domingo, 22 de marzo de 2009

LA TREPADORA - CANDACE BUSHNELL- CAPITULO 42

CAPITULO 42


No quiero empleados que me digan que SI a todo, quiero que todos me digan la verdad aunque eso les cueste el empleo
Samuel Goldwyn.



SELDEN ROSE ESTABA SENTADO en su escritorio, miró el reloj Tiffany sobre él.
Pasó un minuto, y 10:03 se transformó en 10:04.
Se sentía Dorothy en el Mago de Oz, fascinado observando los granos de arena que se deslizaban hacia el fondo.
Tenía exactamente seis horas, 55 minutos y 43 segundos de vida.
Dos semanas habían pasado. Dos semanas, exactamente, desde aquel fatídico día en que había almorzado con Victor Matrick. Su tiempo se estaba aproximando; dentro de pocas horas todo estaría terminado.
Y todavía no había tomado una decisión.
Esa mañana, había despertado y, por diversos minutos, había admirado a su esposa dormida, forzándose a memorizar su rostro. Su piel era lisa, sin una arruga, del color del marfil. Había un tono rosado en sus mejillas, y los labios eran del color de las cerezas casi maduras. Jamás había logrado entender por qué ella siempre usaba ese lápiz labial rosado cuando su color natural de labios era tan bonito . Pero había muchas otras cosas que él no entendía sobre ella. Sus ojos estaban cerrados con fuerza, como si ella no quisiese despertar, y sus manos estaban cerradas flojamente, como puños infantiles, debajo de su mentón.
- Te amo -murmuró él. - Te amo tanto...
Quiso acariciar sus cabellos rubios , apartarlos de su frente, pero no quería despertarla. Janey tendría alguna idea de lo que podía sucederle...?
No, pensó él, sentado en el escritorio . No iba a hacer aquello. No iba a cambiar a su mujer por el empleo.
Necesitaba trazar un limite. un hombre capaz de hacer lo que Victor Matrick quería era simplemente un desalmado. Había visto hombres y mujeres así durante toda su carrera, primero en Los Angeles y ahora en New York , y siempre los había considerada "Gente disfrazada de seres humanos" - gente que parece un ser humano por fuera, pero que por dentro está desprovista de sentimientos humanos genuinos. Esas personas solían trepar muy alto en las jerarquías laborales , pero Selden siempre se había reído de ellas, con el escarnio y el alivio de alguien que crees que jamás actuaría como ellas para progresar.
Y había creído , sólo diez meses antes, cuando había llegado a New York , que sería capaz de subir hasta la cima de Splatch Verner, que tal vez , a través del trabajo arduo y el deseo innato de hacer todo bien, algún día ocuparía el cargo de Victor Matrick.
Pero ahora sus ojos habían sido abiertos. Y sabía que eso jamás sucedería .
Por un lado, si hiciese lo que Victor le pedía, si resolviese "librarse" de Janey, aquello sería interpretado como una declaración de que él era un hombre que no perdonaba a nadie . Iba a ser una persona temible ; todos lo temerían . Y sería promovido, sin duda alguna. Y luego escogería una tercer esposa, alguien más "apropiado" a la imagen de la empresa, alguien, a quien imaginaba como Dodo Blanchette.
Y si no aceptase el "consejo" de Victor , qué sucedería? No lo despedirían inmediatamente - sería demasiado arriesgado, y hasta los arriesgaría a un juicio por algún tipo de discriminación (discriminación contra la esposa de alguien - esa es nueva, pensó Selden). En vez de eso, sería transferido a uno de esos cargos injustificables, en los cuales cada vez más responsabilidades le serían retiradas, hasta que por fin sólo le quedaría el escritorio y la secretaria. Y entonces la secretaria sería transferida a otro sector, y él sería transferido a una oficina menor, donde tendría que compartir una secretaria con otra persona. Hasta que, finalmente, sería obligado a renunciar. En otras circunstancias, tal vez hasta fuese capaz de encontrar un nuevo empleo. podía volver a Los Angeles y hallar un empleo como ejecutivo en una de las grandes empresas cinematográficas - un empleo que fácilmente le rendiría un millón de dólares por año. Pero siempre sería el blanco de bromas: el hombre que en vez de sólo pagar a una puta, como todo el mundo, se había casado con ella.
Había trabajado tanto toda su vida ! Selden pensó , apoyando la cabeza en sus manos. Su trabajo había sido su alegría y su salvación . Cada vez que conseguía organizar la producción de un película y entraba al set el primero día de trabajo, cada vez que una película se estrenaba, cada vez que una de sus películas ganaba un premio, cada vez que era promovido, se sentía indescriptiblemente eufórico, como si el universo le abriese las puertas, como si el universo fuese de él. .. Su primera mujer alegaba que su adicción al trabajo había arruinado el matrimonio. Afirmaba que si él le hubiese prestado más atención a ella, tal vez jamas se hubiese involucrado con un compañero que trabajaba en la misma firma que ella. Esa noticia le dolió ; se había quedado momentáneamente paralizado desde el punto de vista emocional, principalmente cuando descubrió que el affair se había desarrollado durante los últimos dos años de su matrimonio, y que ella era tan descarada que había llegado a arreglar la cosas con su amante para pasar la Navidad en Aspen, justamente cuando Selden y ella fueron allá. Selden hasta había almorzado con ese hombre, sin tener la menor idea de lo que estaba sucediendo. Pero él nunca había amado Sheila como amaba a Janey, y sólo se había casado con Sheila por culpa - después de cinco años de noviazgo , ella le había dado un ultimatum. En esa época, simplemente le había parecido más fácil ceder que tener que pasar por la molestia de encontrar a otra mujer.
Si tuviese que escoger entre Sheila y su empleo, habría sido fácil, Selden pensó cruelmente. Pero Sheila jamás lo habría colocado en esa posición - ella no tenía suficiente imaginación como para hacer eso. Janey, pensó él, tenía un modo extraño de conseguir arrastrar a todos cuando se le metía algo en la cabeza, y, en ese proceso todos terminaban malográndose. Janey era como una sirena, Selden concluyó, atrayendo a los marineros a las rocas para hundirlos...
Miró otra vez el reloj, eran 10:43.
La única persona que no se había malogrado había sido George. Y George había comprado la firma de Comstock. Le parecía que George debería haber salido de esa catástrofe por lo menos con una pierna rota...
El reloj ahora marcaba 10:45. Selden tomó el teléfono y llamó a George.

