CAPITULO 14
No hay diferentes grados de vanidad , sólo hay diferentes grados en la habilidad para disimularla. Mark Twain
- Has hablado con tu hermana últimamente? - preguntó Selden, con la mayor naturalidad, como quien sólo quiere sacar un tema de conversación.
- Ella no me atiende el teléfono - dijo Janey. - Tal vez se haya ido a Europa, a encontrarse con Digger.
Era una noche de viernes , la noche de la premiación de los Humanitarian Awards para la Moda. Janey estaba en el cuarto, delante de una pequeña cómoda, siendo maquillada por una linda muchacha oriental, mientras una estilista extendía tres vestidos en la cama. En medio de esa pequeña conmoción , los ojos de Janey se apretaban hacia Selden, afectuosamente; a ella le gustaba esa nueva sensación de prepararse para una noche grandiosa al lado de su marido.
- Creo que pronto vas a tener noticias de ella - dijo Selden, buscando en los cajones una corbatín negro. Se sentía medio avergonzado de tener que vestirse en medio de tantos preparativos femeninos.
- Ah, Barbara - le dijo Janey a la estilista. - creo que voy a usar el Luca azul con la estola de piel . El negro no va , verdad? Ya decidí que ese color es para secretarias que no tienen dinero, porque el negro combina con todo lo que no sea negro.
- Sabes que tienes razón? - dijo la maquilladora.
- No creía que el negro fuese un color - dijo Selden. Se agachó para darle un beso a su esposa, pero ella giró la cabeza hacia el otro lado y la acabó besando en los cabellos.
- Mi amor, por favor - dijo ella. - cuidado con mi maquillaje...
- Eso significa que no voy a poder besarte en toda la noche ? - preguntó él.
- No - respondió la maquilladora, bruscamente. - No va a poder.
- Mi marido todavía no entiende bien lo que significa salir en New York - explicó Janey.
Selden consideró mejor ir a la sala de estar y prepararse un trago.
Puso tres cubos de hielo en un vaso y se sirvió un dedo y medio de vodka. No sabía se podía soportar una más de esas noches. Contó con los dedos: era la octava fiesta a la que habían asistido en esa semana, aunque Janey le hubiese dicho que esta sería una noche tranquila, porque era la única fiesta a la cual estaban realmente obligados a ir. Y no sólo estaba cansado de las fiestas, sino de los preparativos interminables - horas de peinado y maquillaje, idas y venidas a los estudios de los diseñadores para pedir vestidos prestados, gente llamando para combinar el transporte, mensajeros entrando y saliendo. Era como si el objetivo no fuese mas que una foto en el New York Post del domingo, o una mención en la columna social de la revista Vogue. Selden no lograba entender la finalidad de todo eso, pero no quería ser un aguafiestas . Cuando Janey frecuentaba esos lugares de moda de la ciudad, había en ella un brillo que no le había visto en la Toscana. Desde el otro cuarto, él oía esas agradables carcajadas de ella...
- Tu marido es adorable - oyó a la estilista decir, seguida poco después por la respuesta de Janey:
- Cierto, no ? Me encontré uno muy especial, verdad?
El suspiró . Desde que habían vuelto de la luna de miel , ella venía atacando New York con el apetito voraz de una alpinista que resolvió alcanzar la cima más alta, mientras él, no era mas que un guía de la expedición con faja de satín en la cintura y un corbatín. Pero se decía a sí mismo que eso no podía durar mucho; Janey se cansaría de todas esas superficialidades y acabaría sentando cabeza, embarazándose . Ellos tendrían hijos. Habían arreglado comprar un apartamento dentro en poco tiempo en Park Avenue o en la Quinta avenida, pero estaba comenzando a creer que tal vez fuese mejor esperar y comprar una casa en los barrios residenciales más distantes de la urbe , en Greenwich o Katonah - después de todo , él no necesitaba vivir en la ciudad, y, además no se podía imaginar como iban a criar hijos allí...
