lunes, 2 de marzo de 2009

LA TREPADORA - CANDACE BUSHNELL - CAPITULO 11

Segundo Libro
CAPITULO 11

El dinero no da la felicidad, pero la puede comprar, la única duda es cuánta cantidad.



El día diez de septiembre de 2000, el New York Times anunció que Jane (conocida como Janey) Wilcox, de 33 años, modelo de lingerie da Victoria Secret, se había casado cuatro días atrás con Selden Rose, 45 años, CEO da Movie Time, en una ceremonia discreta y privada, realizada en Montradonia, Italia.
También se mencionaba el hecho de que Peter Cannon había sido encarcelado complementando la noticia con un artículo sobre como las penitenciarias para criminales de guante blanco no eran más clubes de fin de semana, y como los evasores de impuestos que se aprovechaban de esa situación privilegiada iban a tener la gran sorpresa de sus vidas, cuando descubriesen cuan pésima era la comida.
Por mientras, la sección de finanzas anunciaba el aborto de tres iniciativas para crear empresas virtuales, al mismo tiempo que un joven periodista financiero llamado Melvin Metzer afirmaba: “Si prestan atención, van a escuchar el batido de tambores viniendo de Wall Street alertando sobre un desastre económico inminente” . Una frase que, sin saber cómo, pasó por tres revisores y acabó resultando en diversas cartas de protesta por la referencia a los indios, pues los indios ya habían vivido en Wall Street hasta que los primeros colonizadores holandeses construyeron un muro para evitar ser invadidos.

