CAPITULO 32
Los sueños son ilustraciones ... del libro que nuestra alma está escribiendo. Marsha Norman
El sueño comenzó en el mar bajo la luna.
Al principio ella podía escuchar el sonido de las enormes ondas grisáceas y sentía el viento cargado sal en la cara . Y entonces se vio que estaba montada en un inmenso delfín, de pie sobre su lomo . Era una verdadera valquiria de otro mundo, la única capaz de montar ese mágico delfín. Estaban yendo rescatar a un hombre, pero cuando habían llegado donde él estaba, fueron alcanzados por una ola gigantesca, que lanzó al hombre hacia adelante en dirección a un lugar seguro. Y cuando la ola se rompió en la playa, la muchacha y el delfín desaparecieron. Y con o corazón partido, Janey entendió que ella, la muchacha, había muerto.
El hombre fue llevado a una minúscula aldea poblada por nativos y algunos jóvenes americanos. El hombre en realidad era un muchacho , no tenía más que 24 años . Tenía una de las piernas quebradas. Dos días después , el delfín fue encontrado, gravemente herido. Los nativos construyeron una piscina para él, con la esperanza de que se recuperase, Al día siguiente, una muchacha apareció en la aldea. Era Janey, pero no la figura magnifica que estaba sobre el delfín, sino su hermana menor. No era la verdadera hermana de Janey, Patty, sino una especie de gemela suya . Era tan bella como Janey, pero se preguntaba si iba a conseguir realizar las hazañas de su hermana. Pero necesitaba intentarlo . La heroína había muerto, y ella necesitaba descubrir lo que realmente había sucedido.
De pie en la playa, dibujó una línea en la arena con el dedo del pie . Su corazón sufría por el delfín herido y por la heroína muerta, pero tenía una misión que cumplir. El muchacho se aproximó, la miró e instantáneamente se enamoraron.
El la llevó al bar Kon Tikki. Ella tenía aventuras solitarias y peligrosas por cumplir , pero se preguntó si no podría entregarse al amor una última vez. Sería capaz de mantenerlo enamorado? Todas las otras mujeres de la isla eran bellas, mucho más bellas que ella, pero era a ella a quien él quería.
Ella bailó para él en el bar Kon Tikki. Y después , tomando la mano de ella, él la llevó para lejos de los otros. Estaba enamorado de ella. Se besaron e hicieron el amor, uniéndose perfectamente, como una sólo persona, perdiéndose uno en el otro, en una deliciosa y avasallante sensación de sexo puro.
Y entonces, llegó el momento que ella partiese. Necesitaba completar su misión. Ella salió caminando por la playa hasta llegar al delfín. Extendió la mano, y el delfín la miró con los ojos más tristes que ella jamas hubiese visto...
Con un grito profundo de angustia, Janey despertó lentamente, el delfín materializándose en los contornos rígidos de un mueble contra la pared del otro lado del cuarto, y el mar desapareciendo y mezclándose con las cortinas rojas de seda que bloqueaban la luz del día. Por un instante, Janey no logró recordar donde estaba, ni lo que estaba haciendo allí, pero entonces, por un proceso de eliminación, se acordó que estaba en París, en la Plaza Althénée, donde había llegado dos días atrás con Mimi. Deseaba volver a estar en ese lugar donde tenía un objetivo, y volver a sentir ese amor nuevamente. .. si al menos pudiese descubrir ese sentimiento en el mundo real, Janey pensó frustrada, recostándose en las almohadas de plumas. Si al menos pudiese experimentarlo una sola vez en la vida real... Dándose vuelta para mirar el reloj - eran las diez de la mañana - se acordó de que existía un hombre que podría haber satisfecho esos deseos, y ese hombre era Zizi...
