miércoles, 20 de enero de 2010

ARREBATADAS! - CAPITULO 1 - JILL BARNETT

Capítulo 1


En el último día de agosto, siete grandes cormoranes negros volaban sobre el Atlántico y se posaban en una roca de una calera en Isla Arrant. Eso no era algo inusual; los cormoranes eran aves marinas y las aves marinas aterrizaban sobre rocas todo el tiempo. Excepto que esas aves habían hecho lo mismo, en la misma
Hora todos los días de ese verano . Cada mañana se posaban en esa roca y simplemente se quedaban allí con sus grandes alas extendidas , como si se estuviesen secando sus propias ropas. No se movían, ni aun cuando un sabrosa cardumen de peces nadaba por ahí. Todo lo que hacían era mirar le vacío por horas,
como si estuviesen esperando que algo ocurriese.

Si las aves hubiesen sido cuervos, su conducta podría haber sido explicada ampliamente .
La gente de Nueva Inglaterra sabía que si ese número de cuervos fuese visto se podía predecir el futuro:

Uno significa pesar,

Dos significa alegría,

Tres anuncian una boda,

Y cuatro , un nacimiento.

Pero estas aves no eran cuervos. Eran cormoranes, cuervos del mar.
Los habitantes locales afirmaban que eran las aves más molestas que alguna vez se habían atrevido a volar los cielos de Maine,
Porque la mayoría de las veces, arruinaban la pesca recogida por los pescadores y los árboles de la isla. Si alguien en tierra hubiese sabido que esas aves estaban acostumbradas a posarse en esa roca,
Probablemente habrían dicho que se trataba del caso "lo igual atrae lo igual". Pues la isla, según parecía , tenía la misma mala reputación de esas aves.

Desde la costa, en un día despejado, cuando el mar estaba calmo y de color verdes azulado , si uno mirada la Isla Arrant, parecía constituida únicamente un orgulloso castillo medieval construido un peñasco alto. Pero cuando el clima cambiaba , la isla hizo también lo hacía, y entonces sólo parecía una misteriosa nube azul flotando adelante del horizonte.

A veces cuando los vientos eran del sur , las olas se quebraban violentamente contras las rocas de la costa . Pero la isla siempre
Permanecía firme e inquebrantable, sin importar los estados de ánimo de los vientos y el mar , como una cara de piedra que debe silenciar secretos eternamente .

Sólo quedaba a unos pocos kilómetros de la costa activa de Maine.



A pesar de la cercanía con la costa animada en la isla reinaba la
soledad y el aislamiento. No sólo por el agua que la rodeaba, sino porque era como si la Isla Arrant fuese un aparte , escondido y casi imaginario , hasta que la niebla se levantaba y entonces se podía comprobar que la isla verdaderamente existí.

La isla por mucho tiempo había sido tema de charlas ociosas. Los hijos de los pescadores reunidos alrededor de hoguera relataban cuentos sobre unos escoceses salvajes que vivían allí,
Pero los hombres no eran reales, ellos afirmaban, sino fantasmas de aquellos que habían muerto hace mucho tiempo en
Culloden Moor , fantasmas que habían huido Escocia para refugiarse en las escarpadas y frías tierras de la isla , que le se parecían tanto a sus amadas Highlanders .

Otros llamaban a los MacLachlans, que poseían la isla misteriosa , "escoceses locos".
Y los niños se asustaban en las noches de luna llena, convencidos de que a menos que colocasen una pluma de un pollito debajo de sus almohadas, un loco MacLachlan podría aparecer montado en un caballo blanco , con su melena flotando al viento y ...
arrebatarlos de sus camas calientes!


Cuando el viento se ponía cruento y volaba los techos de paja de las chozas de los pescadores, se decía que un MacLachlan estaba afuera cabalgando esa noche , agitando el viento . Ciertas noches los sauces gemían con ese mismo viento, con un sonido exactamente igual al de alguien llorando. Las madres abrigaban bien a sus niños bajo mantas de lana y les aseguraban que no había nadie allí. Y que el sonido sólo era el viento pasando por el túnel formado por las ramas de los árboles.
Pero las imaginaciones de niños se excitaban salvajemente cuando el viento sacudía esos sauces.
Los niños se susurraban que el sonido era el de alguien gritando, gritando porque había visto el alma que había visto a un MacLachlan montando su caballo blanco y cruzando la niebla.

Por eso ese verano el comportamiento extraño de los molestos cormoranes negros pasó desapercibido.
Ya había demasiadas historia para contar, historias que eran material para pesadillas . Historias sobre escoceses salvajes que se aproximaban sobre un caballo blanco, sobre escoceses que secuestraban personas .

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