Pero en el minuto siguiente, sus pensamientos fueron interrumpidos por un triunfante: “Qué tal?” de Janey, y él se dio vuelta para verla resplandeciente en un vestido simple . Su piel todavía mantenía el bronceado dorado del verano, y el azul del vestido realzaba el azul de los ojos de ella, de forma que ellos parecían brillar en su rostro como zafiros . Sus cabellos estaban parcialmente sueltos, largos bucles colgando en la nuca al estilo de los años 1970 - lo que, según Selden recordó, Janey le había dicho que estaba de moda otra vez. Y de repente, le perdonó todo.
- Estás absolutamente radiante - murmuró él, súbitamente satisfecho por salir al lado de esa mujer . Se acordó , por otro lado, quien era él era y el lugar que ocupaba en el mundo; era un hombre extremamente exitoso, con una esposa deslumbrante - era lo que todo hombre quería ser, y tenía todo lo que siempre había deseado tener.
En el ascensor, mientras descendían hasta la portería, Selden tomó la mano de Janey y apretó su cuerpo contra el de ella, esa vez con cuidado de no estropearle el maquillaje. Aún así , sintió que ella estaba tensa.
- Estás bellísima - Selden dijo otra vez.
- Ay, mi querido - suspiró ella. - Gracias . - Había un espejo en el ascensor, y ella se miró de reojo en él, arqueando una ceja. Después llevó la mano a su cuello. - Creo que sólo me está faltando un collar - dijo ella.
- No necesitas collar - susurró él, queriendo decir que era linda aun sin joyas.
- Ah, pero necesito uno - dijo ella, deliberadamente ignorando su elogio. - Podría haberle pedido uno prestado en Harry Winston, pero ellos acostumbran mandar un guardia de seguridad para vigilar la joya, y creí que eso no te iba a gustar.
- Es así - se rió él. - ya tengo que compartir tu atención con el resto de la ciudad de New York ...
Ecuación financiera de una esposa: Tu dinero es mi dinero y mi dinero sigue siendo mío!
Por un breve segundo, él creyó que ella iba hacer una mueca, pero en ese momento el ascensor se abrió , y ella se convirtió en una esposa sonriente y cariñosa, tomándole la mano mientras iban hacia la limosina que los aguardaba. Cuando ella se sentó en el asiento trasero, dijo :
- Estuve pensando que debería contratar una asistente. Barbara se quedó sorprendida al ver que no tengo una. Dice que todos tienen un asistente, y sé que Mimi también tiene ...
- Quién es Barbara? - indagó él.
- Selden! Es la estilista. Trabaja con todo el mundo, viste a todos los artistas de cine, cuando ellos vienen aquí...
- Y cuánto costaría eso ? - preguntó él.
- Ah, vamos - dijo ella, encogiendo los hombros , como si dinero no fuese problema. - Unos doscientos al día.
Doscientos dólares al día! pensó él. Eran 4.000 por mes - casi tanto como su secretaria ganaba en la empresa. Naturalmente él quería que Janey tuviese todo lo que quería, y el problema no era o dinero en sí, sino su educación de clase media, que le decía que, como Janey trabajaba - y la asistente se trataba de un asunto de trabajo - ella debería pagar su propia asistente de su propio bolsillo.
Selden ya había descubierto que su esposa tenía aversión a gastar su propio dinero, pero aún así arriesgó :
- Claro que puedes hacer lo que quieras con tu propio dinero...
- Pero creí que ella podría trabajar para nosotros dos - dijo Janey, dándose vuelta hacia él, sorprendida. - Podría hacer todo tipo de cosas, como por ejemplo llevar tus camisas a la lavandería... necesitas camisas limpias, no?
El siempre se había ocupado de sus propias camisas, pero de repente se dejó emocionar por las preocupaciones de su esposa en relación a él. Tomándole la mano y acariciándole la palma, dijo :
- Si es así, podemos conversar sobre el tema después .
Pero en un segundo, ella ya parecía haber olvidado todo sobre la conversación, y retirando su mano , comenzó a retocar rápidamente su estola , ya que habían llegado a destino.