Por qué él no había querido quedarse con ella ? Janey se preguntaba . Y acordándose de los últimos momentos del terrible encuentro con él, de repente se dio cuenta que en algún punto a lo largo del camino de su vida ella podía haber tomado un atajo equivocado. Ese atajo era como un el tronco de un árbol, separándose en diversas ramas que también se habían convertido en caminos errados, y aún así ella había proseguido sin pensar, con la esperanza de que uno de esos caminos de alguna forma la llevase de vuelta al camino correcto . Si al menos hubiese asumido el control de su vida antes, y hubiese aceptado los riesgos de hacer lo que creía , tal vez jamás hubiese acabado así, Janey pensó enojada : en París, y casada con un hombre que no la amaba, o por lo menos que no la amaba como ella quería ser amada. Acostada allí en esa cama, recuerdos terribles de esa semana terrible en Mustique volvieron con toda su fuerza, y ella oyó las palabras de la conversación de Selden con su madre, tan claramente, como si ellos estuviesen allí,:
"Ella y su hermana tienen problemas..."
"Janey se obsesiona con ideas..." Llevó las manos a sus oídos, pensando que iba a gritar. De alguna forma, Janey pensó desesperada, iba a volver a tomar el camino correcto... iba a conseguir el respeto que se merecía... todo eso sería posible, si al menos George respondiese a sus expectativas!
Volvió a mirar o reloj: 10:10, lo que significaba que eran poco más de cuatro de la mañana en New York y demasiado temprano para llamar. Ella había dejado tres mensajes para George en los últimos dos días, y cada vez su secretaria le había pedido que esperase en línea, volviendo en seguida para informarle que George se encontraba en una reunión, y que sólo podría llamarla cuando terminase. Hasta ese día, él todavía no había telefoneado, y ahora Janey comenzaba a temer que George estuviese evitando sus llamados telefónicos deliberadamente. Si se hubiese quedado en New York , habría conseguido descubrir donde estaba planearía emboscarlo en algún restaurante o incluso en la calle. George era un animal de hábitos, y ella inconscientemente había registrado sus movimientos regulares: los miércoles , él almorzaba en Dingo's, los jueves, en Patroon, y a las cinco y media en punto, tres tardes por semana, él iba al Clube Atlético New York , en Central Park South.
Jeany se esforzó para salir de la cama y entrar en la ducha, regulando la temperatura para producir una torrente de agua fría. El efecto causado por la diferencia de husos horarios en el organismo era siempre peor en el segundo o tercer día , y ella necesitaba estar alerta. George necesitaba entender que, en relación al proyecto de ellos, él sólo tenía una cosa que hacer: firmar los contratos y los cheques. Y si él pensaba que podía esquivar eso mandándola a París, estaba muy equivocado.
El agua fría la hizo pensar con más claridad , y, secándose con una toalla gruesa, Janey examinó objetivamente el "caso George". Sería posible que ella hubiese jugado mal las cartas? Durante el mes anterior, desde que había tocado el tema con él, poco después de Año Nuevo , había jugado magníficamente bien, evitando darle la única cosa que - según ella se imaginaba - él realmente quería. Gracias a su incansable (pero discreta) persuasión , él finalmente había cedido a la idea de producir la película basado en el libro de Craig, y hasta se había convencido de sus méritos. Redactaron contratos, revisados diversas veces por los abogados de él. Y entonces, convencida de que su sensualidad, y segura de que el sexo sellaría el pacto, ella había "cedido" a los avances de él cierta tarde en su oficina .
Janey sabía, cuando comenzó a contarle la idea del proyecto, que era probable que acabasen llegando a ese punto, y al principio había tomado una decisión fría y calculadora: su éxito era más importante que cualquier falsa noción de virtud . Naturalmente, incluso era bueno que ella hallase a George atractivo y divertido, y a veces hasta alimentaba fantasías de como sería estar casada con él. Pero sólo cuando terminó el acto, y él cerró el cierre de sus pantalones , fue que ella sospechó que algo había cambiado . George le dio un caluroso beso en la cara, pero fue lo que él dijo después lo que la perturbó :
- Gracias - comentó él, como si elogiase a un camarero después una buena comida. - Fue muy bueno .
- Bueno? - repitió ella sorprendida , ligeramente amargada por la evaluación de él. Sabiendo que el acto tendría que ser memorable, le había hecho el mejor sexo oral .
- Bueno - admitió él, al darse cuenta de la decepción de ella. - Fue muy bueno. Está satisfecha ahora?