Pero para la mayoría de los habitantes de New York fue sólo una bella mañana más de lunes, en la segunda semana de septiembre. En ese día, Comstock Dibble estaba pensando en comprar un apartamento de 10 millones de dólares en Park Avenue, y así subir un escalón más en la escala social, pero , como siempre, iba a necesitar sudar la camisa. Parado en el zaguán del número 795 de Park Avenue, un predio que, tanto la corredora de bienes raíces, Brenda Lish, como su novia , Mauve, le habían asegurado varias veces que era uno de los mejores de New York , su rostro brillaba y gotas de sudor se formaban en las entradas de sus cabellos. Pero sus ojos recorrían el vestíbulo con placer. Durante el fin de semana, sus contadores le habían advertido que por primera vez en tres años, el balance semestral de la Paramaount Pictures iba a dar negativo. Pero en la noche de jueves, él estaba siendo homenajeado por el prefecto de New York por sus contribuciones humanitarias a la ciudad, y en el próximo fin de semana esperaba estar cerrando un contrato que le rendiría unos 50 millones o mas. Recientemente venía pensando en expandir sus horizontes - si , adoraba el cine, pero era necesito admitir que ese era un negocio para gente joven - y presentía que él sería un excelente político. Secando la frente con un pañuelo de lino y sonrió mientras Brenda Lish charlaba sin parar.
- Creo que no necesito contarles la historia de este lugar , verdad? - dijo ella, volviéndose hacia Mauve. - fue proyectado por Stanford White y viene siendo meticulosamente conservado. Todo es original....
Porteros y criados con uniformes y guantes blancos pasaban silenciosamente por allí, como fantasmas; el clima era de perenne discreción y lujo, como si todos los eventos de los últimos ocho años hubiesen dejado ese pequeño oasis de clase intacto.
- Comstock, qué crees ? - preguntó Brenda Lish.
Comstock la miró - debía tener unos cuarenta, pero de algún modo conseguía comportarse de manera profesional e infantil al mismo tiempo -
- Lo que creo es que... - Comstock dijo lentamente - no voy a comprar este palacete.
Al oír eso, Mauve hizo una mueca , pero Brenda se rió, como si él hubiese dicho algo muy gracioso. Si tuviese noción de cómo su presencia contrastaba con ese ambiente -de como su grosería sobresalía aún más contra ese fondo de lujo - él no demostraría humor . Y Brenda no comentó nada . Ella provenía de una antigua familia de New York, del tiempo que “tener clase” realmente significaba algo , y su abuelo había vivido en ese palacete. Hacia cincuenta años, un hombre como Comstock Dibble ni siquiera hubiera podido poner un pie ahí, pero tal vez él tuviese el sentido común suficiente como para no querer vivir en un palacete . Pero esos tiempos habían pasado , así como la fortuna de los Lish; todo se había esfumado a mediados de los años 1980. A esa altura, Brenda, que poseía una modestia discreta y un agudo sentido práctico, se convirtió en agente de bienes raíces , usando su conocimiento privilegiado sobre las mejores construcciones de New York para armar una cartera de clientes que estaban dispuestos a gastar millones de dólares en el apartamento correcto.
- Podemos ir allá afuera? - preguntó ella, y los tres salieron al sol caliente.
- Mauve, a vos no necesito avisártelo - dijo Brenda. - Pues sabes que no aparecen apartamentos disponibles en esta zona con tanta frecuencia entonces. .. El último que hubo fue hace tres años, por lo tanto , si yo fuese ustedes, haría una oferta inmediatamente ...
Mauve arrugó la nariz como si detectase un mal olor , y dijo :
- Estoy preocupada por el ruido.
- Ruido? - dijo Comstock. De repente él apareció estar a punto de tener un ataque de nervios, y Brenda, que había oído muchas cosa sobre él, acabó preguntándose se iba a presenciar una de las legendarias escenas de descontrol de ese hombre.
- Ya deberías haberte acostumbrado al ruido. Vives en Park Avenue - comentó él, dándose vuelta hacia Mauve, era un tono acusador, como si ella hubiese acabado de robarse algo .
- Y entonces ? - preguntó Mauve. - acabo de oír que hay mucho ruido acá.
- Probablemente fue Brenda hablando sin parar, no seas idiota - él dijo bruscamente .