Aunque George Paxton apreciase la belleza en su casa, creía que su oficina debía reflejar la idea de que era un lugar de trabajo, y uno de los principios de la administración era que el dinero no debe ser malgastado. Entonces, su oficina, aunque grande, era estrictamente práctica; las únicas dos concesiones eran una inmensa alfombra de seda de India , que Mimi había conseguido especialmente, y un retrato de George de un metro y medio por tres metros, de apariencia ligeramente confusa, que Mimi le había encomendado al artista contemporáneo Damien Hirst, por el valor de medio millón de dólares, como regalo de bodas.
En el medio de la oficina había un conjunto de sofás y poltronas negras de Le Corbusier. En una de esas poltronas estaba sentado Selden.
Ellos tomaban café en vasos de papel azul decorados con el logotipo de un bar local.
La reunión, según Selden sentía, no estaba yendo nada bien.
- No tienes elección, Selden - decía George, - necesitas examinar las cosas desde un punto de vista lógico. Hace sólo ocho o nueve meses que la conoces, pero has trabajado allá hace veinte años...
George tomó un trago de su café, Selden estaba siendo extremamente terco , él pensó . No podía darse cuenta de lo que necesitaba hacer? Sólo era una cuestión de orgullo, y su orgullo lo había hundido. Y si él continuase dejandose llevar por su orgullo , ese iba a ser su final.
Selden miró por la ventana. Debería decirle al George que todavía amaba a Janey? se preguntó. Pero eso probablemente daría la impresión de que era un débil. Tomó su vaso de café de encima de la mesa de vidrio.
- Y si todo esto fuese un error ? - preguntó. - Es como mandar a ejecutar al hombre equivocado...
George suspiró .
- Nadie va a morir aquí - dijo él medio irritado. - La situación está fea, pero tal vez debas encarar los hechos de frente. Piénsalo . Quieres seguir trabajando o quieres continuar haciendo el papel de otario?
- Si hubiese algún modo ... - balbuceó Selden.
- Por Dios, Selden! - dijo George, enojado. - Sabes tan bien como cualquiera que eso forma parte de la vida de un CEO, lo mínimo que se le pide a alguien con tu puesto. es ser capaz de tomar decisiones difíciles .Los asistentes se ocupan de tomar las decisiones fáciles.
- Por algún motivo ella piensa que sos el culpable de todo, George - dijo Selden, permitiendo que una ligera irritación surgiese en su voz.
George hizo una mueca y sonrió .
- Qué más esperabas que ella dijese? Creías que ella iba a asumir la responsabilidad personal y total de sus actos?
- No sería la primer persona en el mundo en no asumir toda su responsabilidad - retrucó Selden.
George se quedó mirando a Selden espantado. Este hombre, él pensó , no estaba encarando bien la situación. Parecía exhausto y según él podía intuir, todavía estaba enamorado de ella. Janey va a destruir a Selden , y eso seguramente es lo Victor Matrick debía haber percibido también. La única solución sería separar a Selden de Janey - y por eso (y por otros motivos también) él jamás le revelaría a Selden la historia de la carta documento de Comstock. George Suspiró . Claro que había otras cosas que él podría haber revelado respecto a Janey, detalles que habrían dejado la situación muy clara. Pero no podía hacerle eso a Selden. No tenía sentido darle patadas a un hombre que ya estaba caído , y Selden, sentía él, no podía caer más bajo.