Y entonces él la llevó hasta la puerta con tanto interés cuanto habría demostrado por su contador, y por un momento, Janey se sintió horriblemente culpable al pensar en Mimi...
- Y los contratos? - preguntó entonces, intentando fingir que nada había sucedido.
- Ah, si , los contratos - dijo él, haciendo una mueca . - Hablamos sobre ellos mañana. - él sujetaba la puerta para que ella saliese. Janey no tuvo e opción mas que pasar por ella.
- Que tengas una buena tarde - George dijo, después que ella salió .
Pero él no estaba dispuesto a discutir los contratos ni al día siguiente, ni al próximo. Ah si , él todavía recibía los llamados telefónicos de ella, pero cada vez que Janey intentaba hablar sobre los contratos, George trataba de cambiar de tema , y entonces, como que entendiendo la indirecta, la secretaria de él lo interrumpía, diciendo que había una llamada importante en la otra línea. Cuando llegó la noche de viajar a París, él todavía no había firmado los contratos, ni le había dicho cuando los firmaría. Y a esa altura, Craig ya estaba telefoneando diariamente...
Le Habían prometido a Craig pagarle 300 mil dólares por el guión, y otros 700 mil más en el día en que comenzasen a rodar la película. Janey debía recibir 100 mil de adelanto y otros 400 mil más después del término de la filmación. Ellos tendrían 18 meses para escribir el guión y vender la película a un estudio. Naturalmente, para todos los efectos, George era productor también (aunque, como la persona responsable de la inversión, no precisaba necesariamente hacer nada), y recibiría el mayor porcentaje de las ganancias. Pero todo era tan frustrante, pensó Janey, arrojando la toalla mojada al piso del baño y envolviéndose en una bata de felpa. Principalmente cuando George sólo precisaría firmar un cheque de 400 mil dólares - una miseria para él, probablemente menos de lo que Mimi estaba gastando en sus vestidos de alta costura...
Y ahora, allí estaba ella, a millares de kilómetros de New York y de George. Si pudiese hablar personalmente con él, no habría dudas de que conseguiría influenciarlo. Si al menos no hubiese jugado su última carta, Janey pensó , no estaría tan segura de que el juego había terminado. De repente, eses últimos minutos fatales con George se repitieron en su mente como una mala película , y ella se arrojó sobre el acolchado de la cama , golpeando la almohada desesperadamente.
Necesitaba parar de pensar en eso. Tenía que borrar esos diez minutos de su cabeza, y jamás volver a recordar o hablar de ellos, nunca más. Si no pensase en ellos, sería como si jamás hubiesen sucedido; gradualmente, "ellos" serían olvidados, y nadie sospecharía de nada. Necesitaba concentrarse en el proyecto; en conseguir que George atendiese su llamada y firmase los contratos, y luego todo estaría bien.
Janey miró de reojo el cuarto a su alrededor . La suite lujosamente amueblada, que ella había considerado al principio encantadora, con sus detalles decorativos del siglo XVIII, de repente le pareció opresiva, y luego se le ocurrió la idea de dar una caminata y tomar un poco de aire fresco, para ver las cosas de forma más optimista. Cepilló los cabellos y se aplicó maquillaje en la cara , después se puso unos pantalones holgados de Versace con una blusa de seda. Poniéndose un saco sobre los hombros, tomó la cartera, preparándose para aventurarse a pasear en la ciudad que detestaba.
- Pardonnez-moi - dijo ella, inclinándose hacia el atractivo francés ya medio calvo de pie detrás del mostrador de recepción. - Est qu’il y a un mesage pour moi? - preguntó en su francés muy malo , con un fuerte acento inglés . Pasando por la recepción, Janey había decidido preguntar si alguien le había dejado un recado - después de todo , era absolutamente posible que George hubiese telefoneado durante la noche, pero no quisiese perturbarla.
- Oui, madame - respondió el recepcionista atentamente, mientras Janey imaginaba por qué: en Francia las personas siempre conseguían parecer elegantes, mientras que en los Estados Unidos, todos se parecían con Bruce Willis. - Creo que le dejaron un recado, si.