- También oí una bocina - insistió Mauve, sin responder al insulto. Era una de las cosas que mas le gustaba a Comstock de ella - Mauve tenía una piel más gruesa que el cuero de un jacaré viejo.
- Bien , ;as ventanas tienen vidrio doble, pero ciertamente podrían mandar a colocar vidrios triples por ... , quien sabe, unos 50 mil ... ? - dijo Brenda. De repente ella se acordó de una cosa que había oído sobre Comstock Dibble, que él le había puesto una especie de arnés a una mujer y después la había montado por detrás, cabalgándola como si fuese un caballo. Y, por los chismes, a la mujer le había gustado .
- Sabes que no tolero el ruido - Mauve dijo irritada. - Brenda, te acuerdas que cuando era pequeña, yo me ponía a gritar cada vez que oía una sirena?
- Y ahora el que no está soportando tus ruidos soy yo - dijo Comstock. - dónde mierda está mi automóvil ?
Como no podía ser de otra manera, el auto estaba justo delante de él- Un Mercedes negro con vidrios oscuros a prueba de balas.
- Hasta luego , Brenda - Comstock dijo, mirando furioso a Mauve. - Yo te llamaré.
- Cuando quieras - respondió Brenda, con un ligero asentimiento.
- él es horrible, verdad ? - dijo Mauve.
“Espantoso” es poco, pensó Brenda. Pero en vez de eso, respondió :
- Ah, si .
-Pero ...no hay vuelta ... . yo lo amo - afirmó Mauve.
Brenda sintió ganas de reirse . Al contrario de sus contemporáneas, ella no sentía pena por la “pobre Mauve”, en vez de eso veía su inminente alianza con Comstock como una especie de castigo de los dioses. Brenda y Mauve habían estudiado en Brearley, y Comstock estaba absolutamente en lo correcto - Mauve era, y siempre había sido , una idiota. Realmente gritaba cada vez que una sirena pasaba, y una vez hasta se había orinado encima . Deberían haberla expulsado de Brearley, pero sus padres tenían mucho dinero, y algún grado de parentesco - como casi una centena de personas en la ciudad - con los Vanderbilts.
- Si lo amas, sólo eso es lo que importa - dijo Brenda.
- Ah, ya lo sé - dijo Mauve. Sacó una polvera dorada de una cartera Fendi y se retocó la nariz con el polvo compacto . - Realmente debo irme , mi querida. La Semana de la Moda comienza hoy.
- Fue lindo verte de nuevo, mi querida - dijo Brenda, inclinándose para darle besitos en el aire como de costumbre. - Estás exactamente igual que hace veinte años .
- Vos también - dijo Mauve. - Sabes, me había olvidado de cuan maravillosos eran esos vestidos de Laura Ashley. Tal vez vuelvan a ponerse de moda.
- Todo vuelve - dijo Brenda. Sonrió acompañando con la mirada la partida de Mauve por Park Avenue. No le importaba que Mauve hubiese insinuado que el vestido Laura Ashley que estaba usando era viejo . Brenda, ganaba más de dos millones en comisiones al año, y siendo alguien que ya estaba cansada de ver a los ricos quemar su fortuna , la última cosa que haría era desperdiciar su dinero comprando ropas de diseñador .
Qué estúpidos son estos nuevos ricos ! pensó Brenda, levantando la mano para llamar un taxi. Como si usar ropas de diseñador pudiese darle a Mauve Binchely una personalidad... Se sentó en el asiento trasero del automóvil y le dio al conductor la dirección de su próximo compromiso de trabajo. Se sentía satisfecha - a pesar de las protestas de Mauve, sabía que Comstock Dibble iba a comprar el apartamento, o por lo menos lo intentaría. El apartamento en el cual él estaba interesado, el 9B , tenía 371m², una sala de estar, sala de cenar, escritorio, tres cuartos y un cuarto de servicio, pero Brenda sospechaba que él habría comprado un apartamento del tamaño de una caja de zapatos, si fuese lo único disponible en esa zona . No sólo porque el 795 de Park Avenue era uno de los mejores edificios da ciudad, sino porque Victor Matrick, el loco CEO de Splatch Verner, vivía en ese lugar y aparentemente, donde Victor viviese , Comstock quería vivir también. Durante todo el tiempo que había pasado mostrándoles el apartamento , Comstock le había hecho incesantes preguntas sobre el apartamento de Victor Matrick - su localización en relación al 9 B, su tamaño, y hasta como era la decoración interior. Tan previsible y ridículo, pensó Brenda, como los ricos e poderosos, que deberían estar por encima de todas esas cosas, casi siempre tomaban decisiones basados en sus egos mezquinos.