Una hora después , Selden Rose se encontraba sentado, con los ojos vidriados, delante de una bandeja llena de algún tipo de pescado, su tedio comenzaba a transformarse en irritación. A su derecha estaba Janna Glancy, editora en jefe de la revista Vogue. Después de intercambiar algunos comentarios rápidos, había quedado muy claro que nada tenían en común, y la Señorita Glancy, con anteojos oscuros, le había dado la espalda y ahora estaba conversando animadamente con el hombre a su derecha, un famoso diseñador de calzado. Mientras tanto , él había descubierto que la joven a su izquierda literalmente no sabía hablar - por lo menos en inglés - y por lo que había conseguido deducir de las pocas palabras en español que reconoció , entendió que ella acababa de llegar de una granja de Brasil para ser modelo en la campaña de Victoria Secret. Dos sillas mas allá, se encontraba Mauve Binchely, que por lo menos la conocía un poco mas y que ciertamente sabía hablar inglés , pero la disposición de los invitados en la inmensa mesa redonda hacía casi imposible que las personas conversaran si no estaban sentadas una al lado del otro.
Y por eso , Selden se quedó solo tomando agua helada, fingiendo estar disfrutando el ambiente. El “salón” era en verdad un espacio amplio y cavernoso en la calle 42 este frente a la estación Grand Central, que Selden creía que debía haber sido un banco en el pasado. Estaba lleno de mesas redondas con diez sillas cada una , y hasta se habían esforzado en adornarlo: toallas con estampado de piel de leopardo, floreros conteniendo flores negras y blancas. Los hombres estaban de corbatín o moño, y las mujeres usaban vestidos maravillosos - con el expreso objetivo de superarse unas a las otras. A pesar de todo ese glamour, la noche se arrastraba lentamente y todo le parecía cada vez más cansador .
La excepción , pensaba Selden , era su mujer. Observándola del otro lado de la mesa, se asombraba ante el hecho de que, a medida que la noche avanzaba, ella parecía ponerse cada vez más animada. su rostro brillaba de placer y su sonrisa era cálida y claramente invitante: un desfile de gente bella se paraba cerca de ella para felicitarla por su reciente casamiento - y entonces ella gesticulaba y señalaba a Selden. Y ahora, jugueteando con el pescado en su plato sin ningún animo, él se obligaba a recordar que, aunque supiese que a Janey le gustaba de “frecuentar eventos sociales ”, estaba comenzando a entender lo que eso realmente significaba. Y ciertamente no había esperado una reacción así cuando ellos habían llegado y habían caminado por la alfombra roja...
El ya había asistido a eventos en Hollywood, pero como nunca había sido el blanco de las fotos, no había prestado mucha atención . Pero cuando la limosina de ellos se había detenido delante de la gran tienda, fueron abordados por la inevitable promotora vestida de negro, quien les había explicado que iba a ser su acompañante de esa noche, y que “se ocuparía ” de ellos, después había gritado por micrófono auricular que Janey Wilcox había llegado. En un segundo, casi se habían visto ahogados por el ofuscante mar de flashes. Los fotógrafos gritaban el nombre de ella, pidiéndole que mirase hacia la izquierda, hacia la derecha, que diera un paso al frente o hacia atrás , y por un segundo Selden pensó : No era eso que yo quería... si hubiese querido eso, se habría casado con una estrella de cine.
Pero Janey estaba sujetando la mano de él, y acercándose para que él la besase - su maquillaje no parecía ser un problema cuando ella se encontraba delante de los papparazzis. Después ellos le habían pedido fotos de ella sola, y por un momento Selden se quedó parado allí , sintiéndose inútil. Entonces , gracias a Dios , la promotora lo salvó y lo levó para lejos de allí.
Pero Janey no había terminado todavía, y las fotos y las entrevistas continuaron por lo menos durante veinte minutos más. Entonces, cuando él pensó que Janey finalmente había sido liberada, y que podrían tomar una bebida y conversar un poquito, ellos fueron llevados a un área VIP, donde más fotógrafos le habían pedido sacarle fotos a Janey. Y una vez más Selden se quedó parado a un costado sintiendo que estaba de más allí.