Está todo bien, pensó Janey aliviada, abriendo ansiosamente el sobre, con mucha expectativa. Pero sólo era una mensaje de Mimi, pidiéndole a Janey que se encontrase con ella, en Christian Dior, a una determinada hora.
Su primera reacción fue de rabia y frustración, y viendo la expresión en la cara de ella, el recepcionista preguntó:
- Está todo bien con , madame?
No mierda, no lo está, ella casi respondió , con malos modos, pero se contuvo a tiempo. No podía dejar que el miedo la dominarse, porque si George lo percibiese, eso ciertamente arrastraría aún más el proceso de firma de los contratos...
- C’est d’accord - dijo Janey al recepcionista, sonriendo. George era un empresario duro, ella se recordó ; probablemente se estaba divirtiendo un poquito con ella para ver hasta que punto ella se tomaba aquello en serio. Bien, pensó Janey, mirando el reloj de reojo , entonces él iba a descubrir que ella podía ser realmente mucho mas dura que él...
Todavía Faltaba mas de hora y media antes del encuentro con Mimi; en ese medio tiempo iba a darse una vueltita por esa tienda de cosméticos y se compraría algunos de sus labiales predilectos, Pussy Pink. Haciéndole señas a uno de los taxis delante del hotel, Janey resolvió que tal vez ni siquiera llamaría a George ese día, y tampoco al día siguiente . Saber que ella estaba con Mimi, y no tener noticias de ella durante algunos días, iba a dejarlo por lo menos un poquito nervioso...
Janey tomó el taxi hacia bulevar Saint-Germain en Rive Gauche. El paisaje de la ciudad le eran tan familiares como en la época en que ella había estado allá, 15 años antes . Al localizar el establecimiento que estaba buscando, ella le hizo una seña al taxista para detenerse.
La puerta de la tienda se abrió con el sonido de una campanilla, y Janey entró.
Era minúscula, ocupada en su mayor parte por un mostrador estrecho que la atravesaba completamente . Era uno de esos lugares donde la persona necesitaba saber qué pedir, para conseguir lo que quería. Aproximándose a la empleada, Janey indagó :
- Vous avez la rouge à lèvres, Pussy Pink?
Ella respondió con un asentimiento de cabeza y entró en la sala de mercadería. Al menos, venir a París le permitiría hacerse una buena provisión de su labial preferido, Janey pensó . Pero en unos instantes la muchacha retornó sacudiendo a cabeza.
- Lo siento mucho, madame, no tenemos más Pussy Pink.
- No tienen más Pussy Pink? - preguntó Janey, consternada.
- Non, madame…
- Bien , entonces cuándo van a recibir mas? - preguntó Janey. Y entonces , recordándose que estaba en París, comenzó... - Encore...
- Il est finit - dijo la muchacha, encogiendo los hombros , como si ya hubiese perdido interés en la conversación.
- Cómo me lo dice así, finit? - indagó, Janey.
- La línea de cosmética. Se acabó. No se fabrica más.
- Pero todavía se puede comprar ese lápiz labial en Barney’s - dijo Janey, como si eso fuese prueba de que la muchacha mentía.
- Oui. Tal vez todavía les queden uno o dos, por allá - dijo la muchacha, con otro encogimiento de hombros desinteresado. - Pero cuando se acaben , se acabó para siempre.
- Está queriendo decir...
- Eso - respondió la empleada. - Ese color fue... cómo se dice “discontinuado ”...
Janey salió de la tienda , perpleja. Pussy Pink era su lápiz labial predilecto hacia 15 años, desde que lo había visto en París por primera vez ... Su compañera de cuarto, Estella, le había dicho que siempre debía usar el mismo color de lápiz labial para ayudar a que los fotógrafos se acordasen de ella. Y eso había ayudado, aunque tal vez no de la forma como ella pretendía...
Y ahora...Era increíble. Por un momento, ella se puso de pie delante de la tienda, completamente perdida, sin saber qué hacer. Arrancó un pedacito de uña con los dientes, después la escupió. La muerte de la línea Pussy Pink significaba que una parte esencial de su identidad había desaparecido, y Janey se preguntó como podría substituirla. Era un aviso, ella pensó aterrorizada... pero un aviso de qué? Y entonces, como si fuese guiada por un piloto automático, sus pies la llevaron a una cierta calle transversal, y en instantes se vio en frente a una puerta de madera familiar.