***

El tiempo es un gran maestro , pero desgraciadamente termina matando a todos su estudiantes . Robin Williams

Apenas unos dos cuadras al sur, en la Quinta y Séptima avenidas, Mimi Kilroy entraba a un minúsculo ascensor que llevaba al apartamento de ella y de George. Mimi saludó al ascensorista, quien apretó el botón hacia la planta baja . Mimi saludó a dos porteros y uno de ellos corrió para abrir la pesada puerta de bronce que daba a la calle y la sujetó , manteniéndola abierta para que Mimi pasara.
- Creo que el automóvil no está aquí, Señora Paxton - comentó él, muy preocupado, como si la idea de que ella caminase le causase un sufrimiento físico.
- No voy a salir en automóvil hoy, Jesús. Voy a ir en aquel de allá . No es maravilloso? -

Señaló un extraño vehículo parado mas adelante , que consistía en una especie de bicicleta de cuatro ruedas . En él se encontraba sentado un muchacho delgado y vigoroso, con gorra en la cabeza.
- Eso me parece peligroso, Señora Paxton - comentó Jesús, y Mimi se rió.
- Sabes que soy inmune a los accidentes - dijo ella.
Pisando la calzada, se sintió más animada con el día por delante . La Quinta Avenida era uno de los lugares más maravillosos del mundo, y siempre la misma, año tras año - era una de las pocas cosas de la vida con las que realmente se podía contar. Y entonces pensó que una calle le daba más consuelo que su familia y sus amigos, pero había descubierto que en la vida era importante obtener pequeños momentos de felicidad donde quiera que ellos surgiesen.
Mimi subió no cuatriciclo amarillo . Cruzó las piernas, alisando la falda de su elegante conjunto de tweed. Llevaba botas de cuero color caramelo - increíblemente prácticas y absurdamente caras. El ciclista hizo un gesto con la cabeza y entró en el tránsito, y mientras ellos avanzaban lentamente por la Quinta Avenida , Mimi hacía un auto examen para tomar su temperatura emocional.
Había decidido que estaría feliz en ese día. Tenía 42 años, y últimamente sus días transcurrían de una o dos maneras: depresivos o ridículamente alegres. Cuando se sentía alegre, parecía una muchacha de 18 años, como si no fuese demasiado tarde y todavía pudiese hacer algo nuevo , como montar una banda de rock femenina y aprender a tocar la guitarra eléctrica . Cuando estaba deprimida, se sentía vieja, sentía que no
había hecho nada en la vida, sentía que en breve iba a estar completamente arruinada y que nadie nunca más iba a querer ir a la cama con ella . Iba a pasar por la menopausia, su vagina se iba a resecar ... incluso últimamente le era bastante difícil quedar lubrificada, principalmente con George. Pero George no la había buscado mucho en el último año . Mimi creía que él tal vez estuviese teniendo algún affair , como la mayoría de los maridos que ella conocía, pero no le importaba, siempre y cuando él fuese discreto.
Hace algunos años, ese tipo de ideas habrían sido tabú para ella. A su padre le gustaba putañear (según le contaban, aún lo hacía) y ella había sido testigo del cúmulo de amargura e infelicidad detrás de la aparente personalidad optimista de su madre. Cuando Mimi era adolescente, odiaba a su madre porque jamás cuestionaba las misteriosas noches que su padre pasaba afuera de la casa, pero su madre dejaba claro que ese tema no debía ser discutido, con el siguiente comentario: “Jamás voy a criticar a tu padre, mi amor”. Tal comentario se repitió durante años; Mimi a veces se preguntaba si era esa situación la que la había hecho tan rebelde cuando tenía veinte o treinta , rehusándose a tomar en serio la vida, negándose a casarse, negándose a “hacer algo trascendente ”. Y, aún así , como concepto, ella admiraba el sacrificio que su madre había hecho. Solía preguntarse si sería algo que ella haría, y de repente había comprendido que eso exactamente era lo que ella había hecho con George. Había dejado de lado sus preferencias personales por lo que había creído que sería un bien mayor.
Un bien mayor para quién ? pensaba Mimi , mientras pasaban delante de una deslumbrante mansión de mármol que antiguamente, en la década de 1920, era la residencia de un millonario, pero que ahora era e Museo Frick . Sus acciones habían sido en beneficio de sí misma, después de todo , George era muy rico, y siempre se había esperado que ella se casase con un hombre rico, aunque sólo fuese con el objetivo de aumentar el patrimonio de los Kilroys. Pero también ella sabía que ella sería una excelente esposa para George, pues le daría más prestigio. No había sido fácil darse cuenta y aceptar que ese debía ser su objetivo en la vida, de modo que durante muchos años ella se había rebelado a esa idea como un joven garañón que se rehusa a ser ensillado . Cuando era niña, ella vivía pensando que iba a ser algo en la vida - una estrella, una deportista olímpica , una actriz, una periodista -, pero sus tentativas de brillar en esas profesiones siempre habían sido recibidas con una desaprobación tácita de su familia, y aunque sus objeciones jamás habían sido explícitas, el mensaje implícito parecía ser que ella nunca podría destacarse ante los ojos del público, que tal vez fracasaría o sería ridiculizada por los críticos . No podía avergonzar a su familia, y, por encima de todo, a su padre. Otro mensaje implícito era: Por qué tenía que hacer algo, cuando no necesitaba hacerlo ? No le era suficiente ser graciosa y encantadora, tener una bella apariencia y caminar por la vida elegantemente vestida? Y si todo es era así, Mimi se cuestionó , por qué se arriesgaba teniendo un affair con Zizi?