- Selden - dijo George. - Está buscando algo que no existe.
- No sé bien si no existe, George.
- Las muchachas como Janey Wilcox no son buenas esposas - le advirtió George.
Selden colocó su vaso en la mesa de vidrio.
- Cómo es eso de , "las muchachas como Janey Wilcox"? - preguntó secamente.
- Convengamos, Selden - ponderó George con blandura. - Vos y yo sabemos muy bien que hay mujeres para casarse ... y mujeres con las cuales uno no se debe casar. Janey Wilcox es una de las mujeres con quien uno no debe casarse.
- Entonces me das un buen motivo - dijo Selden, presionándolo. Su voz, George; notó, estaba comenzando a sonar desesperada. -Sólo estoy intentando entender lo que me dices.
- Janey quiere algo - le explicó George. - eso está claro para todo el mundo. Ella quiere algo, sólo que nadie logra descubrir qué coño es . Y dudo que ella misma lo sepa. Y las personas que no saben lo que quieren no son buenas socias. Ni para los negocios, ni para una relación.
- Gracias , George - dijo Selden, desanimado.
Selden Rose y George se levantaron. George sentía pena por ese hombre, pero él iba a superar aquello ; las personas no mueren de amor . Pasando el brazo sobre los hombros de Selden, le dijo, para alentarlo:
- Es como cortarse el dedo más pequeño . Es mejor hacerlo de una sola vez , no quedarse serruchándolo con una lima por horas y días. Y después que el dedo se cae, descubres que ni siquiera lo necesitabas ...
- Cierto - dijo Selden. Los dos apretaron sus manos.
- Pasa por nuestro apartamento la semana que viene para cenar algún día - lo invitó George. - Voy a pedirle a Mhni que combine con vos una fecha.-
Y entonces, Selden se retiró .
George dio un suspiro de alivio.
Fue hasta la ventana y miró afuera . Luego le dio la espalda a la ventana y volvió a su mesa. Pensó en Selden y se sintió ligeramente culpable.
Pero, qué podía hacer? Contarle al hombre que su esposa había venido a buscarlo pidiendo dinero su "proyecto demente"? Y luego contarle lo que ella había hecho para intentar conseguir el dinero? George se acordó de ese espectáculo patético que ella había montado en su oficina aquel día, cuando prácticamente se había arrojado al piso para darle sexo oral . Naturalmente él había aceptado - quién la rechazaría? Después de todo , todos creen que el sexo oral no puede ser considerado sexo con todas las letras. Janey era como tantas de esas mujeres que intentan usar el sexo para conseguir lo que quieren. Creen que los hombres son tarados al punto de aceptar prácticamente cualquier cosa con tal que se la chupen.
El había hecho su parte, George pensó . Y se lo había agradecido con micha educación.
Y eso era todo lo que Janey iba a recibir de él.
Claro que había sabido que es tarde no iba a quedar en el olvido ; Janey iba a volver para insistir un poco más. Las mujeres como ella siempre volvían; siempre creían que los hombres les debían algo, y que - de alguna forma- podían amenazarlos para recibir ese pago adeudado.
Por eso no se había sorprendido cuando Janey apareció de repente en su oficina una semana atrás.