El pasado está amarrado a nuestras espaldas. No tenemos por qué verlo ; pues podemos sentirlo. Mignon McLaughlin
Si, Janey pensó , esa discreta plaqueta roja con letras doradas donde se leía ZOLLO MODELOS todavía estaba en la pared , así como la manija de bronce en la puerta de nogal que daba a un patio interno, y, al final, los gastados escalones de piedra que llevaban a la Agencia Internacional de Modelos Zollo. Jamás se olvidaría del primer día después de atravesar la puerta roja en lo alto de la escalera, Janey pensó . Había sido en 1985, y ella sólo tenía 18 años .
- Por qué New York todavía me está mandando muchachas bonitas? - preguntó a los gritos Jacques Zollo, uno de los dueños de la empresa, cuando la vio entrar.
Janey no supo qué responder cuando le entregó su book, en silencio.
- Alta y delgada, si - dijo él, sacudiendo la cabeza y hojeando rápidamente las pocas páginas del book. - Pero la cara, el rostro, todo mal . Demasiado americana. Si al menos hubieses venido a París dos años atrás - dijo él, señalando una serie de tapas de revistas enmarcadas en la pared mostrando rubias de ojos azules. - Todos querían esa imagen en ese tiempo. Pero ahora ? - Jacques se encogió de hombros.
- Por favor - dijo Janey, desesperada, las lágrimas rodando por sus ojos. Acababa de llegar de Milán, donde había pasado cuatro meses horrorosos intentando conseguir trabajo como modelo sin mucho éxito; su agencia de New York había decidido que ella tal vez se establecería mejor en París. Janey no sabía una palabra de francés y, para ella, cada minuto en París era una agonía: no conseguía comprar alimentos en los mercados, pues la comida siempre estaban detrás de alguna vidriera, y las personas necesitaban pedir lo que querían a los empleados; no imaginaba cómo comprar pasta de dientes en la farmacia y no conocía el dinero - además, no tenía mucho. Estaba cansada, en bancarrota y hambrienta; si no encontrase trabajo en París, iban a enviarla a casa, y luego su madre se reiría de ella y le diría: “ Yo te avisé... Yo sabía que jamás tendrías éxito...”.
- Por favor - susurró ella, otra vez. - Hago cualquier cosa...
Jacques Zollo la miró de un modo burlón . Era un muchacho todavía , de treinta y pocos años - casi demasiado guapo , pensó Janey - y finalmente, después de lo que le habían parecido horas, él preguntó:
- Te sacarías fotos de ropa interior ?
- Ropa interior? - dijo Janey, medio asustada. Era el único tipo de fotos que su agencia de New York le había recomendado que no hiciese, pero ella trató de cambiar rápidamente de idea. Estaba delante de Jacques Zollo, desesperada y sin dinero , y encogiendo los hombros , como si no tuviese miedo , ella respondió : - Claro, porque no?
Jacques todavía no se había convencido totalmente.
- No te hiciste ... - comenzó él, indicando con las manos los pechos, estaba hablando de los pechos de ella.
- Implantes de siliconas en los pechos? - completó Janey. - No. no, ni pensé en eso...
- Perfecto - dijo él. - En los Estados Unidos, los pechos grandes son populares. Pero aquí en Francia, no nos gusta que nuestras mujeres parezcan vacas.
- Ah, no - dijo Janey. - Yo jamás... haría una cosa así en mi cuerpo. Jamás.
Janey dio la espalda a la puerta de madera y miró la calle. Aquello acabó siendo una mentira, ella pensaba ahora, porque acabó colocándose siliconas en los pechos. Pero eso no era una sorpresa , pues parecía que ella rara vez cumplía sus promesas. Y poco después de esa primera conversación con Jacques, ella se había visto haciendo todo tipo de cosas , cosas que nunca en un millón de años se imaginaría que haría...