Estaba atravesando la crisis de los cuarenta . Nadie jamás le decía a las mujeres lo que les iba a suceder emocionalmente cuando ellas llegasen a los cuarenta. Primero, venía una sensación de paz maravillosa. Una persona llega a entender que no se puede controlar todo, que no todo lo que le sucedió en la vida fue culpa suya, y muchas cosas que antes parecían importantes de repente no lo eran . A los cuarenta una mujer todavía se siente joven, todavía puede leer el menú del restaurante sin anteojos. Pero entonces te sobreviene una inquietud ridícula de preguntarte cuál es el sentido de la vida, cuál es el sentido de su vida, principalmente. Y de repente, la mujer quiere tener un significado, quiere tener una conexión , quiere tener un amo. Con el paso de los años uno nota que esas cosas de alguna forma se desgastaron; que uno se convierte en un autómata, que hace todo mecánicamente, haciendo lo que siempre hizo , pero sin sentir la antigua alegría o entusiasmo , y descubre la falta de objetivos en su vida. Había noches en que Mimi iba a la cama y deseaba que la mañana siguiente jamás llegase. Pero siempre llegaba.
Por supuesto que ni George, ni nadie más sabía de sus sentimientos. Ella jamás hablaba de ellos. Su madre siempre decía que no había nada más repelente que una mujer rica quejándose de la vida. Mimi sabía que era una privilegiada. Sabía que vivía mejor que casi todas las otras personas del mundo. Intentaba recordarse eso todos los días, intentaba comunicar un poco de alegría a los otros a su alrededor , pero por algún motivo eso simplemente no funcionaba .
Fue entonces que conoció a Zizi. Ella sabía que Janey estaba interesada en él, y que Zizi estaba curioso por conocerla, pero Mimi había tomado medidas urgentes para cortar el mal de raíz. Ese impresentable de Harold Vane ya le había alertado a Zizi que no debía involucrarse con ella. Janey se había ganado, Mimi no sabía cómo, una pésima reputación, corrían rumores de que ella saltaba de cama en cama , que aceptaba dinero de los hombres, pero Mimi no necesariamente creía en ellos. El punto era que Janey no había tenido el ímpetu necesario para conquistar a un hombre como o Zizi, cuyo padre, sin que Janey ni nadie más supiese, era en realidad un conde alemán. Su familia se había mudado a Argentina antes que Zizi naciera, y Zizi, siendo segundo hijo no tenía derecho a heredar dinero ni título, y había decidido convertirse en jugador de polo.
Zizi era el hombre con quien Mimi se habría casado si no estuviese casada con George, y si Zizi tuviese 15 años más. Ese era uno de los más crueles trucos de la vida, imposible de ser resuelto . Ella no podía separarse de George (no conseguía imaginar como iba a enfrentar el escándalo social resultante), pero tampoco podía dejar de estar con Zizi. Él probablemente era el último muchacho guapo con quien ella se acostaría en la vida.
El tránsito había puesto más lento en la calle 65, y el ciclista del cuatriciclo aprovechó para darse vuelta hacia la pasajera y sonreírle .
- Perdón , me olvidé de presentar: mi nombre es Jason.
-El mío es Mimi - dijo Mimi. Se inclinó hacia adelante y extendió la mano, en una tentativa de disimular la formalidad con la cual había revelado su nombre. - Vives por aquí , Jason?
- Vivo con un amigo en Brooklyn - dijo él, y ella inmediatamente se imaginó una casa vieja cayéndose a pedazos. Ella sólo había pasado por Brooklyn camino al aeropuerto, cuando el conductor tomó ese atajo para evitar el embotellamiento.
- Qué interesante - dijo ella.
- Sólo en verano - explicó Jason. - Soy de Iowa. Hago este trabajo en el verano para poder pagar mis estudios.
- Muy bien - dijo Mimi. - Me gusta ver esa disposición.
Ella sonrió e, lanzando una mirada de reojo a la izquierda, vio que estaban pasando por el enorme edificio de granito donde ella había sido criada. Su familia era dueña de un piso entero - 920m² - con dos empleadas irlandesas al servicio las 24 horas . Mirando hacia arriba , Mimi vio la ventana de su antiguo cuarto, y de repente se acordó de su infancia. El Zoológico en Central Park quedaba del otro lado de la calle , y cuando Mimi era muy pequeña, oía a los leones rugiendo de noche... Y por primera vez en años, e se acordó que le gustaba pensar que su padre estaba con los leones en las noches en que no volvía a la casa.

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