Mas tarde fueron llevados hasta la mesa. Lo que no fue fácil, debido a la multitud de invitados , a quienes Janey parecía “conocer” de una forma o de otra. Eran como un grupo de niños que acababan de volver a la escuela después de las vacaciones de verano.
- Hey Janey! Cómo pasaste el verano?
- Fue fabuloso, mi amor. Me casé.
- Janey, querida! Adoro tu vestido!
- Gracias , querida. Es un Luca . Mi nuevo diseñador italiano predilecto.
- Mi amor, vamos a sentarnos , por favor - pidió Selden a cierta altura, intentando apartarla de un hombre bajo, vivaz y afeminado.
- No ganas nada con eso - dijo ella. - Nadie se sienta hasta el último minuto. Y Oliver me está contando de su viaje a Capri, que era a donde nosotros deberíamos haber pasado nuestra luna de miel ...
“El triunfo en el mundo del espectáculo depende de tu habilidad para hacer y mantener amigos”.
Aparentemente, ellos estaban en una de las mejores mesas, aunque no estuviese claro para Selden lo que hacía que esa mesa fuese mejor que las otras, - a menos que fuese debido a la presencia de Comstock Dibble, quien era uno de los homenajeados de la noche. Janey había quedado sorprendida, y, según él creía, secretamente feliz, por descubrir que su lugar estaba al lado de Comstock. Selden simplemente se enojó .
- Vamos a cambiar los nombres de las sillas - él sugirió .
- Selden! No es así. Sabe que los maridos y sus esposas no pueden sentarse juntos. Además , si se dan cuenta que alguien cambió los lugares , después acaba saliendo en la Página de los chismes. - Y entonces Janey había sonreído y había permitido que él le diese un leve beso en los labios.
Comstock y Mauve habían llegado a la mesa poco antes de que el primer plato fuese servido. Comstock estaba animado y locuaz. Ese era su terrero, y él lo sabía.
- Qué aburridas son estas cenas , no, Rose? - preguntó él , como si él y Selden fuesen viejos amigos.
- Tienes toda la razón.
- Sólo espera hasta a que tu esposa te arrastre por tres de estas fiestas en una sola noche.
- Creo que mi esposa tiene cosas mejores que hacer.
Comstock no respondió , sólo levantó las cejas en una expresión que implicaba que Selden tenía mucho que aprender. Después , avistando a alguien a quien conocía detrás de Selden, trató de alejarse.
El hecho era que, según Selden pensaba, jugueteando con el pescado en su plato, lo que Comstock Dibble hiciese, pensase o dijese no tendría la menor importancia para él, si Comstock no estuviese sentado al lado de Janey.
Desde el momento en que se sentaron juntos, Selden había tenido la rara impresión de que Comstock estaba intentando seducirla . Si no supiese que era imposible, hasta habría pensado que ellos ya habían tenido un affair. Había una familiaridad inconfundible en la forma en que Comstock inclinaba su cabeza hacia ella y le hablaba en voz baja , y en el modo ligeramente malicioso con que Janey recibía los comentarios de él, como si ya los hubiese oído antes. Mas todos sabían cual era a reputación do Comstock con as mujeres - o impresionante era que, a pesar de su fealdad, él conseguía atraer la atención de cualquier mujer...
Del otro lado de la mesa, Comstock Dibble se acercó a Janey y dijo :
- Tu marido no nos saca los ojos de encima . Creo que está celoso .
- Celoso ! Ay, Comstock, no seas ridículo. Él está locamente enamorado de mí, sólo eso.
- Pero vos estás locamente enamorada de él ?
- Claro que lo estoy - dijo Janey, terminando su tercera copa de champagne. ya había bebido demasiado, pero no se sentía embriagada. - Siempre el mismo canalla, querido Comstock?
- Sabes que soy un canalla, pero vos también lo eres. Tal vez pudiésemos ser canallas juntos otra vez.
Janey soltó una carcajada.
- Qué va a pensar Mauve?
- Mauve no lo sabría.
- Ya no hago ese tipo de cosas. Ahora soy casada, recuerdas ?
- No por ahora, pero después vas a volver a hacerlo , quieres apostar? - dijo Comstock.