"He pasado un momento maravilloso, pero no ha sido éste" Groucho Marx


- George - dijo ella, sentándose en la poltrona negra. Dejó su tapado de piel deslizarse por sus hombros como si pretendiese quedarse durante mucho tiempo. - Creí que entenderías por qué vine aquí.
- Creo que entiendo - concordó él, levantando las cejas con una sonrisa burlona. - Déjame adivinar. Me extrañabas .
- No me trates como a una idiota, George - replicó ella. - Puedes tratar a Mimi así, pero no a mí.
- Entonces Mimi tuvo algo que ver con esto -
- Ella tiene algo que ver ... - dijo Janey misteriosamente.
- Creí que ustedes ya no se hablaban... Es verdad ? - preguntó George.
-Soy yo la que no le habla a ella - respondió Janey, sacudiendo una pierna.
- Si quieres que yo hable con ella para ...
- Yo quiero el dinero - retrucó Janey bruscamente, y poniéndose de pie .
- Dinero es todo lo quieres - dijo George con calma. -Puede decirme qué planeas hacer para merecerla?
- Yo ya me la merezco, George, sabes eso - ella afirmó ella, aproximándose a él. Se acercó al escritorio de George y apoyó las palmas de las manos sobre la superficie, inclinándose hacia él de una forma que casi le permitía ver sus pechos por el escote redondo del sweater. - Vos me usaste comprar la empresa de Comstock. Y eso significa que me debes por lo menos una comisión por haber sido la intermediaria.
El se sentó en su silla y se quedó mirándola . Una vez más se sentía impresionado por el hecho que Janey no era tan tonta como parecía - muy lejos de ser tonta . Era una pena. Si ella utilizase esa inteligencia aplicada a otras cosas podría llegar a ocupar algún lugar importante en la vida.
- Eso sería correcto .... - dijo él -, si se tratase de un acuerdo comercial normal. O sea ...- continuó él, levantando las cejas - ... si en vez de buscarme para ayudarte con Comstock, me hubieses mostrado la carta y me hubiese dicho que esa sería una buena oportunidad para que yo comprase la empresa de él.
- Eso no hace a la diferencia...!
- Claro que lo hace - dijo George, sacudiendo la cabeza afirmativamente. - Nuestro trato fue otro. Vos me pediste que te hiciese un favor y yo lo hice. Y, a cambio , vos me hiciste un pequeño favor a mí . Y eso, mi querida, es donde nuestro relación comienza... y termina.
- Entonces no piensas hacer absolutamente nada? - insistió Janey.
- No - dijo él, en tono definitivo.
Ella resopló , bufó, protestando y mascullando que él iba a pagárselas, pero George no quería saber más nada con ella. Tomó el teléfono y le pidió a su secretaria que le pasase la próxima llamada; giró su silla y comenzó a hablar, de espaldas a Janey . Y cuando volvió a girar hacia delante , ella ya se había retirado.
Y ahora, George estaba sentado en su escritorio, pensando en el pobre Selden y deseando que Janey se hubiese ido de sus vidas para siempre.

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