acababa de tener un bebé. Le Pareció a Janey que, en la sociedad educada, sólo debía haber dos clases de mujeres: las que tenían hijos y las que no tenían, y ninguna mujer podía llevarse mal con otra que hubiese experimentado los misterios del parto.
Entonces cuando Kim le preguntó sobre el parto (antes que el primer plato hubiera sido acabado ), Chantal sacudió la cabeza y miró hacia abajo, consternada.
- Ningún hombre puede entendernos , no importa lo que digan - murmuró ella, mirando a Justin, de un modo resentido. Janey se preguntó si esa sería la razón del odio de Chantal hacia su marido, o si meramente era su acostumbrado rosario de lamentaciones. Y entonces la conversación misteriosamente pasó a ser sobre cortinas - específicamente las de 20 mil dólares que Kim estaba pensando en comprar para el nuevo apartamento de ella y de Paul en New York .
Durante todo ese tiempo , Janey hacía las expresiones faciales apropiadas, y concordaba con murmullos, pero su cabeza giraba en otro sentido . Cómo era posible que hubiese tanto dinero en el mundo - lo suficiente como para gastarse 20 mil dólares en cortinas ? EN la ciudad en que había crecido, todos jugaban al tenis o al golf , pero también recortaban cupones de descuento y compraban carne vacuna cuando costaba tres dólares el kilo, en vez de seis. Ella era una intrusa en ese mundo, y, al mismo tiempo , no le parecía imposible estar allí. Estudiando a Chantal, resolvió que ciertamente era tan atractiva como ella, y que era posible aprender a ser elegante. Casi inconscientemente, Janey comenzó a imitar la forma en que Chantal levantaba el tenedor y cómo limpiaba delicadamente su boca con la servilleta.

Los hombres juegan el juego, pero las mujeres saben como va el tanteador.

Justin estaba sentado a la derecha de Janey. Ella sentía que había algo entre los dos, aunque él pareciese estar haciendo todo para ignorarla. El hecho de que él estuviese casado con Chantal incrementaba el interés, y Janey se preguntó qué sería necesario para despertar el deseo de llevarla a la cama . No estaba motivada por la maldad , sino el simples deseo de la juventud de aventurarse y ver hasta que punto se puede llegar en la osadía. Con una sonrisa, Janey se dio vuelta hacia Justin y le preguntó:
- También tienes yate?
El le lanzó una mirada azorada, como si no supiese si ella estaba bromeando o no.
- No - respondió . - La familia de Chantal tiene una mansión en Mougins.
El miró de reojo al extremo de la mesa donde Rasheed estaba profundamente entretenido con la conversación con Paul y uno de los árabes, y Janey, observando su mirada , dijo :
- Trabajas para Rasheed?
- Soy consultor de inversiones.
- Entiendo - dijo Janey, asintiendo con la cabeza. No sabía dónde quedaba Mougins ni qué era un consultor de inversiones, pero resolvió que eso no importaba. Era una tabla rasa necesitando absorber conocimiento y comenzó a hacerle preguntas sobre su profesión . Sorprendentemente ella tenía poca experiencia con hombres, pero casi inmediatamente Justin se entusiasmó y comenzó a hablar, y alguna parte del cerebro de Janey registró que era así como se conseguía captar la atención de un hombre.
Cuando terminó el plato principal, todos en su extremo de la mesa estaban bastante embriagados, y Robert contaba chistes sucios. Janey había descubierto que Justin era de Buffalo - “Buffalo!”, exclamó ella. “No es muy glamoroso!” -y que él era el socio más joven de la firma de inversiones. Su rodilla rozó la suya por casualidad, y cuando ella vio que él no apartaba la pierna, Janey hizo más presión. Sintió el calor y la confusión del deseo sexual de él, y tal como había hecho después del encuentro con Rasheed, una vez más se embriagó con el poder que poseía para atraer a los hombres - era casi como una droga.
Mientras servían una enorme fuente de frambuesas, Ian apareció a su lado . Se inclinó y le susurró que había una llamada para ella, y le pidió que lo siga . Janey lo miró , borracha y confundida . Pero cuando iba a protestar, una mirada de él la silenció. Janey miró de reojo a Rasheed y vio los ojos de él recorrerla rápidamente de la cabeza a los pies. Después él le hizo un breve seña con la cabeza.
Janey se puso de pie , apoyándose en el respaldo de la silla . Había llegado el momento finalmente ? Si era así, e se sentía preparada - iba a estar con Rasheed y después iba a volver a la mesa sin nadie supiese, y con tres mil dólares en la cartera. Siguió a Ian hasta un salón amueblado con largos sofás y mesas bajas; había un bar dorado en uno de los extremos, y una pista de baile con piso de parquet y una esfera de espejos en el techo.
- Ian - murmuró ella, riéndose -, quién me puede telefonear?
-Yo no hago preguntas. No es mi tarea - respondió él, pareciendo ligeramente incómodo.
Pero en vez de llevarla a un cuarto, él la levó por un corredor y descendió una escalera en espiral, entrando en un aposento que era claramente algún tipo de oficina . Entraron y cerró a puerta.
Sentado detrás de un escritorio francés estaba uno de los árabes que ella había visto en el almuerzo. Le hizo una seña para que ella se sentase.