Janey sabía que debería haberse ofendido, mas no daba para tomarse ese trabajo . El hecho que bromease la aliviaba. Comstock había sido grosero con ella durante todo el verano , ahora la estaba incomodando pero de un modo diferente. Y no había mencionado las dos cartas que le había enviado. Comstock estaba hinchado como un cerdo vestido en un smoking hecho, pero estaba engreído porque todos hablaban de él , gracias al premio recibido del alcalde . Ella también estaba eufórica, y aunque la luna de miel hubiese sido aburrida, su vuelta triunfante había hecho toda la odisea valiese la pena. Dándole a Comstock una sonrisa insinuante, ella sugirió :
- Creo que deberíamos reanudar nuestra amistad.
La sonrisa de Comstock ante esa sugestión fue la de un león listo para tragar una presa -prácticamente se podía ver la saliva goteando entre los dientes de él.
- Por supuesto - dijo él. - Creo que deberíamos hacerlo.
“El amor puede ser ciego pero los celos tienen una visión 100 por ciento perfecta.”
- Sobre qué diablos estabas hablando con Comstock Dibble? - preguntó Selden en la limosina, al volver al hotel.
Janey se encogió de hombros .
- Sobre películas, qué mas? Le estaba diciendo que debería adaptar un libro de Edith Wharton para el cine.
- Y él aceptó tu consejo?
- Por qué no? Es una buena idea - dijo ella, apoyando la cabeza en respaldo. - Fue noche fantástica, no crees?
- Sin duda - dijo Selden. Miró por la ventana las vidrieras de las tiendas de Madison Avenue. - No sabía que vos y Comstock eran tan amigos .
- No lo somos - dijo Janey. - Pero naturalmente, con el paso de los años, lo fui conociendo mejor ...
- Es increíble que un hombre así reciba un premio de reconocimiento como filántropo.
- Bien , él filma muchos películas aquí, en esta ciudad - justificó Janey, extendiendo su brazo para tomar la mano de su marido.
- Pero eso no lo hace un filántropo.
- Selden, por el amor de Dios - dijo ella. - Todos saben que esas cosas son una charada . Nadie espera que sean auténticas. - Y, dándose vuelta hacia él con los ojos chispeando con animación, asestó el golpe: - Si lo piensas bien, no es diferente a los premios Emmys. Todos sabemos que es una cuestión política.
Selden abrió la boca para protestar, pero lo pensó mejor. Necesitaba admitir que ella no estaba completamente equivocada. Por eso , recorrieron el resto del camino en silencio.
El recepcionista del hotel los saludó en la portería del Lowell.
- Señor Rose, correspondencia para usted - dijo él, entregándole varias cartas. Selden estudió los sobres: todas eran para Janey, enviadas a su antigua dirección.
- Cartas para vos - dijo él, entregándole el paquete.
- Gracias , Neil - le dijo Janey al recepcionista. - Estaba esperándolas.
En ascensor, ella intentó mirar los sobres, lanzándole de vez en cuando miradas rápidas a su marido con una sonrisa fría que indicaba que no iba a reconocer el malhumor de él. Selden ya se había dado cuenta que era una artimaña de ella, pero tenía el efecto de hacerlo sentirse como un niño malo que se comportaba mal con su mamá querida - y sabía que no sería capaz de soportar ese hielo durante mucho tiempo. Cuando llegaron al apartamento, él dijo : “ Me Voy a la cama”, pero ella sólo le lanzó esa sonrisa fría y curiosa, y sentándose en el escritorio delante de la chimenea, respondió :
- Voy a abrir mis cartas. No demoro.
El se quitó el saco, y lo arrojó en una silla , después se sacó los pantalones y la corbata. Fue al baño y se cepilló los dientes, luego miró la cama vacía y fue a la sala.
Janey había encendido el fuego eléctrico Duracell de la chimenea. Estaba sentada, abriendo un sobre con una espátula de plata. El brillo caliente del fuego le daba a su piel un tono de cobre lustroso; sus cabellos rubios claros relucían sobre su espalda . Qué idiota era! Discutir con ella por una tontería, Selden pensó . Se acercó de la esposa, le apartó los cabellos y le besó la nuca.