No puedes recordar eso, se retó a sí misma, no ahora, No. Janey se dio vuelta y comenzó a caminar en dirección a Cuartier Latin, donde había todo tipo de pequeñas galerías que podrían distraerla. Pero su cabeza, parecía funcionar contra su voluntad , y ahora que ese recuerdo había conseguido romper la barrera, los otros también llegaron , amenazando con ahogarla en un mar de recuerdos...
Las entrevistas con los clientes, a las cuales asistían cerca de 500 jóvenes venidas de todas partes del mundo, buscando trabajo desesperadamente... Los ejecutivos del mundo de la moda siempre parecían tener un “primo” o un “amigo” que necesitaban una acompañante... y los empresarios descontaban parte del salario de la muchacha, si ella se rehusaba a colaborar. La virtud de casi todas ellas estaba comprometida hasta cierto punto, pero las que mejor la pasaban eran aquellas que, por suerte, “estaban a la moda” del momento. Las muchachas se conseguían un novio fotógrafo, lo que les garantizaba más trabajo . Las que no tenían esa suerte acababan volviendo a New York en uno o dos años, y algunas - muy pocas - terminaban convirtiéndose en modelos de renombre...
Pero también estaban las otras muchachas, aquellas de las cuales nadie volvía a oír hablar: las que se dejaban dominar por el miedo, se cortaban las muñecas o se drogaban demasiado, y acababan con una sobredosis en un hospital. Ese tipo de incidente era muy conocido, siendo tema de conversación entre las muchachas, los empresarios y los fotógrafos, pero eran charlas que solían ser calladas, muy poco tiempo después , la agencia de New York proveía un pasaje de primera clase a la oscura ciudad de la cual la muchacha era originaria.
Janey había estado en París hacia dos semanas cuando un de esos escándalos estalló , involucrando a una muchacha llamada Donna Black. Cuando Janey supo de la noticia, estaba en un estudio fotográfico en Le Marais, haciendo fotos de ropa interior para una empresa llamada LeBaby. Era el primer empleo decente que había logrado, y la sesión de fotos fue para una campaña publicitaria, lo que significaba que finalmente iba a ganar algún dinero. El anuncio iba a presentar dos muchachas rubias abrazándose - vendiendo la fantasía de que las dos estaban a punto de sacarse la ropa interior . El nombre de la otra modelo era Estella; por coincidencia, Estella era compañera de cuarto da Donna Black.
Ambas eran de Indiana, pero mientras el padre de Donna era médico, el de Estella era un traficante de drogas local. Estella alegaba que su madre era camarera, pero por la forma en que ella hacía una mueca , maliciosamente, siempre que decía “camarera”, Janey calculaba que su madre debía ser algún tipo de prostituta.
La propia Estella era una muchacha sin nada que perder. Trabajando como modelo, había subido más rápido y más alto de lo que jamás podría haber esperado , por lo tanto, para ella todo era un juego. Desbocada y graciosa, era lo que la madre de Janey habría llamado de pésima influencia. Bromeaba con el fotógrafo, quien hablaba muy poco inglés , y le preguntó al cliente cuanto les pagarían si ellas realmente tuviesen sexo . El cliente no se perturbó; sólo respondió “que es erótico pagar a una mujer por tener sexo”, lo que hizo Estella e Janey casi se orinansen de tanto reírse, y durante el resto de la tarde, ellas quedaron repetiendo esa frase sin parar, para la preocupación del fotógrafo y sus asistentes.
Al final del día, Estella fue atender una llamada de Jacques y volvió al estudio perturbada.
- Donna Black acabó de atacar a Antoine DuBourgey - anunció, sin el menor preámbulo . Antoine DuBourgey era un ejecutivo de una empresa de cosméticos; aparentemente, Donna había ido a la casa Antoine,y al entrar al apartamento lo había encontrado en la cama con otra modelo. Ese tipo de cosas sucedía todo el tiempo en París, pero el estudio se conmocionó ; la sesión tendría que continuar al día siguiente, dijo el fotógrafo, como si nadie pudiese trabajar ante un plato tan sabroso como ese .