- El Señor Rasheed dice que la señorita le agrada - él comenzó. - Le gustaría invitarla para ser huésped de él en su yate.
Janey lo miró perpleja - esa era la última cosa que esperaba, aunque ya hubiese oído decir que Rasheed llevaba muchachas en su yate y les pagaba. Pero ciertamente no podía imaginar que él estaba tan interesado en ella ; pues él no le había prestado la menor atención durante el almuerzo. Soltando una carcajada , Janey preguntó:
- Pero , por qué?
- No me corresponde decirlo - murmuró el árabe. - Pero él le ofrece diez mil dólares por semana.
Janey casi soltó una carcajada escandalosa. La situación era tan ridícula que llegaba a ser absurda. Cómo era que había sido a parar al yate de un árabe multimillonario, recibiendo una oferta de diez mil dólares por semana para acostarse con él ? Era una cosa tan traída de los pelos que ella casi saltó de la silla y salió corriendo de la oficina. Necesitaba rehusarse, por supuesto, necesitaba volver a París e intentar encontrar trabajo como modelo, pero entonces se acordó de que no tenía dinero para comprar el pasaje de vuelta , e inmediatamente comenzó a hacer cálculos. Ella vivía con más o menos dos mil dólares por mes - 10 mil iban a darle por lo menos cinco meses de paz.
Podía pasar una semana en el yate y luego retomaría su vida y tal vez hasta encontrase un novio de verdad, alguien como Justin.
- Acepta? - indagó el árabe.
- Si, claro - respondió Janey, sintiéndose osada, debido a todo el vino que había bebido en el almuerzo.
- Muy bien - dijo el hombre. - Entonces firme aquí. - Le entregó una hoja de papel. - No es nada formal . Sólo un acuerdo de confidencialidad. Va a concordar en no divulgar a la prensa ninguna información sobre el Señor Rasheed. Va a concordar en nunca escribir nada sobre él. Si hiciera eso...
- Qué va a suceder? Van a mandarme a matar? - preguntó Janey.
Un súbito estremecimiento de miedo había inspirado esa broma, pero el hombre no respondió nada , clavando sus ojos negros en ella.
En un segundo, Janey tomó la decisión. Los diez mil dólares eran una tentación demasiado grande, además , no podía imaginarse un día estuviese en posición de hablar con la prensa, y mucho menos escribir un libro sobre Rasheed. Aceptando una lapicera de plata de las manos del árabe, firmó con una caligrafía de colegial.
Sentándose de nuevo en la silla , intentó hacer una nueva broma.
- Entonces? - preguntó ella. - Cuándo comienzo?
- Ahora mismo, Señorita Wilcox.
- Entonces es mejor que vaya a buscar mis cosas.
- No hay necesidad. Tenemos gente aquí para hacer eso.
- Pero ... tengo que despedirme de mis amigos. Necesito decirles a donde estoy yendo - ella explicó, cada vez más aterrorizada.
El árabe sonrió fríamente y cruzó sus manos.
- Desgraciadamente, no tenemos tiempo para eso - él le comunicó.
Entonces Janey se sintió como si su corazón súbitamente fuese apretado por una garra gigantesca, cuando él agregó :
- Partimos hacia las islas turcas en media hora.

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