- Hola, querido - lo saludó ella.
- Debes creer que estoy loco - dijo él.
- No consigo adivinar por qué te pones así. Yo hago todo lo que puedo para hacerte bien...
- Lo sé , querida - dijo él, rodeándola para colocarse delante de ella. Se agachó y tomó la mano de su mujer. - Es sólo que no puedo soportar la forma en que Comstock Dibble te miraba . Se me pasaron por la cabeza unas ideas muy locas, como por ejemplo que tal vez te haya acostado con él, o quien sabe, que estuvieses planeando acostarte con él. Si te hubieses acostado con él, o si algún día lo hicieras, yo nunca más podría mirarte a la cara, y mucho menos seguir casado con vos... - Selden se detuvo de repente. - Sé que soy un cretino, mi amor. Vas a tener que perdonarme.
Selden soltó una risita, pero por un segundo, pensó haber visto una expresión de culpa en la cara de su esposa. Pero entonces Janey apretó los ojos , expresando una cierta indulgencia.
- Comstock Dibble - ella dijo, rápidamente con voz nerviosa. - Ah, Selden, él es la última persona del mundo de quien tendrías que preocuparte. Lo encuentro repulsivo. Y, francamente, me siento medio ofendida de que pienses que yo pudiera haberme acostado con él. - Su voz tenía un tono divertido y confiado , pero por dentro Janey estaba preocupada. Si Selden encaraba las cosas con esa seriedad , iba a necesitar asegurarse que nadie descubriese la verdad.
Selden la empujó contra sí, levantándola de la silla , y la abrazó , acariciándole los cabellos.
- No lo puedo evitar. Soy celoso. Vamos a la cama ahora?
Janey retribuyó el beso por un instante, pero después se apartó.
- Dentro de un minuto - ella dijo. - Realmente necesito leer estas cartas. Contienen varios invitaciones y puede haber algún evento al cual yo quiera asistir. - Y, captando la expresión en la cara de su marido, ella agregó , bromeando: - Viste ? Si tuviésemos una asistente, no necesitaría hacer esto.
- Tienes razón - dijo él . - Voy a ver el noticiero y ver si sucedió algo importante en el mundo mientras vos planeas nuestra agenda social.
- Después me cuentas si algo estalló - dijo ella, alegremente, cuando Selden fue al cuarto.
Janey suspiró , pasando sus manos por los cabellos mientras se quitaba las hebillas. Mientras sus cabellos caían sobre sus hombros, e oyó un trueno y lluvia a continuación. Se sintió atraída hacia la ventana. Probablemente iba a acabar contándole el affair que había tenido con Comstock a Selden, Janey suspiró , sobretodo si Comstock continuaba enviándole esas cartas . Pero después haber perdido esa oportunidad un minuto atrás, no podía contarle. De cualquier manera, ciertamente no reanudaría su amistad con Comstock, por lo menos no por ahora. No le gustaba mentirle a su marido, pero, por otro lado, mentirle a los hombres aveces era una cuestión de supervivencia. Además , lo que Selden no supiese no podría amargarlo...
Al contemplar la calle distante y reluciente, su mirada fue atraída por una figura solitaria del otro lado de la calzada, curvándose para protegerse de la lluvia, mientras intentaba desesperadamente parar un taxi. Al mirar con más atención, Janey vio que era una muchacha linda, con un vestido de gasa negro y zapatos de tacos altos. Probablemente había salido de alguna fiesta chic llena de ricachones arrogantes, que intercambiaban lindas muchachas como figuritas. Y de repente, Janey viajó en el tiempo , acordándose de como era su vida antes, cuando iba a las fiestas con la esperanza de conocer a algún salvador y rezaba por tener dinero suficiente para un taxi, en caso que no conociese a ninguno . Y cuando a muchacha levantó el rostro como quien se lamenta, “Por qué a mí, mi Dios?”, la lluvia impiadosa cayó sobre su cara, sus cabellos, su vestido y entró en sus zapatos. Entonces Janey sintió el disgusto de la muchacha, sintió la sensación de los zapatos llenándose de agua y estropeándose para siempre; zapatos en los cuales ella había gastado los últimos 200 dólares que tenía, los había comprado porque eran de diseñador y porque estaban en liquidación...