Janey y Estella tomaron sus cosas y salieron, y al seguir a Estella escaleras abajo, Janey pensó , por el modo en que la cabeza de Estella se balanceaba hacia arriba y hacia abajo, que ella estaba llorando . Pero cuando habían llegado a la calle, vio que era justamente lo contrario: Estella se reía histéricamente.
- Siempre creí que a Donna iba a tener un ataque de locura algún día... sabías que ella coleccionaba latas de conservas vacíos? - preguntó, agarrada al brazo de Janey.
La reacción inmediata de Janey había sido de repulsa, pero durante sus pocos meses en Europa, había descubierto que reaccionar instintivamente a todo solía ser considerado un comportamiento inadecuado o burgués. Y entonces , observando Estella con todo cuidado, hizo lo que había aprendido a hacer en esas situaciones :copió la reacción de la otra. Riéndose con ella, dijo que no conseguía pensar en nadie que mereciese aquello más que Antoine, agregando:
- Crees que él. .. murió?
- Ah, lo dudo - dijo Estella, como quien sabe lo que dice, y hubiese sabido del tema por experiencia propia .
- - No es fácil matar alguien con un cuchillo. Es necesario cortar la garganta o apuñalar una docena de veces. - Estella se detuvo para arrojar sus cabellos sobre el hombro. - Donna no era tan fuerte así, sabes? - ella dijo. - No hacía gimnasia , ese es uno de los motivos por los cuales Jacques la iba a mandar de vuelta.
Las dos se miraron , y se rieron . La verdad era que las modelos nunca entrenaban - se conservaban delgadas en base a una dieta de champagne y cigarrillos.
- Pero para mí va a ser un problema -prosiguió Estella. - Voy a necesitar encontrar otra compañera de cuarto. Donna nunca trabajaba, pero por lo menos el padre pagaba la parte del alquiler de ella.
Y de repente Janey, entusiasmada con la idea de conocer y entender a esa gente tan decadente y glamorosa, se vio ofreciéndose como voluntaria para compartir vivienda con Estella.
Estella vivía en Rive Gauche, cerca del Sena, en un apartamento alto, instalado en un edificio que tenía acceso por un patio . La distribución de los cuartos no tenía sentido para Janey , había cuartos a los que sólo se podía llegar pasando por dentro de otro cuarto, pero era un poco mejor que el apartamento donde ella vivía antes. Para todos los efectos el apartamento era alquilado por una modelo que había vivido en París durante cinco años y se había mudado a New York donde ahora era "la cara" de una gran empresa de cosméticos y estaba amueblado con muebles que se podían encontrar en cualquier mercado de pulgas francés . Pero lo mas atractivo para Janey era un pequeño cuarto pegado al cuarto de Estella. Estaba abarrotado con un verdadero botín moderno - zapatos, ropas, maletas Louis Vuitton, buzos, vestidos, sweaters y joyas - todo de diseñador , y que costaban mucho más de lo que Estella jamás podría pagar. Los ojos de Janey se abrieron enormemente al ver tantos tesoros y ella sintió que su mundo se expandía como si hubiese sido inflado con aire. Había sido criada en un estilo de vida relativamente modesto y puritano, en el cual los excesos eran tácitamente considerados un pecado, pero al ver ese tesoro de Estella sus valores de la infancia desaparecieron.
- Ah, puedes ponerte lo que quieras- le ofreció Estella viendo la cara de asombro de Janey. - Sólo debes pedirme primero, de acuerdo ? No soporto las chicas que simplemente van tomando mis cosas...
- Pero ... cómo..,?
- Mi novio - explicó Estella, encogiendo los hombros . - él vive dándome regalos.
Janey sólo se quedó mirando a Estella, estaba confundida; los franceses eran conocidos por ser notoriamente tacaños , creyendo que podían compensar con palabras lo que se rehusaban a gastar en dinero.
- él es árabe - le explicó Estella, tocando una cartera Chanel de gamuza, que era "el accesorio indispensable" de esa temporada, y que, Janey sabía, costaba más de dos mil dólares.
- Hay muchachas a las que no les gustan los árabes. Le tienen miedo a ellos porque son tan ricos. Pero ellos te compran todo lo que quieres y les gusta hacer viajes con vos. Sayed tiene un yate, y vamos a hacer un crucero por el sur de Francia este verano. Es el lugar donde todos van a estar. Ya sabes - Estella dijo, riendo al ver la expresión confusa de Janey. - Saint-Tropez, Cap d'Antibes y Mónaco. Sayed me prometió presentarme al Príncipe Alberto...
Eso última salió con una sofisticación tan petulante que, aunque Janey supiese que Estella estaba exagerando , se quedó sin palabras. No conocía nada del mundo sobre el cual Estella hablaba, pero podía verlo, casi al alcance de sus dedos, como una pulsera de brillantes llamándola.
- El tema de los árabes - dijo Estella- es que a ellos les gusta vivir rodeados de mujeres lindas. Entonces, tal vez pueda conseguir que Sayed te invite a dar una vuelta en el yate de él. Si no es él, estoy segura que alguien te va a invitar...
Una alarma sonó en la cabeza de Janey, pero ella la desoyó .
- Ah, vamos ver - Janey dijo, con un suspenso deliberado, como si tuviese cosas mejores que hacer...
Pero cuando entró en su propio cuarto para deshacer sus dos maletas Samsonite de laterales rígidos, , se acordó de que su madre había tenido la "generosidad " de comprarlas para el viaje de ella, pero de repente, las dos maletas parecían resumir todo lo que había de equivocado y vergonzoso en ella; ella era una americana ordinaria y no tenía nada de sofisticado -, y encima de es , había muchachas con orígenes todavía peores, quienes rápidamente habían pasado a ganar más que ella . Mientras Janey rumbeaba todo eso. Estella surgió en su puerta. Tenía una blusa Chanel multicolor y jeans, la cartera Chanel colgada en el hombro con toda naturalidad, en la cabeza de Janey era la exacta imagen de una gata glamorosa.
- Voy a salir a comprar pan - avisó Estella- Quieres algo más ? Cigarrillos?
- Yo no fumo - dijo Janey.
- No? - preguntó Estella y después se rió. - Este es momento de comenzar, entonces. Todos fuman en París. -
Sin decir nada, Janey volvió a deshacer las maletas . Pero cuando oyó la pesada puerta del apartamento cerrarse, volvió al cuarto de los tesoros de Estella, Se acordó de que había sido criada con buenos valores, era una muchacha decente de una familia decente, enseñada desde temprano a no codiciar las cosas de los otros, pero ahora se preguntaba qué significaba realmente eso. No sería sólo una forma de evitar que las personas que jamás conseguirían tener algo no se sintiesen mal con la vida que llevaban? Porque el hecho era que ahora realmente estaba codiciando esas cosas, con todas las fuerzas de su alma. Era culpa de haber sido educada para no esperar de la vida más que algún tipo de empleo anónimo y un casamiento que le diese hijo ?
Pero allí estaba delante de cosas concretas y reales , pensó Janey , tocando un vestido fino de seda. No importaba cuantas veces ella hubiese sido alertada contra los peligros de codiciar cosas, en su cabeza esas cosas eran realizaciones.
Eran como una especie de remuneración mágica pagada a aquellos a quienes Dios o el destino misteriosamente escogía para homenajear, y parecía que no era necesario hacer casi nada para recibir esa recompensa. Caminando por la sala como si estuviese dopada, Janey sacó una remera de hilo tejida ;el cuello estaba adornado con una piel dorada , era más suave y más lujosa que cualquier cosa que ella jamás hubiese tocado antes. De pie delante del espejo de cuerpo entero, Janey se puso la prenda sobre su camiseta. Con a piel junto a su rostro, ella ya no parecía una estudiante americana bonita . De repente se había transformado en una mujer deslumbrante para quien cualquier cosa en el mundo parecía posible. Incluso casarse con el Príncipe Alberto y convertirse en una princesa de verdad!
Y mientras se observaba , enamorándose de su reflejo n el espejo , pensó : si , codiciaba eso . Pero la diferencia era que ahora ella veía que podía tener. Y de algún modo lo obtendría - pronto muy pronto.
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