Con un suspiro de resignación, la muchacha dirigió una última mirada de reojo a la calle, dándose cuenta que no iba poder tomar un taxi, y que tendría que volver a pie a su casa. Janey quiso abrir la ventana y gritarle : “Ven aquí! Hay un lugar caliente y seco aquí!”, pero era una idea ridícula, principalmente porque su marido la esperaba impacientemente en el cuarto al lado. Y si ella insistiese en invitar a la muchacha a subir, Selden podría asumir que era una sugestión para un mégane à trois, y por todo lo que ella ya sabía, la muchacha tal vez hasta aceptaría eso a cambio de la oportunidad de refugiarse de la lluvia. Probablemente ella ya había aprendido que el sexo era un precio bajo a pagar por una cama caliente con sábanas limpios y un baño decente...
Janey apoyó la cabeza en el vidrio, mirando a la muchacha descender por la calle rápidamente , la cabeza gacha, intentando protegerse de la lluvia. Probablemente ya se estaba arrepintiendo de esa noche, pensó Janey. Las muchachas bonitas eran una categoría en sí mismas, Janey reflexionó, a veces era mejor no ser una de ellas. Siempre se les decían a las muchachas bonitas que su apariencia las haría especiales, que la belleza significaba que algo maravilloso las aguardaba muy cerca de la esquina y eso casi nunca era así. Reticentemente , Janey se apartó da ventana, sabiendo que en el fondo ella era esa muchacha. La única diferencia entre ellas era que ahora Janey había alcanzado el éxito y se había casado con un productor de películas rico...
Bien, supuestamente ella había pagado por eso, pensó Janey, sentándose otra vez en el escritorio y seleccionando una carta en medio de la pila. Cuando vio en el remitente el emblema de la “Paramaount Pictures”, sus pensamientos giraron 180 grados . Con un pánico cada vez mayor, giró la carta y constató que no tenía sello; y que estaba dirigida a ella con la dirección del Hotel Lowell, lo que significaba que posiblemente había sido entregue por un portador esa misma tarde .
Con la mano temblorosa, abrió el sobre con la espátula y desdobló la carta.
Era igual a las anteriores, sólo que esta era oficial, firmada por los abogados de Comstock. Le exigían que e devolviese os 30.000 dólares que él le había por un guión que ella supuestamente jamás había entregado. Janey se sintió perpleja y furiosa, y sólo logró pensar: “Pedazo de mil putas!” Era él quien le debía ese dinero después de todas las encamadas con ella. Entonces era por eso que Comstock se había mostrado tan amistoso durante toda la noche - En verdad creía que podía seducirla para hacer lo que él quisiera , seguro de que ella no tendría el coraje de oponerse a él. ..
- Me estaba sintiendo muy solo en este cuarto - dijo Selden, llegando por detrás de ella. Janey se sobresaltó . Después se dio vuelta hacia él, intentando recomponerse.
- Qué pasa ? - preguntó él. - Parece que algo te mordió .
- No pasa nada - respondió ella, dando una leve risita. Por un momento, vaciló. Debía contarle a Selden sobre la carta? Si hiciese eso, tendría que contarle todo sobre su relación con Comstock Dibble. Mierda! No podía hacer eso, por lo menos no en ese momento...
- Es sólo una carta de una institución de beneficencia - ella mintió. - Pidiéndome que sea la presidente del comité de . .. y piden si pudiera donar diez mil dólares. Francamente ... - prosiguió ella. - Qué descaro, verdad? Encima que quieren usar mi nombre, me piden dinero?... Como si yo tuviese diez mil dólares para donar así nomás. ..
- Es sólo eso ? - preguntó Selden, dirigiéndole una sonrisa indulgente.
- Tonterías, verdad? - dijo ella, arrugando la carta y arrojándola al fuego.
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